Aracely Rodríguez Malagón, Master en Estudios del Caribe, miembro de El Club del Espendrú (La Habana) y activista feminista cubana, conversa con Cubainformación TV tras el XIII Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación "Isabel Moya", celebrado en La Habana en el mes de noviembre.


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XIII Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación: La Habana, 31 de octubre al 2 de noviembre de 2019

La entrevista se realizó mientras se desarrollaba un taller para peinadoras afro en Centro Habana, en la Casa del Niño y la Niña.

Equipo de rodaje en Cuba: Luisa Cuevas Raposo, Karoly Emerson (ICAP), Patricia Moncada y Jos Manzaneda. Edición: Ana Gil. Realización: Esther Jávega.

Aracely Rodríguez Malagóna, fundadora del Club del Espendrú

“Hablamos de un feminismo negro de Cuba, distinto al de EEUU”

Máster en Estudios del Caribe y específicamente en Pensamiento Feminista Negro, Aracely Rodríguez Malagóna es fundadora del Club Espendrú de La Habana.

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Entrevista y Transcripción: Luisa CUEVAS RAPOSO / Cubainformación

Luisa Cuevas Raposo dialogó con ella en Centro Habana, en una entrevista común para CUBAINFORMACIÓN y Novas da Galiza.

- Aracely, ¿qué significa la palabra Espendrú y en qué consiste el proyecto?

- Espendrú es la forma en que en Cuba llamamos al pelo afro natural. Y el Club del Espendrú funciona como proyecto desde hace ocho años. Parte de una plataforma de hip hop como proyecto educativo, impulsada por el grupo Obsesión, que trabaja para construir, de forma colectiva, la parte de la historia negra que no está en los libros, para deconstruir la historia colonial, donde está invisibilizada nuestra historia negra. El Club del Espendrú es una reivindicación de esos hombres y mujeres negras que también pusieron su grano de arena en la historia y que no están en nuestros libros de historia ni en nuestros saberes.
Tenemos una “Escuela de Saber Afrodescendiente”, también una línea de capacitación de mujeres, que ayudamos a empoderar desde la economía social y solidaria, para que ocupen esos espacios que, de alguna manera,  están subvalorados y en desventaja con respecto a otros estratos sociales, dándoles herramientas para su empoderamiento económico y también social.

- Eres impulsora del feminismo negro, ¿por qué es necesario?

- En primer lugar, porque cuando se habla de feminismos se está hablando de un feminismo global, y los feminismos hay que particularizarlos para identificar la problemática específica de cada grupo de mujeres.
Tendríamos que hablar de un feminismo indígena, de un feminismo africano, de un feminismo asiático, y por tanto hay que hablar de un feminismo negro. Pero contextualizado, según la experiencia de cada grupo de mujeres. Tampoco podemos hablar de un feminismo negro en general, porque mi feminismo negro no es el mismo que el de EEUU, por los contextos históricos diferentes que hemos vivido.
Sí que hay que hablar de feminismo negro, porque lo que pasa con la comunicación y con la historia, es parte de la subvaloración y de la invisibilización de la mujer negra y también de que, cuando miramos, pensamos que todas las mujeres tienen los mismos problemas.
Hoy puedes hacer un ejercicio y preguntar a cada una de estas mujeres cuál es su problemática y ninguna te va a decir lo mismo, incluso en un mismo grupo, por eso no se puede hablar de un solo feminismo. Por eso hay que rescatar, reivindicar lo que aportaron las mujeres negras al movimiento feminista.

- Hablas sobre la utilización de la imagen de la mujer negra también en Cuba, para promocionar el turismo, por ejemplo, o sobre las imágenes que se venden en los mercados de artesanía. ¿Qué análisis haces a partir de estos ejemplos?

- Una de las misiones de nuestro proyecto es la de descolonizar la imagen. Los talleres que hacemos de peinados afro son un ejercicio de capacitación, pero también de descolonización de la imagen, es decodificación de esa imagen eurocentrista, de la mujer “bonita”, de pelo caucásico lacio, de piel blanca, de una serie de códigos que nos han impuesto y que la sociedad transmite. Es lo que nos enseñaron en las escuelas, con eso nos criaron, con que nuestra imagen no es bonita, y que mi boca no es una boca sino una bemba, y que mi color no es bonito.
En mis charlas proyecto imágenes de turismo, con mujeres negras de labios extremadamente pronunciados, con glúteos exagerados, con senos en desbandada. Ese tipo de imagen hay que deconstruirla, hay que acabar con ella. Y llevamos años trabajando en esto, pero vas a cualquier mercado de artesanía y eso es lo que te vas a encontrar. Hemos logrado que se hagan otro tipo de muñecas, hechas por mujeres artesanas y negras, que antes hacían ese tipo de muñecas porque -te decían- “hay que comer”.
Hay que concienciar, hacer ver a esas mujeres que esa imagen no es nuestra imagen, que es un irrespeto, y cuando ellas toman conciencia de eso, revalorizan también su arte. Además, las muñecas negras se han dejado para el tema de la religiosidad, porque las han puesto tan feas que, para lo lúdico, ni se ven muñecas ni muñecos negros. Esta es una forma de que la muñeca negra vuelva a adquirir espacio en el mundo lúdico, que el niño o la niña jueguen con muñecas negras. Si solo juegan con las Barby, ¿cómo no van a querer estirarse el pelo cuando crezcan?
Las niñas negras juegan con muñecas rubias y eso no está mal, pero también tienen que jugar con muñecas que se le parezcan a ellas, a sus tías, a sus tíos. De eso se trata, de deconstruir esa imagen colonial, que es fortísima.
Igual que cuando le enseñan al varón, tú eres varón y juegas con el martillo, son códigos que se enseñan, no nacemos siendo bonitos ni feos, es la sociedad la que nos enseña lo que es bonito y feo y en ese código social de belleza, lógicamente, no estamos las mujeres negras.

- ¿Qué papel pueden jugar los medios en concienciar, en educar, en corregir esta situación?

- Los medios juegan un papel fundamental, y lo primero que tienen que hacer es concienciarse ellos mismos de por qué hay que deconstruir esas imágenes, de por qué hay que desaprender aprendiendo, de por qué hay que aceptar otros iconos de belleza que no son los eurocéntricos, de que cada persona tiene su propia belleza, que las mujeres negras, con sus variabilidades, no tienen por qué ser como las mujeres blancas, porque también vemos a esa mujer negra que es una Barby negra.
No vemos personas negras en los principales programas televisivos, en los principales noticieros, aunque se haya avanzado, sin duda. Te puedes sentar frente a la televisión cubana y ver los ocho canales, y sacar tú la estadística de cuantas mujeres y hombres negros aparecen. O los videoclips, donde se degrada a la mujer, o en los que se presenta solo un tipo de mujer. Es claro que la comunicación tiene que trabajar para reestructurarse, no para cumplir las estadísticas, sino para concienciar y transformar. Para que las personas que dirigen la programación tengan conciencia, y no necesariamente deben ser personas negras.

 

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