Marina Menéndez Quintero - Juventud Rebelde.- Juárez, ceñudo, y el tranquilo rostro de Martí, cada uno escoltado por su bandera, le contemplaban desde un pedestal cada mañana mientras estudiaba en la biblioteca del abuelo.

Después llegó el temprano encuentro con Chibás la tarde en que el papá —advirtiendo ya, quizá, la madera del hijo— le invitó, cómplice y entusiasmado: «¿Quieres conocer a un político cubano?».


Silencioso como le recomendara el padre, sentado ante el escritorio donde fingía leer, Mario Renato Menéndez era entonces un pequeño de apenas ocho años atento a cada movimiento; impresionado por la vehemencia con que conversaban su abuelo y aquel hombre «bajo, de punta en blanco y escaso pelo, con espejuelos de fondo de botella».

Se le quedó grabado aquel episodio y por mucho tiempo fue una interrogante para él; sobre todo cuando descubrió el mismo rostro en la pared de la oficina, en una foto...

«Luego me enteré que Eduardo Chibás venía a Mérida con cierta frecuencia... Cuando murió, en el Diario de Yucatán de aquel entonces que dirigía mi abuelo, Carlos Menéndez, hubo duelo».

¿Cuánto de su historia y la de sus antepasados pueden haber influido en él? En mayo de 1894, el Martí que aunaba voluntades entre la emigración para desatar la Guerra Necesaria, le escribe una dramática carta a su tío-bisabuelo, el cubano Rodolfo Menéndez, llegado a Yucatán junto a su bisabuelo Antonio para evadir la persecución de España.

Educadores y luchadores independentistas ambos, fundarían en la península mexicana un club en busca de fondos para la manigua. «La posesión de Cuba, Menéndez, cambiaría el mundo», le advierte el Apóstol a Rodolfo. «Me ofreció una vez su casa. Ahora se la pido. Si no tiene más que ella, déla». Y dicen los historiadores que aquel la vendió...

Apenas un año antes, el exilio yucateco le había propinado a Rodolfo la pérdida de Libertad, «La hija de un bueno», como titularía Martí su crónica en Patria, y con la que dio el pésame al amigo: «...se plegó el lirio, y murió envuelto en sus hojas (...) No llore el padre. Los buenos no mueren».

En uno de esos escasos tiempos libres que pareciera nunca tener, Don Mario —como los trabajadores del diario Por Esto! llaman con respeto y cariño a su Director General—, puede ser lo mismo un látigo que fustiga si se adentra en política, que un interlocutor ameno de cuya mano se transita por momentos del devenir de la Isla y de su Yucatán natal, enlazados en su vida como lo están en la historia.

"Nací con la Revolución Cubana, crecí con la Revolución Cubana y no todos tienen ese privilegio», asegura.

Sin embargo, en sus ligaduras con la Isla hay raíces que no se podrían adivinar solo al apreciarle la admiración por Fidel; o cuando se comprueba que la actualidad de nuestro país es tema cotidiano en su periódico, abordado allí con esa mirada limpia y cada vez más rara en este mundo de la desinformación y el monopolio de los medios.

Fue ese respeto a la verdad el que dio notoriedad a Por Esto! en Cuba cuando, en marzo de 2005, el periódico reveló el paso de Luis Posada Carriles por Quintana Roo luego del oprobioso indulto de la ex presidenta panameña Mireya Moscoso, y que sustentó la ilegal entrada del terrorista, por mar, en el Santrina, a Estados Unidos.

Pero —y es preciso aclararlo de inmediato—, la brújula de Mario Renato Menéndez no está orientada por un norte de simpatías asentado en el hecho de que haya vivido algunos años aquí; ni por los antiguos y fuertes lazos filiales que también le emparentan con nuestra tierra.

Se trata de un apego a la justicia y la dignidad que él ha convertido en canon de su periodismo y, más que eso, en filosofía cuyo respeto le ha puesto en juego la integridad física. Cuatro veces han intentado acallarlo mediante la muerte o el secuestro.

La autenticidad

El respeto a ese principio le ha hecho tomar decisiones que labraron su destino.

Era aún muy joven cuando descubrió que la alta jerarquía católica de Yucatán estaba gobernada por la oligarquía local y encubría a «los despojadores de la riqueza henequenera» y la explotación del campesino. Él, quien «siempre había querido ser un auténtico cristiano», rompió con la Iglesia. «Esto no es auténtico, se dijo, y quedó sumido en profunda crisis existencial de la que emanaría un libro que tocó las conciencias de la sociedad local de la época: Yucatán, el genocidio».

En medio de ese encuentro con su conciencia, un amigo lo persuadió de que no podría entender los problemas del pueblo dentro de los límites de su formación, por su procedencia burguesa. Entonces estudió «la Economía de la dialéctica materialista».

Uno de sus más importantes trabajos de investigación lo publicó en Excelsior para revelar, precisamente, la realidad del campo yucateco 20 años después de la reforma agraria. Lo motivaba la equivocación «de muy buena fe» en que había incurrido el entonces presidente Lázaro Cárdenas, al intervenir durante una cena con directivos de los principales medios capitalinos de prensa en que externó una visión «alejada de la realidad que le habían dado desde Mérida». Y Cárdenas —hace la salvedad— «siempre estuvo muy identificado con los campesinos».

Su paso por la revista mexicana Sucesos proveyó a la publicación de los primeros reportajes sobre la guerrilla guatemalteca en los tiempos de Luis Augusto Turcios Lima y Marco Antonio Yon Sosa, allá por los años 60. Dirigió luego el semanario ¿Por qué?, e hizo de este una tribuna que marcó pauta cuando tuvieron lugar en México los acontecimientos conocidos como la Matanza de Tlatelolco. Al fundar Por Esto! después, estaba ratificando que su actitud de combate seguía siendo la misma.

«Soy hijo de la revolución»

Sentado frente a la computadora en el despacho atestado de libros desde donde dirige el rotativo hoy, Mario R. Menéndez maneja los hilos de un diario que aprendió a autosustentarse y prescindir de la propaganda comercial.

Lograrlo debió resultar todo un reto y una heroicidad en materia financiera, pero le ha dado lo que considera «el sueño de cualquier periodista»: «la independencia económica» que «permite a Por Esto! circular libre de cualquier tipo de ataduras.

"Nosotros no negociamos con los intereses del pueblo», asevera.

No es difícil que, si el visitante es cubano, lo reciba en su oficina con algunos tomos de las Obras Completas de Martí, y lea con emoción y orgullo la carta del Apóstol a su tío-abuelo Rodolfo.

En la antesala hay cuadros con los rostros de Martí y Juárez «mis pilares ideológicos», la inmortal foto de Camilo y Fidel a la entrada a La Habana, los rostros de Lenin y el Che, y óleos entre los que destaca el que muestra a un grupo de hombres cosiendo varias banderas latinoamericanas...

Una sola entre las instantáneas reproduce uno de los momentos más importantes vividos por él. Desprovisto de la guayabera blanca con que es habitual verlo ahora y que constituye el atuendo típico de Yucatán, resulta fácil reconocer a Mario Renato Menéndez con pantalón verde olivo y botas de campaña junto a Fidel... aunque hayan transcurrido 40 años desde que se tomó la gráfica.

El encuentro se produjo en 1966, y se afirma que fue la primera entrevista realizada por un periodista latinoamericano al Comandante en Jefe después del triunfo revolucionario.

Aquel, recuerda, fue un largo intercambio de varias semanas cuya edición inundó las páginas de Sucesos. Con ella Mario saldaría la que él consideraba «una deuda» con la Revolución vigente, desde que, por el año 1960, recibiera en Mérida la invitación del Che a recorrer la Isla, que el Guerrillero Heroico le formulara luego de leer dos artículos suyos, escritos a distancia, sobre Cuba.

«De allá empezó todo, explica. Y en la medida en que uno profundiza en el proceso revolucionario cubano, en la medida en que uno entra en contacto con la población, con el pueblo, con su política exterior y su entrega a las causas más justas, en esa misma medida uno se compromete también. Por eso digo que yo soy hijo de la Revolución Cubana, y siempre trataré de ser consecuente con ella».

"Lo que más necesitamos es solidaridad»

Muchos años después de los inicios en aquel Diario de Yucatán donde vio a Chibás conversando con su abuelo, Mario sigue teniendo como un pilar eso que ha sido guía de su ejercicio profesional: el ‘periodismo auténtico’.

Define el término como «un esfuerzo permanente por reflejar la realidad objetiva: todo lo que es político, económico, cultural, espiritual... Significa que no se oculta nada, que se está en defensa permanente de los oprimidos y del pueblo».

Es esa la óptica que lo ha llevado por las localidades de Yucatán y de Quintana Roo —donde circula Por Esto!—, para convocar a asambleas populares donde recoge el sentir de los pobladores, que vuelca luego en el diario. El ‘periodismo auténtico’, afirma, lo convierte también en un defensor «del Estado mexicano, del trabajador».

Lamenta que en el agro yucateco, antes poderoso en virtud de la industria henequenera aunque «con injusticia social», enfatiza, también se hayan perdido rubros como el ganadero y la producción de leche. «Todo se fue a bolina», afirma, y considera dramático que esa depredación haga que el campesino emigre, y haya «poblaciones enteras donde ya no hay hombres. Unos se van a la Riviera maya, a la construcción. Otros corren el riesgo de irse a EE.UU».

También le duele que la tierra no sea ya de los descendientes de aquellos que construyeron enormes edificios como Chichén Itzá, cuya nominación como nueva maravilla del mundo considera solo «una maravilla comercial» que beneficia a un multimillonario suizo y a quienes, «por 10, 20, 50 y 80 centavos mexicanos el metro cuadrado», se apropiaron de la tierra donde se asentó la civilización maya. «Es un despojo total», asevera.

Estima que la credibilidad de la que goza Por Esto! se fundamenta en ese afán de justicia, causa de no pocos peligros para un periódico que a muchos puede resultar «incómodo».

Para los cubanos, la denuncia del paso de Posada fue una importante contribución en el vigente reclamo de justicia. Pero Mario no acepta reconocimientos.

«Los agradecidos somos nosotros, lo digo en serio», afirma, y enaltece la solidaridad recibida desde la Isla; tan necesaria en un momento, comenta, en que «al periódico lo estaban acosando con violencia inusitada».

«Cuando la Revolución Cubana hace la denuncia y expresa su agradecimiento —que no tenía por qué hacerlo—, fue nuestra salvación».

Más de uno de sus reporteros, e incluso él, han denunciado amenazas de muerte, y en el año 2006, dos artefactos explosivos estremecieron la sede del diario.

«Por eso, lo que más necesitamos es solidaridad. Eso es lo que más necesitamos», reitera.

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