Francisco Ruiz Udiel - El Nuevo Diario.- Del 28 de mayo al 02 de junio del 2007 se celebró en Cuba el XII Festival Internacional de Poesía de La Habana. El Festival fue dedicado este año a la poesía de África y de las islas del Caribe. Es viernes en La Habana y llueve interminablemente. La gente se detiene como en un cuento borgeano y uno mira pasar las líneas de la lluvia como finos trazos de gotas. El tiempo dibuja su propio rostro. Una vez que la lluvia termina, vuelve a iniciar nuevamente todo. Es como si Dios nos dejara soñar en una esquina bajo la humedad del agua. En esa esquina un africano sonríe. Bendice la lluvia. Su nombre es Odia Ofeimun. Odia significa “vivir tan firme como pilar que sostiene la casa”, y Ofeimun significa “sin miedo”. Su estancia en Cuba se debe a la celebración del XII Festival Internacional de Poesía de La Habana.


Odia nació en 1950 en Nigeria. Es hijo de un granjero y una costurera. Según María Baranda, prologuista de su más reciente obra, “Niños del estero y otros poemas”, la poesía de Ofeimun acepta el sufrimiento como condición de la existencia y el dolor como la íntima conexión entre la realidad y los sueños. También su poesía está inmersa en una cultura de rituales y conjuros como en el poema “Aterrizaje lunar”, que dice lo siguiente: “Engulle las noticias con siete granos de pimienta de lagarto, una pizca de sal, gis blanco, un grito profundo del mar”.
 
Por su parte, Odia dice que viene de un país donde siempre ha tenido problemas, aunque considera que pronto se resolverán. También dice que anhelaba mucho visitar Cuba, compartir su poesía en el Festival y conocer a otros poetas que pertenecen a su propio continente, como el caso del poeta Liman Baicha.

Liman Baicha
En el Sahara Occidental de donde es originario Liman Baicha, es frecuente un ritual llamado “La ceremonia del té”. Las personas se sientan a charlar y a tomar tres rondas de té. El primero es amargo y representa la vida, el segundo es dulce y representa el amor y el tercero es suave: representa la muerte. En esta sociedad que Liman Baicha describe como ortodoxa, ha sido necesario crear códigos y símbolos para comunicarse.

Liman fue exiliado en Cuba hace trece años cuando España se retiró del Sahara y los marroquíes invadieron su país. Por esta razón, en su poesía es notable una alegoría al exilio. Su poesía habla del drama de una persona expulsada de casa. A través de su poesía pretende dar a conocer su cultura a los lectores. Y no hay mejor forma de hacerlo que aprovechar este encuentro poético, dice.

Hoda Hussein
De igual manera piensa Hoda Hussein (Egipto, 1972), una joven poeta que se atreve a bromear diciendo que casi le faltó vender su cuerpo para estar presente en el Festival de La Habana. Su visita la aprovechó para presentar su libro “Map of the self”. Se trata de su sexta publicación. Este libro celebra un viaje a través de los cuatro elementos del universo: agua, tierra, aire y fuego. La poesía de Hoda Hussein se caracteriza por utilizar elementos de la naturaleza para hacer fusiones y construcciones simbólicas con el lenguaje poético. En otros poemas ha utilizado también elementos como el barro y la arena: símbolos de fortaleza humana, el azahar y la afirmación constante histórica-cultural del individuo.
 
Otras expresiones poéticas:
Si en África encontramos diversidad cultural, también lo hacemos en las islas del Caribe. En este Festival fueron notables las diferentes formas de expresiones poéticas como el “Spoken Word”, tradición que combina la poesía y el hip hop. El Spoken Word es un movimiento originado a mediados de los años noventa en Norteamérica y que el poeta cubano Elier Álvarez intenta reafirmar a través de sus presentaciones. Otras expresiones poéticas se hicieron presentes como el “jitanjáfora”, un término acuñado por el escritor cubano Mariano Brull y que en la actualidad es utilizado por poetas cubanos como Luis Eligio Pérez para fusionar el jazz y la poesía. En la jitanjáfora se pretende lograr diversas alteraciones de palabras mediante el intercambio de sus terminaciones. Se caracteriza también por su incompatibilidad semántica entre las palabras que lo componen.

Por otra parte fue vital la presencia del poeta de Barbados Adisa Jelani Andwele (Ája) quien hace performances poéticos fusionados con ritmos caribeños como el soca, el calipso y la salsa cubana. Una de las características que tienen sus performances es que involucra a la audiencia a ser parte de su obra: una forma de poesía interactiva que celebra la música, la palabra y lo más importante, la gente.

Es común que Ája en una intervención poética pida al público que aplauda mientras él recita. Las palmas son el ritmo. Su voz guía a la audiencia a hacer repeticiones sonoras de frases que llaman a la unificación humana. Algo parecido también propone el poeta Obediah Michael Smith, quien desde las Bahamas llegó a dar a conocer una antología poética que reúne su obra desde el año 1980. La poesía de Smith está inmersa en una atmósfera de colores, naturaleza, y objetos que tiene voz propia de manera individual o colectiva. Es notable en su poesía el tratamiento que da a las diferentes emociones humanas, que van desde la contemplación a la ironía, como en el poema que lleva por título “música”: “Si Dios no viene a hacerme compañía/ llamaré al diablo para conseguir un poco de diversión”.

Para finalizar, esta reseña estaría inconclusa si no mencionara a grandes poetas caribeños como la cubana Nancy Morejón, quien recibió el Premio de Poesía Rafael Alberti durante la semana del Festival. Es una poeta que ha crecido en La Habana con el conocimiento pleno de la vida y obra de Nicolás Guillén. Relevante también hacer mención de otros poetas importantes como José Luis Moreno del Toro, Alex Pausides y Waldo Leyva. Poetas jóvenes como Geovannys Manso, Luis Yuseff, Teresa Fornaris, Legna Rodríguez, Edel Figueredo y Luis Eligio Pérez, entre otros: una generación que se caracteriza por su pluralidad poética en sus temas y formas.

Celebro entonces esta pluralidad en la poesía cubana. La solidaridad que une a los poetas en Cuba con el resto de países del mundo. Celebro también la solidaridad en Nicaragua para que este viaje fuera posible: a Dieter Stadler, de Fundación Casa de los Tres Mundos en Granada, al Foro Nicaragüense de Cultura, a Claribel Alegría, a la poeta Blanca Castellón, a Karla Sánchez, a Carlos Tunnermann del Centro Nicaragüense de Escritores, a Francisco de Asís Fernández, Presidente del Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua, a Sergio Ramírez, a Juanita Bermúdez de Galería Códice, a Luis Rocha de El Nuevo Diario, y una lista interminable de amigos. Amigos como “La noche del Siné”, que en la voz insondable del poeta Léopold Sédar Senghor dice: “Escuchemos latir el pulso profundo de África bajo la bruma de lejanas aldeas”. Si me permiten, que este latir profundo se llame vida y poesía.
Cuba
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