Lissy Villar Muñoz - Revista Mujeres.- Quizás se asocie la sororidad a la solidaridad. Y sí, en cierto modo se puede asociar, pero la esencia va mucho más allá. Es la forma de agruparnos, respetarnos y querernos todas las mujeres. Es una manera de enfrentar al patriarcado y a aquellos moldes tradicionales que nos han impuesto de odio de una por la otra: en esa especie de competencia por agradar al varón como dicen algunas feministas.


Recientemente me encontraba en el ómnibus P15 y me dirigía a Regla, y justo en la parada del cementerio de Regla la cosa explotó. No la guagua, sino dos mujeres que empezaron a darse golpes por un asiento. No se trata de explicar quien dio más golpes, y quien tenía más razón. Lo cierto es que en primera instancia la violencia nunca puede ser la salida a los problemas que llevamos cargando y a la cotidianidad que a veces se asoma.

Una de las dos mujeres estaba embarazada y por humanidad le corresponde cualquier asiento de una guagua: aunque hay destinados de color amarillo para ella. Pero eran de los asientos “chinos” donde dos personas pasan trabajo para mantenerse en el mismo asiento. Sin embargo, la otra compañera, que no tenía ninguna imposibilidad para estar de pie, insistió en quedarse sentada. Hasta que la bronca se formó…

Vivimos tiempos difíciles: eso escuchamos todos los días, y es cierto. El capitalismo está acabando con la Amazonía, con África, a veces tenemos una inmovilidad perenne y otras estrecheces de mente, como decimos popularmente. Pese a esos problemas que nosotras y nosotros podemos resolver, incluso desde nuestro cotidiano pedacito de vida, no es justo ni es sorora esa manera de tratarnos. Y no sólo las mujeres sino toda la gente que habitamos esta Isla. ¡Que manera de desperdiciar el respirar!, de perder ese grato gusto de ayudar a otras personas, de no enojarse, de acompañarnos. Por qué insistir en amargarnos el día, la tarde o la noche…

Y ahí es donde llega la sororidad, enterrando prejuicios, estigmas, y desenterrando y cultivando esa estima, esas diferencias y las similitudes entre nosotras.

Amándonos las mujeres, aceptándonos y no culpabilizándonos.  Intentando sentir en la piel de una misma las injusticias cometidas a otras mujeres.

Porque somos mujeres que hemos sido capaces de renovar la vida y de encontrar nuevas formas de vida, de reconfigurarnos, de crecer como seres humanos. La sororidad es la respuesta al entramado patriarcal que estructura nuestras vidas, es esa red de apoyo pero también de alegría que nos dice no estamos solas para enfrentar y vivir con alegría la vida. ¿Entonces por qué no cuidarnos? ¿Por qué no pensar bien antes de enunciar un criterio sobre otra? ¿Por qué  difamar?

Nos han educado en la competencia: Desde la conquista del novio, desde las cosas que tenemos, desde cómo nos vemos físicamente y aquellos “atributos”  de carnada sexual, desde quién es más princesa, o más reina; en fin desde un lugar que no es sano y que pasa factura todos los días, incluso en una guagua.

Por eso es importante deconstruir nuestras actitudes, nuestros comportamientos y crear nuevos lazos entre las personas y entre nosotras las mujeres.

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