Pedro de la Hoz - La Jiribilla.- No doy noticia alguna al decir que Álvaro Vargas Llosa no nos quiere, ni falta que nos hace. Que el pasado 9 de julio haya sido designado para abrir uno de los tantos y menguados, aunque muy publicitados, foros anticubanos que el Partido Popular español, la Fundación Hispanocubana (bajo el disfraz de la Fundación Iberoamérica Europa) y la mafia floridana de origen insular (lo de mafia no es exageración, sino el nombre propio de quienes organizan fuerzas paramilitares y atentados contra civiles), encaja en el perfil del hijo de Mario Vargas Llosa como anillo al dedo.

Que Alvarito haya aplaudido la genial idea de Jorge Monagas, un clon de Aznar y los Díaz Balart en el seno del PP, de convertir a la Embajada de España en La Habana en una sucursal de la Oficina de Intereses de los EE.UU. en la capital cubana —Monagas pidió al gobierno de zapatero que “dejara usar los servicios de Internet de la embajada a los disidentes (léase mercenarios) cubanos”—, no es algo ajeno a su modo de pensar. Tampoco que se haya deshecho en llanto ante la suspensión de las sanciones que la Unión Europea nunca debió haber adoptado contra Cuba, para seguirle el juego a Washington y a su propia arrogancia. 


Lo curioso está en que por esos mismos días, el mismo indignado coautor del Manual del perfecto idiota latinoamericano, que exigió a Europa “mantener la presión sobre Cuba y no dar señales de apaciguamiento”, justificó la ya tristemente célebre Directiva Retorno aprobada por la UE para criminalizar a los inmigrantes.
 
En un artículo titulado “El miedo de Europa”, profusamente difundido por la empresa Washington Post Writers Group, se mueve sinuosamente entre dos aguas: de una parte trata de conjurar ese miedo haciendo ver a los europeos que, los inmigrantes contribuyen al crecimiento de las economías locales, que en propiedad no le roban empleo a los nativos, y que, como “la cultura es porosa”, es dable asimilarlos a la civilización europea.
 
Pero por otra asoman falaces argumentos muy propios de su cosecha. Si por un lado admite haber “visto a grupos de europeos atacar a inmigrantes indefensos con saña e incluso inmigrantes europeos”, aunque, claro está para él que “esos matones no son, me atrevo a sugerir, el sumum de la cultura occidental”, por otro afirma que “los brotes de violencia en los guetos que rodean París son acaso el mejor argumento para desmontar el Estado del Bienestar que ha anestesiado a la economía europea. Mientras que la carga impositiva y el clima regulatorio entorpecían la creación de empresas y empleos, el Estado del Bienestar francés otorgaba a muchos inmigrantes educación gratuita, servicios de salud gratuitos, subsidios de desempleo y la promesa de una pensión no ganada. Al darles dádivas y negarles la posibilidad de un trabajo, el sistema engendró dependencia y resentimiento, semillas de las que brotó la violencia”.
 
He aquí la verdadera naturaleza del ponente: la culpa la tienen las políticas sociales del Estado. Al inmigrante no se le pueden dar “dádivas” ni “pensiones no ganadas”: si llegan a Europa, deben ajustarse a las feroces leyes del mercado, de la mano de obra barata, que, como se sabe, no garantizan ni salud ni educación ni cultura ni seguridad social. El inmigrante debe trabajar de luna a luna en los campos donde los europeos no quieren trabajar, limpiar la mugre que los europeos no quieren limpiar, y prostituirse en los burdeles donde las europeas no quieren ofrecerse, y por demás, ser agradecidos. La violencia del mercado, en su lógica perversa, haría menos violentos a los inmigrantes. Y más culpa, según Alvarito, la tendrían los órganos represivos, pues la amenaza “solo podría venir de la incapacidad de las autoridades para aplicar la ley”. 

Este Vargas Llosa se cuida de no sancionar la Directiva Retorno, dado que le parece no adecuarse a “lo que cabe esperar de un continente que se ve a sí mismo como la cúspide de la civilización”, pero aclara que “es injusto exigir a gobiernos europeos que rinden cuentas a sus opiniones públicas, que actúen como si ese instinto (de preservación) no existiera en sus sociedades”.
 
Desde Washington, donde es arropado como tanque pensante del derechista y neoliberal Centro para la Prosperidad Global, no se puede pensar de otra manera. Alvarito debe pagar con sus argumentos justificatorios la nominación como Líder Global Joven del Año, con que el Foto de Davos en 2007 reconoció sus servicios a favor de los poderes hegemónicos.
 
Quizá sea hora de que aquellos que alientan y pagan estos servicios se den cuenta del fracaso intelectual del hijo de Vargas Llosa. A raíz del reciclaje de El perfecto idiota hace dos años, el periodista argentino Hugo Pressman observó: “Si el primer engendro fue posible al calor de las políticas neoliberales de devastación, el segundo sale a la luz cuando las consecuencias de la aplicación de las imposiciones del Consenso de Washington, de liquidación del Estado, privatizaciones, apertura indiscriminada de las economías latinoamericanas, distribución regresiva del ingreso, incremento obsceno de la pobreza y la indigencia, debería llevar a estos autores bien pagos adoradores del Dios Mercado a un saludable silencio”.
 
Y un militante católico peruano les hizo llegar este recordatorio: “Jesús llega a la sinagoga y lee un pasaje bíblico: "El espíritu del Señor está sobre mí; Él me ha ungido para traer buenas noticias a los pobres, para predicar la liberación de los oprimidos, para traer salud a los enfermos, luz a los ciegos…" (San Lucas, IV, 17).

Una lectura que no vendría mal a quien ejerce con la bendición de su padre y de las fuerzas retardatarias a escala global el triste papel de desvirtuador de realidades.
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