Howell Llewellyn* - Artículo de revista en papel Cubainformación.- Cuando Fidel Castro denunció la utilización de cereales y otros cultivos para producir biocombustibles como manera de gastar menos gasolina, emitir menos CO2, y ser teóricamente más ecológico, muchos le llamaron hasta prepotente: “no sólo está enfermo, sino también loco,” dijeron muchos iluminados al leer la primera Reflexión del Comandante en Jefe después de su operación quirúrgica en julio 2006.


Era el 29 de marzo de 2007, y la Reflexión llevaba como título “Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 millones de personas en el mundo”. ¿Pero cómo era posible que el Comandante en Jefe se pusiera en contra de una medida tan anti-contaminación, tan “bio”, tan “verde”, cuando Cuba había sido uno de los primeros países en avisar sobre los peligros del cambio climático? ¿Está Fidel ahora al lado de las empresas petroleras?

Meses después, expertos mundiales en ecología, nutrición y sostenibilidad comparten las mismas dudas que Fidel. Aunque pocos reconocen la coincidencia de sus temores con los del líder cubano, el hecho es que una vez más, Fidel se había adelantado para avisar al mundo de una tendencia equivocada. Primero el artículo atraía reacciones hostiles, pero luego la intelligentsia burguesa le dio la razón. ¿Qué es lo que dijo Fidel en pleno apogeo de producir los llamados biocombustibles a partir de cultivos?

La clave está en esta frase de la Reflexión de Fidel: “Pienso que reducir y además reciclar todos los motores que consumen combustible es una necesidad elemental y urgente. La tragedia no consiste en reducir esos gastos de energía, sino en la idea de convertir los alimentos en combustible.”

O sea, los cultivos destinados para producir biocombustibles no se comen, no alimentan a los pueblos ni a sus animales que dependen de los cereales. Y además, cuanto más bioetanol o biodiesel se produce, más demanda hay para los cultivos. No sólo suben los precios de los cultivos, sino que hay menos cultivos para la alimentación en el Tercer Mundo.

México importa maíz subvencionado y transgénico de EEUU, mientras el maíz autóctono mexicano sale más rentable produciendo bioetanol. Se ha visto en el Estado español cómo los precios de pan, leche, huevos, pollo, etc., suben a gran velocidad por los precios récord de los cereales, colza, remolacha, etc. Los biocombustibles tienen gran parte de la culpa: no es casual que la empresa de ingeniería de Sevilla Abengoa sea el mayor productor de bioetanol de Europa, y el quinto mayor de Estados Unidos (a través de Abengoa Bioenergía).

La primera Reflexión respondió a una reunión el 26 de marzo entre el presidente Bush y los fabricantes norteamericanos de automóviles, en el cual “la idea siniestra de convertir los alimentos en combustible quedó establecido como línea económica de EEUU”. Bush instó al Congreso a ordenar el uso de 35.000 millones de galones (132.000 millones de litros) de combustibles alternativos para el 2017.

En la Reflexión, se calcula que se requieren 320 millones de toneladas de maíz para producir 35.000 millones de galones de etanol. En 2005, la cosecha de maíz en EEUU se elevó a 280 millones de toneladas. “Aplíquese esta receta a los países del Tercer Mundo y verán cuántas personas dejarán de consumir maíz entre las masas hambrientas de nuestro planeta,” escribió Fidel. “O algo peor: présteseles financiamiento a los países pobres para producir etanol del maíz, y no quedará un árbol para defender la humanidad del cambio climático.”

Unos días después (3 de abril), Fidel escribió su segunda Reflexión titulada “La internacionalización del genocidio”, que trató del mismo tema. “¿Dónde y quiénes van a suministrar los más de 500 millones de toneladas de maíz y cereales que Estados Unidos, Europa y los países ricos necesitan para producir los galones de etanol que las grandes empresas norteamericanas y de otros países exigen como contrapartida de sus cuantiosas inversiones? ¿Dónde y quiénes van a producir la soya, las semillas de girasol y colza, cuyos aceites esos mismos países ricos van a convertir en combustible?”, preguntó Fidel. 

Y siguió con datos que ningún organismo oficial ha puesto en duda: “Los cinco principales productores de maíz, cebada, sorgo, centeno y avena que Bush quiere convertir en materia prima para producir etanol, suministran al mercado mundial 679 millones de toneladas. A su vez, los cinco principales consumidores, algunos de los cuales son también productores de estos granos, necesitan actualmente 604 millones de toneladas anuales. El excedente disponible se reduce a menos de 80 millones de toneladas.

“Este colosal derroche de cereales para producir combustible… serviría para ahorrarles a los países ricos menos del 15% del consumo anual de sus voraces automóviles. Bush has declarado su intención de aplicar esta fórmula a nivel mundial, lo cual no significa otra cosa que la internacionalización del genocidio.”

Fidel ya indicó que no estaba solo. Citó al holandés Loek Boonekamp, director de Mercados y Comercio Agrícola de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE): “Los gobiernos se entusiasmaron mucho; deberían tener una mirada fría acerca de si debe haber apoyo tan robusto al etanol. La producción de etanol sólo es viable en Estados Unidos; en ningún otro país. Esto no es maná del cielo y no nos tenemos que comprometer ciegamente.”

El ministro cubano de Relaciones Exteriores reiteró la posición de Cuba en una reunión en las Naciones Unidas en setiembre convocada por el secretario general Ban Ki-moon para analizar el cambio climático. Felipe Pérez Roque dijo que “resulta cada vez más claro que no se podrá enfrentar esta dramática situación si no cambian los actuales patrones de producción y consumo insostenibles.”

Agregó que tampoco es solución convertir los alimentos en combustibles. Dijo: “Es una idea siniestra. Hay que lograr reducciones reales en las fuentes de emisión. Hay que emprender una verdadera revolución energética orientada hacia el ahorro y la eficiencia.”

El 24 de noviembre en el diario financiero norteamericano ‘Wall Street Journal’, el ex presidente del Consejo de Combustibles Alternativos de EEUU, Robert Hahn, habló de las crecientes dudas hacia el etanol. “En 2005, el programa etanol utilizó un 15% del maíz de EEUU, pero desplazó menos que un 2% del uso de gasolina. Aún si todo el maíz cultivado en EEUU se usara para producir etanol, el combustible renovable sólo alcanzaría un 12% de la demanda de gasolina en 2005.

“Y cuanto más maíz se usa, más daño colateral. Los productores de carne de vaca, sin mencionar los fabricantes de tortilla en México, están enfadados con los precios altos del maíz.”

Avisos similares han sido hechos por la ONG británica Oxfam, cuyo filial español es Intermon, el especialista de la ONU Jean Ziegler que habla de “un crimen contra la humanidad”, o el Comité de Unidad Campesina de Guatemala, que dice “la producción de biodiesel está enmarcada en las políticas neoliberales de acumulación mundial de riquezas, en detrimento del futuro de las personas, las culturas y el planeta.”

Son muchos los que ahora critican el convertir alimentos en combustibles, pero ya nadie dice que aquella Reflexión lejana era un despropósito insensato.

* Periodista, miembro de la Coordinadora de Solidaridad con Cuba de Madrid y del equipo de Cubainformación

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