«La enseñanza de música no es mi propósito principal. Deseo formar a buenos ciudadanos, seres humanos nobles. Si un niño oye buena música desde el día de su nacimiento, y aprende a tocarla él mismo, desarrolla su sensibilidad, y disciplina y paciencia. Adquiere un corazón hermoso». Shinichi Suzuki


Yorisel Andino Castillo - Foto: Yanilis Nuevo - AHS

Lo admito, el proyecto Suzuki-Camaquito para la enseñanza del violín en Santiago de Cuba me resulta muy cercano. Son dos las principales razones por las que me siento parte. Adriana Mercedes, mi hija, otra vez fue guía para el hallazgo. Ya escuchaba noticias sobre el taller a cargo de docentes de la enseñanza artística musical, atriles además de la Orquesta Sinfónica de Oriente y colegas en la Sala Dolores. Y fue con la petición de Adriana por aprender el instrumento que me avecé en este universo. La segunda causa, como con otros aconteceres sonoros, proviene de la participación de la Sala de Conciertos en la labor que  protagonizan músicos y pedagogos de la ciudad.

Por esos vínculos familiares y de profesión e informaciones previas,  entiendo que el fin del método Suzuki trasciende la intención de que los alumnos lleguen al ejercicio profesional de la música. Su enseñanza se entiende como un concepto de vida más amplio.

Tras el término de una primera etapa con la graduación del Violín de Cartón, y el paso al violín de madera, me vale motivo para esta conversación  con la pedagoga y violinista Jana Marieta Perdigón Milá, coordinadora del proyecto.

¿Qué es el Método Suzuki como filosofía para la enseñanza-aprendizaje de la música?

El método Suzuki es novedoso, revolucionario por así decirlo. Entrado el siglo XX el violinista y pedagogo Shinichi Suzuki lo crea para su aplicación en la temprana edad, con la premisa de que el talento no es innato, sino que se desarrolla. Esa idea rompe con la concepción de lo que es la enseñanza tradicional. Siempre se ha dicho que el individuo nace para la música o no, y que quien no posea un oído de Mozart no tiene oportunidad. Tal criterio es una interpretación fatalista.

El musicólogo Alberto Alén, quien además estudió psicología, bajo el rubro “Diagnosticando la musicalidad”, critica el proceso de las pruebas de captación. Plantea que éstas diagnostican lo que el niño desde que nace  hasta que llega a esa etapa ha aprendido en su ambiente, y que no garantizan que se desarrolle o no en la música. Ese libro ganó premio Casa de las Américas en 1968 aunque su publicación acontece después. Tiene relación con la filosofía Suzuki aún sin conocerla. En ese pensamiento se basa el método, su idea es que el talento no es una predisposición genética sino que responde a incentivos. Cada  pequeño aprende a su ritmo, unos más rápido que otros pero todos logran conocimientos y habilidades a través de esta enseñanza.

La máxima de nuestro método es que todos los niños pueden alcanzar objetivos en la música, lo cual incluye a aquellos con diagnósticos como el  autismo, síndrome de Down y otros. Sigo en Facebook a una profesora Suzuki italiana que trabaja con estos infantes.

Suzuki llamó a su método el enfoque de la lengua materna. Hace una analogía entre el proceso de aprendizaje de la lengua y la música. La primera se aprende en un contexto, en un ambiente donde es todo lo que el individuo escucha. Quien está pendiente a la palabra, su pronunciación es la familia. Él hace una traslación de estas nociones a la iniciación musical.  A niños muy pequeños se les ponía la música que luego iban a tocar. Esa música se les quedaba en su oído interior y luego eran capaces de replicarla no solo con el sonido sino con la afinación.

Al final el propósito de Suzuki es la educación a través de la música, hacer de los niños personas sensibles. Él sostuvo la afirmación que si cada persona del mundo tocara un instrumento se acabara la guerra.  El método tiene muchos beneficios, un menor que desde temprano aprende una disciplina, desde una constancia y sistematicidad, valora el logro desde el esfuerzo. La filosofía  se sustenta en el trabajo constante con esencias del pensamiento oriental y la aplicación de un proverbio japonés  como Tarde o temprano, la disciplina superará al talento.

Luego de la II Guerra Mundial Suzuki amplía el método al piano, el chelo. En la actualidad se adecua a la  flauta, guitarra, trompeta, contrabajo y otros instrumentos.

¿Cómo llega esta metodología a Santiago de Cuba?

Conocimos el método a través de la profesora y chelista Yaqueline Jardines. Nos llegaban audiovisuales de niños asiáticos muy pequeños tocando de manera asombrosa, y la distinción de la palabra Suzuki pero no la información de qué se trataba. Pensamos que era una cuestión de niños prodigios, algo innato.

Jardines tiene la oportunidad de ir a Francia a cursar estudios en un importante Instituto Suzuki. Ella regresa y se encuentra con profesores en Santiago de Cuba, comienza el empleo de los arreglos orquestales del repertorio Suzuki con niños de la Vocacional de Arte. Ese fue el acercamiento dentro de  una orquesta infantil en el referido centro, que siempre estuvo a cargo del profesor Ignacio Mora Clavel. En cada ocasión que Jaqueline venía a Cuba se realizaron estos conciertos.

Más tarde llega un amigo suizo, contrabajista, que pertenece a la ONG Camaquito. Nos habla de una profesora suiza Suzuki que viene a Camagüey a impartir unos talleres y por supuesto nos interesamos. Cuando llega a Santiago recibimos por dicha profesora el primer curso de filosofía Suzuki e introducción al Libro I del método, nos enamoramos.  Nos introdujo entre otras cuestiones en la noción acerca de las clases individuales y grupales para la socialización de los infantes, la importancia de que aprendan desde los valores. Ese fue el impulso de lo que existe hoy en Santiago de Cuba, ese movimiento que está  en nacimiento. Primero a partir de Jaqueline y luego esta profesora  que impartió un primer curso en el 2017 y otro en 2019.

A nuestra disposición para iniciar como profesoras Suzuki,  recibimos el apoyo de la ONG Camaquito para asistir a un festival en Lima, Perú que acontece cada enero. El evento  ofrece capacitación para profesores latinoamericanos en la metodología.  Ahí recibimos adiestramiento en el 2018 Cecilia Rosales y yo en Filosofía Suzuki y en Libro I.  Al siguiente año sumamos a las profesoras Claudia Rodríguez y Mayra Yeline. Las primeras accedimos al Libro II y III, además de curso de lectura musical y de otro método que se utiliza en muchas escuelas en el mundo, el Dalcroze.  Este año  vimos la integración  de otras dos profesoras que ya trabajaron con nosotras en la comunidad de Ducureaux, Claudia Pantoja y Cecia Machado.  Ellas pasan por el proceso de iniciación, yo hago Libro IV más otro método conocido como el Kodály.

En Santiago de Cuba somos hasta el momento un equipo de seis profesoras, cuatro trabajamos en el taller vocacional del Conservatorio, y las otras dos en el primer proyecto que hicimos en 2018 cuando regresamos del primer Festival. Queríamos aplicar el método. Nos invitan en el Conservatorio a exponer nuestra experiencia y se hallaba presente una estudiante teórica y de violín, cuyo padre es pastor en la comunidad de Ducureaux. Ellos tienen una guardería desde los 18 meses a edades tempranas y les interesaban las clases de música. Estuvimos un año completo de trabajo allí.

Se nos dio la oportunidad de presentar el proyecto en el Conservatorio para que formara parte del taller vocacional que cada escuela debe implementar.

El método presupone la participación familiar como guía en la formación de valores en los niños. Compártenos al respecto.

Como cuando un niño aprende a hablar, los padres participan en el aprendizaje musical de su hijo. Asisten a clase con el niño y sirven como maestros en casa durante la semana. Un padre a menudo aprende a tocar antes que el menor, para que comprenda lo que se espera que haga. El objetivo es la educación a través de la música. Este pensamiento incluye a la familia.

La presencia de la familia es muy importante, es otra de las diferencias con respecto al método tradicional. En éste el estudiante llega a la escuela y recibe la clase individual  del profesor. El niño en la casa debe tener la capacidad con 8 años de recordar y resolver todos los problemas sin que nadie medie. Después que conozco el Suzuki pienso en cuán difícil lo ya establecido.

El método lo resuelve con la figura de la madre o el padre u otro familiar, en lo que se conoce en esta filosofía como el triángulo Suzuki, que ubica al niño encima y en la base, en una esquina al profesor y en la otra al familiar. El padre se convierte en el profesor en casa. Conozco a una madre en Perú que aprendió violín para enseñarles a sus hijas y hoy es profesora Suzuki. No llega a un nivel de un libro V que tiene conciertos de Bach, Mozart, pero para comenzar con niños pequeños ella funciona a la perfección. Una de sus hijas ha ganado concursos. Incluso esa familia proviene de la cordillera andina. Hacían viajes de horas hasta Lima para que recibieran las clases.

Es un reto, trabajamos con el niño y también con la familia. Nuestra cultura tiene tendencia a la impaciencia con los pequeños. Queremos que el niño aprenda ¡ya! No nos percatamos que cada uno tiene su ritmo de aprendizaje. Vemos familiares que se desesperan a plena clase cuando el niño no realiza un ejercicio o rutina como debe alcanzar. Por eso debemos nuestro trabajo también a la familia para que interiorice el proceso.

La clase comienza con una reverencia muy al estilo de las artes marciales. De esta forma el alumno siente el respeto hacia el maestro y se genera un intercambio de enseñanzas de uno a otro lado. La dinámica de la clase propicia que el niño aprenda desde el disfrute.  Cuando finaliza el encuentro repetimos la reverencia. La admiración al maestro es otra de las cuestiones que vemos diluirse en la actualidad.

Para muchos padres la participación quizás sea una práctica normal, cotidiana, mientras para otros que están muy ocupados o piensan que la educación instrucción es solo responsabilidad de las instituciones,  constituye un llamado a dedicarle su tiempo a los procesos de crecimiento del hijo. Se trata de conformar un equipo donde los padres son coprotagonistas.

Cuéntanos de la trayectoria del proyecto en Santiago hasta el momento actual.

Pienso que lo más significativo ha sido despertar la atención de los niños y sus familias hacia el mismo. A partir de las características de cada uno está el logro de la motivación y los primeros resultados.  Incluso ellos se sienten ya violinistas. Eso incluye sus participaciones en los conciertos de la Orquesta Sinfónica, porque este universo musical  necesita de ese ambiente que le aporte conocimiento.  Al final es eso lo que vemos como un taller vocacional.

Quizás a la edad requerida el infante por cualquier motivo acceda o no a la Escuela Vocacional de Arte pero tuvo una ganancia, una preparación previa.   Lo que se aprende a esas edades es algo que te marca. Es una persona que va a ser asiduo a una sala de concierto,  con una sensibilidad y noción cultural.

De esta primera etapa hay niños que alcanzaron pasar la etapa previa del violín de cartón, con habilidades del instrumento como el agarre del arco y una rutina básica con un violincito construido, y la apelación a  imágenes infantiles como un conejito, y otras dinámicas que trascienden el mero juego. Con ellos llegamos a una nueva etapa con nuevos retos.

En sentido general el proyecto tiene mucha salud a partir de los logros correspondientes y las expectativas que genera.

¿Existen perspectivas para la posible integración de esta metodología a la enseñanza artística cubana?

Comencemos por reconocer que lamentablemente el Suzuki es un método desconocido por el profesorado cubano.  Se le ve hasta con prejuicio por algunos, a causa de lo anterior. Hay quien lo asocia con juegos de niños y le restan credibilidad. La mayoría de los profesores del ámbito tradicional no lo ven como una posibilidad,  herramienta o camino hacia la música profesional.

Considero que actualmente no se está preparado para asumir el método Suzuki en las escuelas de arte, porque no hay un referente todavía. Nosotros estamos llamados a ser el referente, con la capacidad que tengamos para demostrar sus aportes. No se trata de imposiciones. Si miramos la filosofía hay varios aspectos diametralmente opuestos a la enseñanza tradicional.

La enseñanza artística prevé formar a la vanguardia artística y se entiende por eso que quienes accedan deban ser los de mejores condiciones desde el inicio. En Suzuki todos los niños pueden. En las escuelas de arte hay un tiempo límite para el cumplimiento de los programas y con ello el pase de año y nivel, y quien no cumpla dicho estándar  abandona los estudios.

En Suzuki difiere la idea, ¿qué pasa si no llega? Al final lo que aporta a tu vida es mucho más. El método más bien  plantea que el niño debe ser feliz tocando la música. En lo tradicional no siempre se ve eso. Hay quienes sufren porque no llegan o logran en breve tiempo algún objetivo.

Fui educada en lo tradicional y aprendí mucho de mis profesores, a los que respeto y agradezco todo lo que sé. Estoy orgullosa, conocemos el nivel de los músicos cubanos, pero no me conformo.  

Qué hago yo, y opto por la responsabilidad de hablar por mí. Además del estudio del método Suzuki, me avezo en otras superaciones y métodos como el Dalcroze y el Kodály. Quisiera que mis colegas en Cuba los conozcan porque brindan herramientas novedosas para el trabajo con las individualidades de cada  niño.

Por ejemplo, coloco marcas en los diapasones a los estudiantes de primer año en el nivel elemental y llegan a la escuela y sitúan los dedos donde corresponde. Con asiduidad cito a los padres, ahora no por el tema de la covid, pero lo normal es que con los de primero y segundo tengamos clases en las que les muestro cómo tienen que estudiar con sus hijos en casa. Eso ofrece logros insospechados.  Y hablo de padres que no son músicos. Ellos indagan de cómo llegar a los diferentes procederes para hacerles de guía en el estudio y se notan los avances en los estudiantes hijos de madres y padres con profesiones ajenas a la música, tanto como en aquellos que tienen un progenitor músico o violinista. De esa manera aplico herramientas del método en mi clase de enseñanza artística.

En el método tradicional se comienza con sonidos un poco largos; sin embargo nuestro método enseña que el niño puede tocar con movimientos más rápidos y cortos, semicorcheas y corcheas, y ellos lo logran. Esa importancia a ambas manos los hace más atrevidos a la hora de comenzar. Eso lo aplico y me da resultado.

De manera general, lo que veo es la necesidad de abrir el panorama a conocimientos y a nuevas formas de transmitirlo. Así como la sociedad se abre a las tecnologías, nos tenemos que expandir a nuevos métodos de enseñanza. Sería bueno un entendimiento.

Por lo que nos compartes, el Proyecto se adscribe a los talleres de formación vocacional del Conservatorio Esteban Salas…

El CNART en su política 2017-2021 propuso que cada escuela desarrolle talleres vocacionales dirigidos a diferentes beneficiarios,  grupos de edades, comunidades  con el fin de aumentar la información cultural y los valores de la identidad cultural en la población. El Conservatorio Esteban Salas buscó alternativas entre los propios profesores. Nosotros en paralelo ya teníamos nuestro taller en Ducureaux y coincide con que  la ONG Camaquito nos da la noticia del financiamiento para la compra de instrumentos, violines pequeños para los integrantes del proyecto.  Camaquito es una ONG suiza que trabaja solamente con el estado cubano. Nuestro  proyecto fue aceptado por el Conservatorio como nuestra propuesta de taller vocacional. Así se legitimizó este empeño de colaboración internacional.   En noviembre de 2019 nos llega la primera donación de violines que es la que utilizan actualmente los niños. Como taller vocacional es la respuesta que la cátedra de cuerdas dio al Conservatorio como Institución de la enseñanza, con la aplicación de esta metodología para niños preescolares.

Son varias las familias santiagueras que a partir de la reciente graduación de la etapa Violín De Cartón se interesan por la matrícula de sus hijos en el Proyecto. ¿Tienen prevista alguna fecha para la siguiente hornada con niños principiantes?

Ahora mismo no prevemos ese momento. La razón es que somos pocas profesoras y es mucha la demanda. No es correcto comprometer la palabra porque no discriminamos entre los niños, para nosotros quien toque a la puerta tiene las mismas oportunidades que el otro. También trabajamos conforme a la cantidad de instrumentos que tenemos, y ya estamos al límite, aunque se espera que entre otra donación. Eso depende de posibilidades externas. Para el Suzuki en violín debemos esperar transcurra un ciclo de niños que lleguen a la edad límite que podemos tener.

La otra posibilidad es el aumento a otros instrumentos y eso espera a que pase la situación actual de la covid, que rompió algunos planes. Previmos la invitación de una profesora Suzuki de piano, porque tenemos profesores del instrumento con el interés e incluso ya con un núcleo de algunos niños pequeños para el comienzo. Esa y otras capacitaciones se realizarán en posteriores momentos.

Es un tema delicado, para ser profesor Suzuki se recibe una capacitación de su filosofía y herramientas técnicas. No se trata de apelar a cualquier profesor o violinista y asignarle un grupo de niños. Esto se estudia, implica una filosofía. El Suzuki va mucho más allá de tocar un repertorio. Cada una de esas primeras piezas tiene su objetivo para la mano izquierda y su objetivo para la derecha. Solo cuando el docente recibe la formación  se le considera un Suzuki.

Cuando escuchaba a otros profesores emitir juicios negativos del método como equivalencia a juego de niños me percato que no se dan cuenta que hablamos de infantes de dos, tres años, edad preescolar. El aprendizaje tiene particularidades y el juego cumple un rol principal. Los más pequeñitos por ejemplo no tienen la claridad de la repartición espacial. Incluso hay  diferencias notorias de un año a otro y buscamos las maneras de desarrollarles las habilidades. El método incluso se concibe para que el profesor hable lo menos posible, porque en estas edades tempranas cuando sucede lo contrario el pequeño se distrae. El niño aprende haciendo y a través de la imitación.

Después de cada curso tenemos intercambios con otros profesores a través de clases grabadas y en esa dinámica también crecemos. Lo que más nos señalan a las profesoras cubanas es que hablamos demasiado. La clase debe ir más a lo práctico, con el empleo de la imaginación que proviene del entorno infantil.

Coméntanos acerca de la proyección de Suzuki Camaquito en las redes sociales. ¿Por qué canales se puede acceder a sus informaciones?

Hasta el momento tenemos dos espacios en las redes, uno propio del proyecto, Suzuki Santiago Camaquito, donde brindamos informaciones y para los padres diversas enseñanzas como la importancia de educar al niño con el pensamiento de que sí puede alcanzar los objetivos. Compartimos además nuestros quehaceres pedagógicos y los resultados de nuestra labor cotidiana.

También está la página de Camaquito Español, en la que además de nosotros  aparecen  todos los proyectos que desarrolla la ONG con la infancia cubana. Existen en Camagüey, Ciego de Ávila y Santiago de Cuba en expresiones como la danza, el teatro, deporte como el fútbol en los barrios, los hay de enfoque comunitario desde Casas de Cultura.

En ambos sitios se ofrecen guías sobre nuestras dinámicas.

Como dijera Shinichi Suzuki, Dos cosas necesita una semilla: tiempo y estímulo, esa es la guía de nuestro proyecto. 

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