Ariel Pazos Ortiz - CubaSí.- ¿Ha visto alguna vez un show de Otaola? ¿Y algún video del youtuber Ultrack? ¿Nunca ha escuchado a uno de estos u otros influencers arremeter desde sus plataformas contra Cuba hasta la histeria?


Probablemente sepa de lo que le estoy contando, si ha escuchado a amigos o familiares conversar sobre algún programa donde Otaola ofende a Haila por no atacar al socialismo, o algún otro en el que prácticamente le fabrica un pedestal a Yotuel por Ojalá pase, su tema musical repleto de críticas, para muchos, exageradas.

En caso de que haya visto en más de una ocasión a Ultrack, fácilmente habrá podido percatarse de lo siguiente: el 99,9999… por ciento de su programa se fundamenta en intentar desprestigiar a la sociedad cubana, a sus instituciones, a las personas que las dirigen, en fin: amplifica todo lo malo y obvia o distorsiona lo bueno que sucede.

Ambos, y otros, utilizan las redes sociales con la intención de colocar a la gente contra su gobierno. Con cinismo pretenden hacer de cada cosa sucedida en el país un motivo para poner fin a la Revolución. No importa si ocurre algo malo, regular o bueno. Tienen la destreza de presentarlo de tal forma, que las personas que les escuchan, si no tienen información veraz y oportuna, podrían ser manipuladas, lo cual es su propósito.

Este fenómeno no es nuevo. Lo hecho y dicho por voceros como Otaola y Ultrack es, en esencia, reedición de sus antecesores. Los códigos, las tecnologías y los medios han evolucionado, pero los contenidos y los mensajes contenciosos continúan siendo los mismos.

El magnicidio consiste, por supuesto, en el asesinato a líderes políticos. Sobre qué se considera terrorismo, por otro lado, pudieran existir múltiples criterios. Sin embargo, para las Naciones Unidas, «los actos criminales con fines políticos realizados o calculados con la intención de provocar un estado de terror en la población en general (…) son injustificables en toda circunstancia, cualesquiera que sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, étnicas, religiosas o de otra índole que se aleguen para justificarlos».

No obstante, ciertos sujetos —antes y ahora— han justificado la realización de actividades de ese corte como forma para lograr cambios en el sistema cubano.

De acuerdo con las leyes de Estados Unidos, es ilegal promover y apoyar acciones violentas de esa índole. No obstante, tal como en el pasado hubo terroristas en medios de Miami orientando «alojarle una bala en la cabeza al tirano» —es decir, instando a atentados contra Fidel Castro—, en la actualidad Ultrack exhorta públicamente a liquidar con un dron a Raúl Castro. Lo mismo que Otaola, él apoya labores mercenarias dentro de la Isla, como las desplegadas por los supuestos Clandestinos.

Visto así, los instigadores de estos tiempos de Facebook, Twitter y Youtube no son más que el reemplazo de otros anteriores ya desaparecidos o pasados de moda.

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