Las pruebas obligatorias, las cuarentenas y, en algunos destinos, el cierre total de las fronteras, han obstaculizado la reanudación de los vuelos internacionales. Foto: A21.


Lissett Izquierdo Ferrer - Cubadebate.- Mientras el 11 de marzo de 2020 el IPK confirmaba los tres primeros casos de COVID-19 en Cuba, los fogones de la “La nueva era” permanecían encendidos. Un día antes, Reinaldo Vivas Zerquera sabría de los turistas hospedados en un hostal de su ciudad que se llevaron para La Habana con síntomas respiratorios. Casi 24 horas después, cuando el noticiero daba a conocer la nota de prensa del Minsap, él estaba lejos de imaginar el silencio que se adueñaría de Trinidad y de las cocinas de su casona colonial, en calle Simón Bolívar.

Para quien lidera el primer restaurante en abrir sus puertas en Trinidad luego del nuevo impulso al trabajo por cuenta propia en el país, en septiembre de 2010, estos meses de pandemia han sido “los más difíciles y catastróficos”. Porque cuando la isla cerró las fronteras en las semanas siguientes al diagnóstico de aquellos tres casos positivos, también se cerraría la entrada a la mayor parte de los ingresos de una ciudad excesivamente dependiente del turismo.

Entonces no podía ser distinto el desenlace. “La nueva era” llegó a este 2021 a oscuras y en números rojos, una realidad peor, incluso, a cuando Trump cortó en 2019 los viajes en cruceros y desde el Puerto de Casilda dejarían de llegar turistas a este restaurante, preparado para atender simultáneamente a cerca de 200 comensales con ganas de disfrutar el sabor criollo.

Ahora, en espera del regreso de los visitantes internacionales y a que el coronavirus no imponga más tropiezos, Reinaldo cultiva la tierra en la finca de su papá, “no solo para poder vivir”, sino por la libertad que se respira en los campos, en medio de aislamientos y cuarentenas. Otros de los miles de cuentapropistas que hay en Trinidad también han recurrido a esta alternativa. Y no pocos, para subsistir, “tuvieron que vender los medios con que desarrollaban su actividad”, incluso “algunos se han visto obligados a marcharse del municipio en busca de empleo”.

Tampoco han faltado quienes apostaron por reabrir su negocio con una clientela totalmente cubana. Hay hasta hostales reducidos a “servicios gastronómicos en cafeterías”. Pero las escaseces acrecentadas por la pandemia, el bloqueo y las medidas sanitarias hacen que las esperanzas sigan estando en ese escenario pos-COVID-19.

“No tenemos otra opción que esperar”, me escribe Reinaldo por WhatsApp y deja otros textos en los que reflexiona: “Pensábamos que en tiempos de desastres, catástrofes y pandemias podía existir un fondo para ayudar a aquellos cuentapropistas que quedaran sin trabajo; un dinero que se nos entregara como parte de la Seguridad Social que pagamos y que sería en estos momentos de mucha ayuda para cubrir servicios básicos como la comida, la electricidad y medicamentos”.

Entre las medidas aplicadas en Cuba desde el inicio de la COVID-19 estuvo la de autorizar la suspensión temporal de la licencia para ejercer la actividad por cuenta propia. Muchos del sector no estatal se acogieron a esa posibilidad, exonerados de pagar impuestos, excepto la Seguridad Social.

Y si al dueño de “La nueva era” le preguntas por ese futuro en el que la tercera villa cubana ya no sea una “casa inhabitada” y “solitaria”, habla de un empezar “desde cero”. Por lo pronto le preocupa no haber recibido aún “ningún correo o mensaje de las agencias de viaje con las que teníamos contratos, como Cubatur, Cubanacán, Havanatur y Amistur. No nos han comunicado cómo será el nuevo comienzo y el proceso de contratación, ya que se eliminó la doble moneda”.

Las perspectivas siguen siendo inciertas

La Organización Mundial del Turismo (OMT) calificó el 2020 como el peor año de la historia del turismo. En esos 12 meses los destinos de todo el planeta recibieron mil millones de arribos de viajeros menos que en 2019.

En Cuba la contracción de las visitas también fue drástica. De acuerdo con fuentes oficiales, el país recibió 1 085 920 vacacionistas, solo el 25,4% de la cifra registrada el año anterior a la aparición del coronavirus. Aunque, en esos números hay una cuota del comportamiento desfavorable que sufría la industria del ocio nacional debido a las prohibiciones de viajes —que aún siguen vigentes— impuestas por la administración Trump.

Y en estos primeros meses del actual año la incertidumbre sigue rodeando la recuperación de un sector fundamental para la economía cubana y la de no pocas familias. Las pruebas obligatorias, las cuarentenas y, en algunos destinos, el cierre total de las fronteras, han obstaculizado la reanudación de los vuelos internacionales.

La OMT ha esbozado dos escenarios que consideran un posible repunte de los viajes en la segunda mitad de 2021. Sin embargo, en el mejor de los pronósticos se estaría ante una cifra que sería un 67% inferior a la de 2019. En todo caso, este organismo internacional augura que el turismo podría tardar entre dos años y medio y cuatro en volver a los niveles anteriores a la llegada del coronavirus.

En Cuba, si bien las autoridades coinciden en que “las perspectivas siguen siendo inciertas” y que “la recuperación será paulatina”, “se está haciendo lo imposible porque esto suceda en el menor tiempo”, dijo a Cubadebate Michel Bernal, director Comercial del Ministerio de Turismo.

Desde junio la Isla abrió sus fronteras y ha promovido la visita de turistas, pero solo para determinados destinos como los cayos del norte y sur. En estos dos primeros meses del año en curso el país contabiliza unos 35 600 viajeros, lo que representa un decrecimiento del 95,5% comparado con similar período de 2020.

En medio de esta situación, resumió Bernal, “lo más importante es que se mantiene una comunicación estrecha, mediante videoconferencias, con los turoperadores internacionales y una campaña de comunicación para visibilizar las renovaciones del producto turístico cubano, las acciones de capacitación y las medidas que se están implementando para disponer de un turismo más higiénico y seguro”.

***

Desolado, triste, apagado. Nada que ver con la alegría que había en las calles, en los bares, restaurantes, en el ir y venir de las guaguas y taxis. Eso se acabó. Todo cambió de golpe en Viñales. En mensaje de audio, Yelenis Rodríguez Llanio dibuja un valle totalmente desconocido hasta ahora, porque el trasiego de viajeros ha sido tan natural en sus paisajes como los encantos que la naturaleza le dio.

Un ambiente desolador que tocó la puerta de cada negocio privado y de los tres cuartos de renta que administra la mamá de Yelenis. A finales de marzo vieron marcharse a los últimos turistas. “Esta es la etapa más dura que hemos tenido, porque ni siquiera al principio que comenzamos (en 2014) cuando, como todo lo nuevo, no teníamos contactos, ni agencias ni Internet. Sin embargo, no fue tan duro como ahora”.

En ese tercer mes Yelenis dejaría de pagar el impuesto como trabajadora contratada. La ley también exoneró a su mamá, aunque sigue contribuyendo a la Seguridad Social. “Porque ella no se ha dado de baja, estamos en pausa. Cada dos o tres meses tenemos que ir (a las oficinas de Trabajo) a ratificar con un nuevo documento que las habitaciones se mantienen cerradas pero disponibles, es decir, dispuestas a abrir si volvemos a recibir turistas”.

Ya en casa, puertas adentro, la situación se complejiza. “Ha sido muy difícil. Somos cinco, incluidos mis dos hijos, y vivimos con el retiro de mi abuelo. Por ejemplo, mi mamá ahora mismo no tiene opciones de trabajo, como tampoco yo, que soy instructora de arte. Tengo dos solicitudes, una en febrero y otra en junio, y mi plaza no se ha abierto. No hay opción de trabajo, esto es lo que más nos ha golpeado”.

Esta joven de 27 años cuenta que en Viñales la Seguridad Social ha ofrecido ayuda a mujeres con varios hijos, sin dinero. Pero no en su caso, “porque supuestamente con el retiro de mi abuelo (1 575 pesos) alcanzaba para los gastos de la casa, como alimentos y los servicios de agua y electricidad”.

Vecinas y amigas de Yelenis, cuyas economías también han estado dependientes del turismo, tuvieron que cambiar de oficio para ganarse la vida. “Se han puesto a hacer labores de peluquerías, pintar uñas. Yo también lo hago, pero los productos escasean, y dentro de poco lo tendré que dejar”.

Otras experiencias hablan de un retorno al campo. “Por lo general, los que se encargaban de dar paseos a caballos siempre tuvieron tierras donde cultivar. Así le pasa a un amigo, que tiene una vega. Antes no podía dedicarle tiempo y ahora cría cochinos y siembra col, pepino, tomate, y ahí tiene una vía para sobrevivir”.

La dirección de Trabajo en este municipio de Pinar del Río contabilizaba a finales de marzo, según un reporte del periódico Granma, unos 214 trabajadores por cuenta propia reubicados en “estructuras productivas de la agricultura”, pero advertía “que este es un dato parcial, pues la mayoría de los viñaleros posee algún familiar con tierras, y muchos han ido directamente al campo, sin constar en los registros”.

Antes de la llegada del SARS-COV-2, entre casas de renta, cafeterías, restaurantes, servicios de belleza, bares y otros negocios, el sector no estatal agrupaba a más de 4 700 personas en Viñales, donde la oferta privada es mayoritaria, al igual que sucede en Trinidad y Baracoa (Guantánamo).

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. “Con mucho gusto —comenta Yelenis— volveríamos a empezar desde cero. Siempre habría que hacer una inversión para iniciar, porque hace más de un año que las habitaciones están cerradas, no se pintan, todo está un poco maltratado. Pero todo eso se haría si el objetivo es que vuelvan los turistas, porque sería la salvación de todo este pueblo, porque aquí sin turismo no tenemos nada”.

— ¿Cómo imaginas la nueva normalidad?

“Quizás no trataríamos a los turistas de la misma forma. Siempre se han tratado como familias, más cuando llevan varios días hospedados. Entraban a las cocinas y cogían lo que necesitaban.

“Habrá que tomar medidas que no sé si tendríamos la preparación suficiente, ni la posibilidad de adquirir las cosas. Hay que usar guantes, delantales, muchas cosas desechables que no hay”.

***

Antes de marzo de 2020 y durante dos décadas, Ismael Pérez Pérez tenía un único oficio: contar la historia, la cultura y tradiciones de la zona más antigua de La Habana. Sin ser historiador, enseñaba historia y hablaba sobre el Capitolio, el Museo de la Revolución, la Plaza de la Catedral, la casa Natal de José Martí... Todo eso antes de que el coronavirus detuviera, por primera vez en 20 años, las ruedas de su choche.

Ismael es miembro de la cooperativa “El Carruaje”, perteneciente a la Oficina del Historiador de La Habana, y lleva más de 12 meses “interrupto”. “Para mí ha sido el golpe más duro. Hemos estado interruptos más de un año, y son resultados malos para nosotros y para el país, porque desapareció la recaudación que hacíamos diariamente. Ha sido catastrófico”.

Otras veces sus caballos se han tomado un descanso, porque, por ejemplo, afectaciones climatológicas impedían los recorridos. Pero la pausa nunca había sido tan prolongada como la de ahora, como tampoco tiene precedente el golpe en los bolsillos, “ni cuando el desplome por las prohibiciones de los cruceros”.

Durante este tiempo de pandemia “El Carruaje” le ha pagado un estipendio a Ismael, que desde hace un mes trabaja vestido de verde, alejado de las calles de La Habana Vieja. “Muchos cooperativistas han tenido que buscarse otros trabajos para poder subsistir, porque la vida se ha puesto durísima. Las pérdidas para el país debido a la COVID son enormes, estamos prácticamente detenidos en el tiempo”.

Ahora, cada dos días, este habanero llega puntual al Hospital Frank País. Enmascarado y en la zona roja, donde los médicos atienden sobre todo niños enfermos con el coronavirus, limpia el carrito del pantry, revisa cada uno de los utensilios y recipientes, y enfrenta una nueva rutina.

Y aunque debajo del traje verde conserva la añoranza por aquellas “clases de historia” sobre llantas de hierro y adoquines, también ahí se siente útil. “Considero importante prestar nuestra ayuda en un momento como este, porque me siento orgulloso, no solamente de trabajar con el turismo. Donde me necesite la Revolución, ahí estaré”.

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