Roberto Valera - La Jiribilla.- Hay jóvenes tan desgraciados que ni siquiera tienen conciencia. Y no es que el otro día, cuando yo era joven, pensara distinto, y ahora, de pronto, haya comenzado a pensar como un viejo. Porque sé que en mi generación también los hay  inconscientes... Es verdad que si comparamos a esos jóvenes sin gracia ¿o sea, desgraciados?, con la gran masa de jóvenes de nuestro país jóvenes estudiantes, trabajadores, campesinos; jóvenes profesionales, científicos; jóvenes artistas, poetas, escritores; jóvenes técnicos, militares;


jóvenes deportistas, en fin, jóvenes que están del lado de los que aman y construyen?, podemos tranquilizarnos y pensar que aquellos otros son pocos... ¡pero son!... Solo hay que esperar la época de playa para ver en las guaguas el loco vandalismo salvaje desatado. Y nos duele que después de tanto trabajo en la educación de nuestro pueblo, aún haya jóvenes así, huecos, vacíos, absolutamente idiotas.

Y me pregunto: ¿Por qué, junto a tanto joven valioso, producimos aún tanta escoria? ¿Por qué a estas alturas, después de haber soñado con el hombre nuevo, sueño que no debemos abandonar nunca, el hombre que sería como el Che, aún tenemos jóvenes del lado de los que odian y destruyen? ¿Por qué aún tenemos jóvenes que buscan más de qué lado se vive mejor y no de qué lado está el deber?

A riesgo de parecer ridículo, basándome en la definición más popular de cultura, que dice que “cultura es la huella del hombre sobre la tierra”, o sea, cultura es todo lo humanamente hecho. Cultura valiosa, agregaría yo, porque también hay pésimas culturas, como la cultura de la guerra, la cultura de la droga, la cultura del crimen, la cultura del despojo, quiero aterrizar bruscamente y por corte inesperado y hablar, me da pena decirlo después de esta introducción, de las guaguas. Sí, ¡de las guaguas!, o sea, los ómnibus. Y quiero hablar de las guaguas porque sé que en el congreso de los guagüeros, seguramente hablarían de los artistas, de las orquestas bailables, del reguetón con el que nos amenizan el viaje, y de los programas de la televisión. Claro que el tema de las guaguas es solo un pretexto para hablar de otras cosas más importantes.

No podemos alardear de ser una potencia educativa porque educación no es solo instrucción. No se trata de falta de educación formal, pues no hablamos de formalidades, sino de esencias; se trata sencillamente de mala educación, de que si actuamos así, somos, francamente, un pueblo bárbaro e incivilizado, digno de haber aparecido en el libro El pensamiento salvaje de Lévi-Strauss. Pero no basta con que denunciemos estas conductas. Independientemente de lo que ya estén haciendo los educadores, el Ministerio del Interior y el Poder Judicial, que evidentemente tienen que hacer algo. ¿Qué podemos hacer específicamente escritores y artistas para ayudar a cambiar esta situación? Pienso que si tenemos los medios de difusión masiva en nuestro poder, si somos una sociedad socialista que surge a partir del capitalismo y aspira a superarlo, debemos aprovechar todas las técnicas modernas científicas que surgieron al servicio de la propaganda comercial para usarlas inteligentemente para educar con arte, con imaginación, con belleza, con buen humor.

Creo que simultáneamente con la puesta en circulación de nuevos ómnibus debió haber habido una fuerte campaña televisiva y en todos los medios para estimular su cuidado por la población. Tan importante como arreglar las calles para que no se rompan los nuevos ómnibus es preparar las mentes de los que los van a usar y conducir. Es asombroso que en un país donde todo el mundo sabe leer y escribir no exista una verdadera cultura moderna del cartel informativo, de las señalizaciones, de las explicaciones escritas en lugares visibles. Nuestras carreteras no tienen toda la información necesaria y los turistas se pierden por el camino.

Para no cansarlos, pienso que debemos modernizar nuestra sociedad. ¡Modernizar!, esto no es una consigna que tenga nada que ver con las “cuatro modernizaciones” chinas. Es una necesidad cubana. Hay que informatizar nuestra administración para hacerla más eficiente. Diría que el socialismo contemporáneo es el poder del pueblo más la informatización del país.

Ya sé que este es el Congreso de los Escritores y Artistas de Cuba, y que me pueden decir que lo que he dicho tiene poco que ver con este evento; pero la educación, la estetización y la modernización de nuestra sociedad es problema de todos.

Intervención en la plenaria sobre Cultura y Sociedad, VII Congreso de la UNEAC.
1ro de abril de 2008. Palacio de las Convenciones, La Habana.
 

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