Red Semlac.- La problemática del embarazo adolescente en Cuba muestra brechas en derechos y políticas sociales que se unen a factores económicos y culturales como la reproducción de estereotipos machistas, pese a que la nación apuesta, hace décadas, por la igualdad y sistemas de educación y salud universales y gratuitos.


Así lo evidencian los resultados de investigación obtenidos por el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM) entre 1990 y el 2018, sobre el comportamiento de la fecundidad adolescente.
El estudio, presentado en el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) el pasado 4 de septiembre, con motivo del Día Mundial de la Salud Sexual, constata a partir de los datos arrojados que no hay correspondencia entre estos y las políticas y acciones que se han establecido en los programas destinados a las y los adolescentes relacionados con la salud sexual y reproductiva (SSR) en Cuba.
"Las características de este fenómeno permiten afirmar que existen brechas en el ejercicio de los derechos reproductivos de estas adolescentes, lo cual es un problema social que genera desigualdad e inequidad en este grupo poblacional", apuntó Matilde Molina Cintra, subdirectora del CEDEM, en el panel Educación Integral de la Sexualidad: un puente hacia la salud.
"Al perder años de estudio, se desaprovechan oportunidades sociales y quedan en desventaja en relación con el resto de sus coetáneas y su situación social de desarrollo", explicó la especialista.
La experta precisó que en 2018 la tasa global de fecundidad se ubicó en 1,65 hijos por mujer y se alcanzó una tasa de 54,6 hijos por 1.000 mujeres adolescentes. "Desde 2006, el nivel de fecundidad en este grupo etario describe una tendencia al incremento oscilante", sostuvo.
De acuerdo con la especialista, hoy estamos ante la presencia de una desarticulación dada por la persistencia de fecundidad adolescente en condiciones de baja tasa global de fecundidad.
Molina señaló a SEMlac que esa desarticulación significa una ruptura de la línea de desarrollo esperado para esta etapa de la vida, donde diferenciales como la zona rural, el color de la piel negro y mestizo, y el grado de escolaridad de cero a seis grados muestran una relación significativa con la fecundidad.
"La tasa de embarazo es aún mayor que la fecundidad en estas edades, pues están influyendo determinantes de la fecundidad para las adolescentes al conjugarse elevadas tasas de aborto con un inadecuado uso anticonceptivo", dijo la investigadora.
La experta alertó acerca de que el descenso del nivel de fecundidad en el grupo de 10 a 14 años es más lento y menos intenso que el descenso que se produce en el grupo de 15 a 19 años. "A partir de 2001 en las adolescentes entre 10 y 14 años aumentó el peso de la fecundidad, lo cual dispara alertas importantes", dijo.
Asimismo, insistió en la heterogeneidad de este fenómeno en el país y al interior de sus territorios. Los niveles más elevados se concentran en la región oriental y en las zonas rurales.
Desigualdades de género en la mira
"Las valoraciones y creencias sobre salud sexual y reproductiva se vinculan también a desigualdades de género, con una presencia relevante en la explicación de la maternidad y fecundidad adolescente", agregó la entrevistada.
Sobre ello, destacó que el proceso de toma de decisiones está mediado por los elementos culturales sobre la masculinidad y feminidad. A estos se suman otros, como la ausencia de negociación sobre el inicio de las relaciones sexuales y el uso de métodos anticonceptivos; el mito patriarcal que ubica la maternidad como elección o destino de las mujeres, donde ellas son para cuidar hijos y el hombre es proveedor económico.
Tales elementos también podrían estar afirmando la hipótesis de la relación de poder entre la adolescente y su pareja. "En la medida que la joven tenga menor nivel de escolaridad y edad, mayor fragilidad y distancia entre su edad y la de su pareja, mayores probabilidades tendrá de tener una relación asimétrica, riesgo de violencia de género, sumisión al hombre y menos recursos para defender sus derechos como mujer para decidir cuándo tener sus hijos", agregó.
María del Carmen Franco, especialista de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, asegura que factores como las construcciones sobre la igualdad de género, mitos y estereotipos llevan a las adolescentes a aceptar situaciones de poder no igualitario, a la par que agravan las posibilidades que tienen de no cuidar su salud sexual.
Al citar resultados de la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (ENIG-2016), Franco refirió que perviven mitos como que los hombres no pueden controlar su deseo sexual. "Aunque la mayoría de las personas está en desacuerdo, 62 por ciento de los hombres y 56 por ciento de las mujeres, queda un gran segmento de la población que no refuta esta idea", ejemplificó Franco.
Otro de los estereotipos reflejados en la ENIG es que "las mujeres deben siempre complacer sexualmente a sus parejas, afirmación que solo rechazó el 49 por ciento de las personas encuestadas, por lo que es un mito arraigado en casi el 50 por ciento de la población, agregó la especialista.
Resulta relevante que en la investigación la mayor parte de los encuestados consideró que los hombres son mejores para tomar decisiones que las mujeres y también para negociar y que los bebés necesitan más cercanía de la mamá que del papá, pues ellas son mejores para cuidarlos, precisó.
"Son concepciones que están muy vinculadas a la salud sexual y reproductiva y a factores que restringen la autonomía, la toma de decisiones y la educación de los y las adolescentes", insistió la experta.
Orientación amigable
Para la investigadora Livia Quintana, del Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa), en materia de fecundidad adolescente "tenemos desafíos persistentes".
Quintana presentó una iniciativa que ha permitido el desarrollo de los estándares de calidad en servicios de salud sexual y reproductiva para Cuba y la promoción de información sobre los derechos sexuales y reproductivos de las y los adolescentes.
"Todo ello a partir de la construcción colectiva con las y los adolescentes que ha facilitado identificar barreras culturales, creencias y mitos en torno a las necesidades de la población más joven, de modo que los servicios para este grupo sean accesibles y ajustados a sus demandas", dijo.
La experiencia, fruto de la colaboración entre el Unfpa y los Ministerios de Salud y Educación, ya tiene más de un año y comenzó como experiencia piloto en tres municipios del país: Buey Arriba, en el oriente; Cumanayagua, al centro del país; y San Miguel del Padrón, en La Habana.
"Hay muchísimas barreras entre adolescentes, personal de salud, docentes y la familia, para comunicarse, poder actuar y que haya calidad en la atención. Se trata de que la población adolescente no llegue al servicio cuando ya hay un embarazo, secreciones genitales y complicaciones, entre otros muchos problemas, sino que se motive la confianza suficiente para prevenir", explicó Quintana.
Educación, clave para ejercer derechos
"Si no logramos una educación de calidad, basada en el conocimiento científico, no habrá posibilidades para reflexionar y resolver conflictos, a la vez que se limitarán las posibilidades para el empoderamiento y para que esas adolescentes sean asertivas, puedan decir no o sí, según las situaciones y eventos que atraviesan sus múltiples historias de vida", explicó Molina Cintra.
En opinión de Manuel Vázquez Seijido, subdirector del Cenesex, hay que ver la Educación Integral de la Sexualidad como un proceso educativo, más allá del ámbito de las instituciones de educación formal, y cuyo objetivo es contribuir a la producción de herramientas de análisis crítico de la realidad, conocimientos, habilidades, actitudes y valores relacionados con la sexualidad.
"Dichas herramientas deben revertirse en un compromiso transformador de la realidad en beneficio de todas las personas desde una visión emancipadora, no desde el ámbito jurídico familiar, sino de empoderamiento y disfrute de derechos y posibilidad de exigirlos en los diferentes contextos sociales", dijo.
El Unfpa reconoce que Cuba es uno de los países de América Latina que más ha avanzado en la implementación de un programa de Educación Integral de la Sexualidad.
Desde 2011, el Ministerio de Educación aprobó incluir elementos metodológicos fundamentales encaminados a la inclusión de esos contenidos en los currículos y la formación del personal docente, aunque perviven retos en este ámbito.
"La Educación Integral de la Sexualidad tiene que ser un puente que ayude a superar prejuicios, violencias, sexismo, machismo, homofobia, transfobia y embarazos no planificados", apuntó Mariela Castro Espín, directora del Cenesex.

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