Jean Guy Allard - Granma.- El crimen hizo todas las primeras planas del mundo. Era la primera vez en 35 años que se asesinaba a un diplomático extranjero asignado a la sede de las Naciones Unidas en Nueva Cork, desde la propia creación de la organización.

El Secretario de Estado norteamericano denunció el asesinato y ofreció oficialmente sus pesares al Gobierno de Cuba. "Esto es una nación de Leyes", dijo y añadió: "Condenamos el terrorismo bajo todas sus formas y estamos enfrascados en su erradicación".


Era el 11 de septiembre de 1980. El Secretario de Estado era Edmund S. Muskie y el Presidente, Jimmy Carter. La muerte de Félix García Rodríguez había creado una inmensa conmoción entre todo el personal de las Naciones Unidas y el propio Secretario General Kurt Waldheim manifestó su profunda preocupación.

Donald F. McHenry, el Embajador de Estados Unidos ante la ONU, calificó el atentado de "acto cobarde", mientras se ordenaba a todos los servicios de investigación, desde la policía de Nueva York hasta el FBI, buscar y capturar a los autores del crimen.

El FBI anunció de inmediato a la prensa que se rastrearía a Miami, Union City (Nueva Jersey), Los Angeles y San Juan, en Puerto Rico, en búsqueda de sospechosos entre los miembros de los círculos más identificados a la violencia contra Cuba.

Se creó una línea de teléfono especial con el número 520-9200 dedicada exclusivamente a este caso.

En una llamada a la agencia de prensa AP, un interlocutor anónimo reivindicó el crimen a nombre de "Omega 7", calificó a la víctima de "comunista" y se tomó el tiempo de precisar que la próxima víctima sería otro cubano, el embajador Raúl Roa, deletreando el nombre.

En marzo de ese mismo año, el FBI había declarado a Omega 7 "la organización terrorista más peligrosa del país". Ya se sabía que sus miembros radicaban en la región de Nueva York y en la parte norte de Nueva Jersey.

Dos días después, el FBI y la policía neoyorquina anunciaban conjuntamente la apertura de otro número de teléfono, este de acceso gratuito para todo el país, el 1-800-522-1899. Y cientos de folletos fueron distribuidos a los automovilistas, en la propia esquina del crimen, solicitando testimonios a los choferes acostumbrados a usar esa misma trayectoria.

Las circunstancias de ataque fueron rápidamente establecidas: ese día, a las 6:30 P.M., Félix García se dirigía desde el barrio de Queens rumbo a la representación diplomática cubana de Lexington Avenue donde residía, en Manhattan. Manejaba un Pontiac Grand Safari 1979, en Queens Boulevard, a la altura de la 58th Street, a unas 30 millas por hora. Alcanzado por un proyectil que se introdujo por el hombro para luego perforar la base del cráneo, el joven funcionario cubano cayó sin vida sobre el timón mientras el vehículo atravesaba una estación Texaco para luego chocar contra un Volkswagen de color azul.

Pero de sospechosos, nada.

UN INFORME DEL FBI LO CUENTA TODO

Todos los detalles anteriores provienen exclusivamente de las ediciones del New York Times para los días 12, 13 y 14 de septiembre de 1980.

Lo que seguirá se encuentra detalladamente expuesto en un informe oficial del FBI, fechado el 29 de octubre 1993, ahora publicado en www.cuban-exile.com, un sitio web de Miami donde aficionados al terror archivan documentos e informaciones vinculados a la mafia cubanoamericana.

Este increíble texto redactado por un oficial anónimo del cuerpo policíaco federal, explica cómo en diciembre de 1980, poco después de una atentado ocurrido en el consulado cubano de Montreal, en Canadá, son interceptados mientras intentaban introducirse clandestinamente en Estados Unidos, los cubanoamericanos Pedro Remón y Ramón "Ramoncito" Sánchez.

Los servicios de inmigración no detuvieron a los dos individuos, pero sí informaron al FBI del acontecimiento. Este laxismo queda por explicar: el atentado de Montreal acababa de ocurrir y Sánchez Rizo era ya conocido en Miami, donde radicaba, por su propensión a justificar los actos de terrorismo.

Según el documento, los investigadores del caso Omega 7, en Nueva York, empezaron por ahí a penetrar el misterio que rodeaba entonces al grupo de delincuentes.

Primero vincularon a Remón, entonces radicado en Newark, New Jersey, a Eduardo Arocena, que encabezaba la pandilla usando el nombre "Omar", y sus cómplices Andrés García y Eduardo Fernández Losada.

Se descubrió que Remón se encontraba "en frecuente contacto telefónico" con Arocena, muchas de sus llamadas fueron situadas en el momento de los distintos crímenes de Omega 7.

Más aún —y ahí aparece Remón amarrado al caso Félix García—: "chequeos y entrevistas en agencias de alquiler de carros del Aeropuerto Internacional de Newark revelaron que Arocena y Remón alquilaron carros poco antes de varios crímenes de Omega 7".

Y se determino que uno de estos carros recibió una notificación de infracción de parqueo… justo frente a la Misión cubana ante la ONU, el propio día del asesinato de Félix García Rodríguez. El colmo: Arocena pagó la multa con un cheque personal.

Los investigadores necesitaron casi dos años para convocar —sin detener a ninguno— a Arocena y otros sospechosos, el 2 de septiembre 1982, ante un Gran Jurado donde todos, salvo Arocena, invocaron la Constitución para quedarse callados. Arocena, por su parte, afirmó que no solo no tenía vínculo con Omega 7 sino que no sabía nada del grupo "aparte de lo que había leído en el periódico"

El FBI, siempre según el informe, aprovechó el momento para proponerle convertirse en informante.

Funcionó. Por lo menos por un tiempo.

AROCENA SE PONE A HABLAR

El 24 de septiembre, Arocena contactaba a los investigadores. Durante unos días, contestó a las preguntas sobre todos los aspectos del funcionamiento del grupo, hasta que el 1º de septiembre llamó a sus interlocutores para anunciar que iba a desaparecer.

Pero ya había hablado mucho. Y entre sus declaraciones, identificaba de manera firme a Pedro Remón como el tirador en el asesinato del diplomático García, añadiendo que el sicario era también quien había ejecutado el 25 de noviembre anterior al activista pro-cubano Eulalio Negrín ante su hijo de 13 años. Dio un detalle más: ambos hombres habían sido asesinados con la misma ametralladora de tipo MAC-10.

Curiosamente —el informe no deja más detalles— es este mismo día 24 del contacto de Arocena con el FBI, donde Remón y Eduardo Losada Fernández , fueron arrestados en la localidad de Belleville, New Jersey, mientras robaban un carro con la intención de cometer otro atentado, esta vez contra Ramón Sánchez Parodi, jefe de la Sección de intereses cubana en Washington.

Parece increíble pero, aunque identificado por Arocena como el asesino de Félix García, Remón se quedo en libertad.

Fue finalmente arrestado de nuevo, en Miami, el 2 de octubre, donde vivía en un apartamento situado en 200 West Park Drive. Esta vez se le exigió de fianza un millón de dólares, es decir, suficientemente alta para que se quedara tranquilo.

A Remón y tres cómplices, se les acusó entonces, no del asesinato de Félix García, sino de un atentado fracasado, ocurrido dos años antes, contra Raúl Roa.

Fugitivo, Arocena fue ubicado el 22 de junio siguiente y llevado a juicio. Sigue encarcelado… no se juega con el FBI.

Habrá que esperar a septiembre de 1983, para oír al agente del FBI James R. Lyons, compareciendo como testigo, contar ante un tribunal cómo Arocena le había confesado que Pedro Remón había asesinado a Félix García.

Fue finalmente el 9 de septiembre de 1985, casi a cinco años del crimen que había estremecido a Nueva York, que se pudo ver, por fin, a Remón acusado de aquel asesinato ante un tribunal penal, junto a Andrés García, de Elizabeth, N.J., y Eduardo Losada Fernandez, de Newark.

El 7 de febrero de 1986, Remón, después de negarse constantemente a colaborar con las autoridades, sin nunca admitir que era miembro de Omega, reconoció su culpabilidad de acusaciones de conspiración ante un juez complaciente. Se salvó con una sentencia de las que el imperio reserva a sus amigos.

El 14 de diciembre de 1990, estaba ya en la calle, listo para seguir con sus planes asesinos.

En noviembre del 2000 fue arrestado en Panamá junto a Luis Posada Carriles mientras preparaba la destrucción con explosivos del anfiteatro universitario donde iba a hablar Fidel Castro y que hubiera costado la vida también a miles de estudiantes panameños.

Fue liberado en agosto del 2004, indultado por la presidenta mafiosa Mireya Moscoso, regresó a Estados Unidos sin problema alguno, y desde entonces sigue predicando el uso del terror en reuniones públicas de Alpha 66.

Ahora ocurre que el Tribunal Supremo de Panamá determinó que su liberación, al igual que la de Posada y sus demás cómplices, los connotados terroristas Guillermo Novo Sampoll y Gaspar Jímenez, fue anticonstitucional. El gobierno panameño solo espera una solicitud de su Fiscalía penal para reclamar su extradición a Estados Unidos y que siga cumpliendo su sentencia por terrorismo en tierra panameña.

Una pregunta entonces:

¿Mientras pretende mantener a Posada en territorio norteamericano al dilatar su caso migratorio, a qué nuevo subterfugio recorrerá Bush para salvar a Pedro Remón y sus cómplices? ¿Evitarán una vez más el Departamento de Justicia, el FBI y la CIA, un justo castigo para sus crímenes al asesino del diplomático Félix García?

Contra Cuba
William LeoGrande, decano emérito de la Facultad de Asuntos Públicos de la American University en Washington, D.C. Foto: American University Washington DC....
A continuación, la denuncia de la Asociación Nacional de Amistad Italia-Cuba y de AICEC (Agencia para el Intercambio Cultural y Económico con Cuba)....
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