Oni Acosta Llerena - Granma.- El llamado del Presidente cubano y su marcado énfasis, como prioridad en su programa de gobierno, de maximizar la informatización de la sociedad cubana, es un nuevo filón por donde también se nos ataca, y no de manera pareja, o justa.


Hace varios días, en mis redes sociales lancé una especie de reto, o petición, a partir de varios videos que circundan en las mismas y que tienen como epicentro a agentes de la pnr. Casi siempre esos materiales visuales pululan en páginas de abierta confrontación –no solo ideológica, sino verbal y física– contra nuestro país, y aunque son subidos desde Cuba, son rápidamente insertados en una maquinaria que trata de desprestigiar y obnubilar los logros que en materia de tranquilidad ciudadana hemos conquistado y mantenemos, a pesar de presiones y carencias.

El llamado del Presidente cubano y su marcado énfasis, como prioridad en su programa de gobierno, de maximizar la informatización de la sociedad cubana, es un nuevo filón por donde también se nos ataca, y no de manera pareja, o justa. La ampliación de la conectividad a Internet y su libre flujo han dotado al país de nuevos escenarios donde librar debates y aclarar problemas, pero también ha sido, y es, una plataforma donde muchos cubanos hemos ido plasmando nuestras visiones y, en muchos casos, debates y defensa ante posiciones –externas sobre todo– ampliamente colonizadoras que nos quieren imponer al estilo de una república bananera, pero esta vez de pensamiento globalizado e inerte.

Varias de esas diatribas provienen del ataque a instituciones, principalmente a las encargadas de preservar la seguridad y la tranquilidad de todos, piensen como piensen. Desde una riña callejera o un arresto a un presunto violador, donde quiera que intervengan las fuerzas del orden, se sacan jugosas lascas en el juego anticubano, presentándonos un falso equilibrio entre víctima y victimario, y el esquema mediático de siempre: se corrompen los papeles y se insta a manipular la opinión pública.

Nunca olvidemos dos excelentes filmes que, aunque ficción, enumeran y clasifican de forma ecuménica estos resortes desde la industria, y me refiero a El cuarto poder (Mad City) y La cortina de humo (Wag the Dog). Es decir, la manipulación política existe, con presupuestos millonarios y sutiles maneras de seducción, aunque algunos lo nieguen.

No son pocos los que, dentro del juego, alientan y aplauden, desde sus redes sociales y canales de información, actitudes incluso penadas internacionalmente por la ley ante un agente policial. Estimulan, desde una hipotética libertad de expresión, la permisividad de ofender, increpar o hasta agredir a policías, pero como fórmula solo aplicable a Cuba.

Ahora, ¿qué sucedería si alguno de esos mercaderes del mal les propinara lo mismo a agentes policiales en sus países de residencia? ¿Saben ustedes que la policía en muchos países del mundo, incluyendo ee. uu., está autorizada a disparar si se consideran bajo amenaza, por pequeña que sea? Eso que vemos en películas donde un agente se acerca con su arma apuntando a un vehículo y el conductor tiene que mantener las manos en el timón no es cuento, es real. Al más mínimo movimiento brusco o sospechoso del chofer, este será cadáver en cinco segundos. Y así, ¿el enemigo me estimula a que en Cuba se ofenda e irrespete a la policía, que le escupamos la cara solo por pedirnos la identificación o por realizar un arresto?

Aún el reto lanzado en mis redes sociales espera porque alguien que viva fuera de Cuba suba un video, uno solo, del momento en que un policía le increpe y ese alguien comience a manotearle, ofenderle, gritarle o recordarle a su progenitora. En mi petición solo he recibido pocos videos sobre violencia policial en ee. uu., bajados de YouTube y Twitter por amigos de Cuba, o interesantes y acertados relatos y opiniones de cubanos dentro y fuera del país. Pero lo que más he recibido –y he borrado a conciencia– han sido ofensas, amenazas y mucho odio de paisanos aferrados a su propia libertad y democracia, más encarcelada que ellos mismos en sus ideas frenéticas. Creo que mi reto cumplió su función: ni un solo video que demuestre que pueden hacer lo que ellos tanto incentivan a que hagamos acá contra nuestros agentes del orden.

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