Misión Verdad - Video: Hispan TV.- Se cumplió lo previsto por las encuestas de las últimas semanas: Gustavo Petro es el presidente electo de Colombia. La coalición Pacto Histórico (PH) logró una victoria sin precedentes para una formación política de corte progresista, en un país minado por la violencia generada por el conflicto social y armado de varias décadas.


Junto a Petro, llega a la vicepresidencia la primera mujer afrocolombiana oriunda de la clase trabajadora, Francia Márquez, quien ha amalgamado una representación de diferentes sectores populares, entre los más excluidos históricamente en el país.

Esta fórmula política sin duda contrasta con las figuras que han dominado el gobierno nacional durante los 200 años de historia republicana colombiana (luego de la separación de la nación bolivariana), como bien lo refirió Márquez en su discurso de este domingo 19 de junio.

En la primera vuelta electoral, el 29 de mayo pasado, el PH logró 8 millones 527 mil 768 votos (40,32% del total). En la segunda vuelta, recopiló 11 millones 281 mil 13 votos (50,44%), aumentando su caudal con 2 millones 753 mil 245 votos más a favor.

El partido Liga de Gobernantes Anticorrupción (LIGA), liderado por Rodolfo Hernández y Marelen Castillo, logró, en primera vuelta, 5 millones 953 mil 209 votos (28,15% del total). Para la segunda vuelta incorporó 4 millones 627 mil 203 más para llegar a un total de 10 millones 580 mil 412 votos (47,31%).

Fue decisivo el apoyo de otros candidatos a Hernández y Castillo que no pasaron a segunda vuelta en mayo para lograr adherir, sin embargo, insuficiente para lograr revertir una tendencia muy clara a favor del PH.

Cabe destacar que el uribismo en pleno no salió a votar a favor de LIGA, si tomamos en cuenta que la dupla Federico Gutiérrez-Rodrigo Lara había logrado 5 millones 58 mil 10 votos en la primera vuelta. La clara abstención por parte de los seguidores del Centro Democrático y de otros partidos aliados del uribismo a favor de la candidatura del "ingeniero" Hernández allanó el camino para la victoria de Petro y Márquez.

Asimismo, el PH consolidó su candidatura durante la segunda vuelta, adhiriendo votantes en un contexto hostil en el que los medios de comunicación del establishment colombiano como Revista Semana claramente intentaron cubrir la campaña presidencial de manera tendenciosa contra Petro y Márquez.

Periferia y polarización

Otro dato importante a resaltar reside en la alta votación a favor del PH en los departamentos del Pacífico, las zonas más pobres de Colombia, víctimas de un mayor grado de violencia narcoparamilitar y donde el "paro armado" del Clan del Golfo fue protagonista en las primeras semanas de mayo.

En Chocó logró 81,94%, en Valle del Cauca 63,85%, en Cauca 79,02%, en Nariño 80,91%, en Putumayo 79.67% y en Amazonas 54,61%.

En los departamentos del norte colombiano (Córdoba, Sucre, Bolívar, Atlántico, Magdalena y La Guajira) consolidó más del 60% de los votos menos en Cesar, donde ganó con 53%. También logró una alta votación en Vaupés (74,03%) y Guainía (52,51%), en el suroriente del país. En Bogotá obtuvo el 58,59%.

La imagen es clara: donde la derecha y la ultraderecha colombiana ha dominado no hizo mella la candidatura del PH, mas sí hubo gran convocatoria a su favor donde el conflicto social y armado y las economías criminales prevalecen y afectan en mayor medida, salvo en Antioquia, Arauca, Norte de Santander, Caquetá y Guaviare.

Esto ya de por sí asoma un mapa de polarización bien marcada, que también se verá manifestada en el panorama de gobernabilidad debido a un Congreso fragmentado en el que se buscará sellar las alianzas existentes durante la campaña electoral.

Los programas sociales y económicos que el PH pretende aplicar muy probablemente se verán contrarrestados por una porción parlamentaria donde destacan los políticos del establishment tradicional colombiano, afectos por ideología e intereses a las prerrogativas oligárquicas y uribistas.

La polarización se profundizaría con el papel de los medios hegemónicos de comunicación y propaganda nacionales, que ya eligieron el bando ahora opositor desde los comienzos de la campaña presidencial, incluso desde antes.

Las políticas de Petro-Márquez en torno a la histórica violencia y la seguridad, el tributo fiscal, la economía productiva, entre otros temas, serán altamente intoxicados en el ámbito mediático y debatidos con ruido y airosidad en el Congreso, pues las propuestas del PH difieren críticamente de las acciones gubernamentales durante las últimas dos décadas de uribismo.

Un punto crucial es el del cumplimiento de los Acuerdos de Paz, saboteados y vapuleados por la presidencia de Iván Duque y sus acólitos políticos y mediáticos. Además, la propuesta de llevar a cabo conversaciones para el cese del conflicto armado con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la principal guerrilla en actividad, completaría un ciclo de aspiraciones a la paz y la seguridad que los bandos opositores no querrán ver consolidado.

De acuerdo a un informe de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), el 37% del territorio colombiano está minado de la presencia de grupos armados, tanto guerrilleros como narcoparamilitares. Debido al "fortalecimiento" y "expansión" de este escenario en los últimos cuatro años de gobierno uribista, el desafío en torno a la paz y la seguridad en Colombia es de cálculos históricos, luego de siete décadas de conflicto apuntalado por el Estado.

En su discurso como presidente electo, Gustavo Petro enfatizó el deseo de llevar a cabo un "gran acuerdo nacional" con diferentes sectores para lograr un avance significativo en las propuestas sociales, económicas, políticas y ambientales del PH. Además, invitó al diálogo con sus adversarios políticos. Está por verse la reacción a mediano y largo plazo de sus contrapartes.

Las relaciones internacionales y el panorama continental

De antemano, Petro había anunciado que en su gobierno se reanudarían las relaciones con Venezuela, rotas desde 2019, en los ámbitos diplomáticos y comerciales.

La iniciativa está en la Casa de Nariño, pues el gobierno de Iván Duque destrozó toda cooperación con el Palacio de Miraflores debido al apoyo colombiano del "Proyecto Guaidó" de Estados Unidos.

Bogotá ha sido acusado en múltiples oportunidades de haber colaborado en operaciones de cambio de régimen contra el gobierno de Nicolás Maduro, incluidas la llamada Batalla de los Puentes en 2019 y la Operación Gedeón en 2020. Además, el territorio colombiano ha servido de refugio y sede conspirativa para prófugos de la justicia venezolana por crímenes relacionados a la política, la economía y la seguridad como Julio Borges.

De allí que el PH tiene una tarea pendiente en lo inmediato que cambiaría la manera en que Colombia lleva a cabo sus relaciones internacionales.

Sin embargo, el hecho de que dicho país tenga un lazo estrecho con la política exterior y militar de Estados Unidos no puede correlacionarse con las altas expectativas que tienen algunos sectores progresistas en Nuestra América en torno a la nueva presidencia colombiana. Si bien Petro y Márquez representan a una izquierda saludada por otras personalidades continentales de la misma tendencia política-ideológica, como Lula da Silva (Brasil), Luis Arce (Bolivia) y Xiomara Castro (Honduras), la polarización y la adversidad en la futura gobernabilidad juegan un papel político preponderante que no se puede desmeritar.

Los acuerdos en materia económica-financiera-comercial, militar y geopolítica de Bogotá con Washington no pueden lesionarse sin que haya un sisma importante en el próximo gobierno de Petro, sobre todo teniendo en cuenta que ese país es "socio global" de la OTAN, sin mencionar los intereses de grupos locales que son abiertamente partidarios del buen ecosistema de relaciones entre Estados Unidos y Colombia.

Los pasos que dará la nueva administración en torno a las relaciones con Cuba, Nicaragua y Venezuela serán el punto de inflexión (si ha de haberlo) en torno a la política exterior del PH, en un escenario donde se pretende apartar política e ideológicamente a los países promotores del ALBA-TCP, la CELAC y UNASUR como una izquierda distinta ("la troika de la tiranía", así bautizada por el guerrerista estadounidense John Bolton) al "nuevo progresismo" que representan Alberto Fernández, Gabriel Boric y el mismo Gustavo Petro.

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