Raúl y Díaz-Canel durante la sesión plenaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular en diciembre de 2014. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.


Canal Caribe.- Este 3 de junio Cuba celebra el cumpleaños 90 del General de Ejército Raúl Castro Ruz, y junto a la fecha, su vida y obra ejemplar. Héroe de la República de Cuba, ha dedicado su existencia a la defensa de la Patria, pero también atesora un legado de fidelidad y disciplina. Compañeros de lucha de Raúl dejaron sus testimonios para la Historia y compartimos algunos de ellos.

 

Compartir sus 90…

Daily Sánchez Lemus, Ismael Francisco, Irene Pérez

Cubadebate

Es de noche ya el 2 de junio de 1956. María Antonia González se acuesta tranquila: estaba listo el pastel para Raúl, con sus 25 velitas. En el apartamento de Emparan 49-C, en el Distrito Federal, México, querían celebrarle el cumpleaños. Fidel ha pedido a María Antonia que lo espere para la celebración, pues él tiene que salir a hacer gestiones. De esa forma, en la tarde del 3 de junio, se reúnen en el histórico apartamento compañeros de lucha y conocidos para festejar.

Fotos de aquel momento demuestran la felicidad del joven, a pesar de estar lejos de su familia y en condición de exiliado. Raúl había tenido que salir de Cuba por acusaciones que le hicieran de colocar una bomba en el habanero cine Tosca, luego de su salida de Presidio el 15 de mayo de 1955 junto a los demás asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

Es por eso que el 24 de junio, y a sugerencia de Fidel, Raúl era el primer moncadista en llegar a México luego de pedir asilo en la embajada para su propia seguridad. La situación se volvía insostenible para ellos en Cuba y  las puertas para la lucha política estaban cerradas.

Poco después llegaría Fidel y así cada joven, para organizar la lucha y ser libres o mártires. El exilio lo hizo crecer mucho más, concebir su vida ya definitivamente en función de su patria y del ideal de justicia. Un joven cariñoso, familiar, pendiente siempre de los de casa, aquellos brazos fuertes y amorosos que dejó en Birán precisamente en junio de 1955, antes de tener que salir de Cuba. En México fue donde supo de la muerte de su padre, Ángel Castro, el 21 de octubre de 1956, cuando faltaba poco para el regreso. Por eso justo antes del viaje anhelado, el pensamiento y las letras para su madre, para Lina Ruz:

 “¡Madre querida!

En estos momentos ¿qué puedo decirte? Sólo que tengo inmensos deseos de verte y que te quiero más que nunca. Pase lo que pase, siempre en el recuerdo tendrás un hijo que te adora eternamente.

Tu Raúl

Nov 24 de 1956.”[1]

***

Raúl Modesto Castro Ruz había nacido el 3 de junio de 1931 en Birán, cuarto hijo de doña Lina Ruz y don ángel Castro. Raíces cubanas y gallegas, sangre inquieta, corazón inmenso y lealtad a prueba de hecatombes. Estuvo en el asalto al Cuartel Moncada, en el grupo que tomó el Palacio de Justicia en Santiago de Cuba, donde demostró sus cualidades para estar al frente de un grupo cuando la acción comenzó. Estuvo en el Presidio de Isla de Pinos junto a su hermano y demás asaltantes sobrevivientes. Estuvo en el exilio y vino en el Granma. Abrazó a Fidel en Cinco Palmas y ganaron la guerra juntos. Allá en el Segundo Frente hizo revolución desde el 11 de marzo de 1958, y construyó en su medio lo que podría el país luego del triunfo: un espacio libre, soberanísimo. Ha sabido conducir las Fuerzas Armadas de nuestro país, y al país mismo cuando fue preciso. Condujo magníficamente nuestro Partido Comunista de Cuba. Ha sido valiente en la toma de decisiones y firme en los principios que ni el tiempo ni los contextos cambian. Logró hacer realidad la certeza de Fidel de que los Cinco regresarían, y aquí están. Discursó a su modo, con su estilo francotirador tan necesario para darle en el centro a los asuntos más complejos, y dio lecciones en cada intervención suya en Asamblea o reunión, o Cumbre. Ha llevado en sus fuertes brazos parte del alma de una nación: a Vilma, a Fidel y a Carlos Manuel de Céspedes. Ha besado frentes y manos de pequeños, que agradecidos sienten que cuando él los besa, también los besa la patria. Sigue siendo un enamorado de las montañas de la Sierra cubana, de Santiago, la tierra de Frank País y Vilma.

Así ha sido a lo largo de su vida. Una persona osada y revolucionaria. Comunista y buen amigo, de los de verdad, de los que se juega la vida junto a ellos, y como sobreviviente los lleva junto a él en la lucha y en sus momentos de victoria. Así están en su despacho las fotografías de José Luis Tasende, en el Moncada, ensangrentado, poco antes de ser asesinado; y la de Ñico López, en México, poco antes de zarpar. El que durante la lucha escribió a suerte de testamento que declaraba como heredera suya a Temis Tasende, la hija de José Luis; y que si supiera el monto que le correspondía a él de su herencia, hubiera dejado una parte para comprarle una casa a la madre y hermana de Ñico. El que cargó a Temis en el Moncada, cuando el cuartel fue convertido en escuela y emocionado le dijo: “Mira, Temita la obra de tu padre”.

Así también ha llevado siempre a Vilma Espín, su amada y admirada “Espinita” de los días de la Sierra, con la que ha tenido una familia grande y feliz. Él mismo, en un gesto que expuso ante los ojos de todos ternura y amor más allá del tiempo, escribió el 24 de noviembre de 2010 en el libro de firmas del Memorial que lleva el nombre de su guerrera:

 “El 26 de enero de 1959, en esta casa me puse un nuevo uniforme de guerrillero y me fui a la boda con Vilma… lo mejor y más lindo que hice en toda mi vida.”

***

Ese es Raúl.

Conocida su lealtad a Fidel, el hermano de sueños y balas; su cariño infinito, su respeto y su admiración; y el hecho de estar dispuesto a arriesgar su vida por él. Y es conocido también que todo ello era recíproco desde siempre. Así se refleja en el artículo del jefe del Movimiento 26 de Julio  el 17 de junio de 1955 publicado en el periódico La Calle, cuando, ante las acusaciones que le hacen a su hermano, responde:

Ese “pundonoroso” militar tiene derecho a acusar a mi propio hermano Raúl, de haber puesto el jueves una bomba en el teatro Tosca, siendo así que, exactamente ese día, se encontraba en Oriente junto a mi padre, anciano y gravemente enfermo. ¡A ese mismo Raúl Castro que en el Cuartel Moncada hizo nueve prisioneros y los trató a todos con intachable caballerosidad, que sabe por tanto combatir de frente y no asesina prisioneros ni pone bombas!

(…)No se ha incluido mi nombre en la terrible lista de terroristas, y si eso es una deferencia, una cortesía del señor Carratalá[2], se lo agradezco. ¡Muchas gracias! Pero se ha incluido el nombre de mi hermano que participa de mis ideas  con toda lealtad sin salirse de la línea trazada; acusarlo, es acusarme a mí, y eso sí que no se lo agradezco, señor Carratalá. [3]

“Acusarlo, es acusarme a mí”, cinco palabras para definirlo. Por eso – y por muchos otros momentos grandísimos de nuestra Historia- nos conmovimos aquella noche del 3 de diciembre de 2016 en que lo escuchamos en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo jurar ante el cedro de Fidel defender la Revolución y hacer cumplir las palabras del Titán de que quien intente apoderarse de Cuba solo recogerá su suelo anegado en sangre si no perece en la lucha. Y acto seguido, sentir romperse el silencio de la noche cuando llama a su hermano dos veces desde lo más profundo del pecho: ¡Fidel,  Fidel, hasta la victoria….Siempre!

Ese es Raúl. El nuestro. El que tampoco necesita otros nombramientos para llegar a la gente, porque su carácter, su fidelidad y su modestia, le han conferido –como a Fidel- todas las autoridades morales para conducir a nuestro pueblo y concretar la continuidad de los sueños que los llevaron al Moncada.

Por eso no pasan inadvertidos sus noventa. Por eso este 3 de junio tiene a todo un país acompañándole a sembrar un cedro más…. Y aquí nos tendrá, el año próximo, y el otro, y el otro… para seguir con él poblando de verde olivo y verde esperanza nuestro futuro.

[1] Katiuska Blanco: Todo el tiempo de los cedros,  Casa Editora Abril, Segunda edición cubana, La Habana, 2009, p. 394.

[2] Conrado Carratalá: llegó a Coronel de la policía. Asesino al servicio de la dictadura de Fulgencio Batista.

[3] Fidel Castro: Aquí ya no se puede vivir, periódico La Calle,  17 de junio de 1955, consultado en Fidel Periodista¸ Editorial Pablo de la Torriente Brau, 2016, pp.95-96.

 

Sencillamente Raúl

Roberto Garaycoa Martínez, Dunia Cardosa García

En ocasión de celebrarse este 3 de junio el cumpleaños noventa del General de Ejército Raúl Castro Ruz, se presentó la revista Verde Olivo especial dedicada a quien, por más de 49 años, se desempeñó como Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). 

El homenaje, efectuado en la Sala Universal de las FAR, fue presidido por el general de cuerpo de ejército Ramón Espinosa Martín, viceministro primero de las FAR y el general de brigada Jesús Manuel Burón Tabit, viceministro del Interior; participaron, además, otros jefes de las FAR y del Ministerio del Interior, así como un grupo de autores de la publicación y trabajadores de la editorial.

El director de la Casa Editorial Verde Olivo, coronel Rigoberto Santiesteban Reina, señaló elementos que confluyeron en el proceso productivo de la revista; ello permitió, con el apoyo de periodistas, colaboradores, editores, diseñadores, fotorreporteros, correctores…, regalar esta Verde Olivo al General de Ejército en su onomástico.

El panel fue conducido por la periodista Katiuska Blanco. En este escenario los periodistas e intelectuales Alina Perera Robbio, Leticia Martínez Hernández, Wilmer Rodríguez Fernández y el doctor en Ciencias Históricas Elier Ramírez Cañedo, mostraron desde su visión personal, cualidades éticas, revolucionarias y morales del General de Ejército.

La revista, órgano oficial de las FAR, muestra contenidos y secciones fijas que destacan diferentes etapas de Raúl: infancia, juventud, trayectoria revolucionaria… En sus más de noventa páginas vislumbra lo que simboliza para este cubano haber nacido y crecido en Birán y tener junto a él uno de los mayores ejemplos: el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Sobresalen imágenes que tiene un gran impacto visual, entre las que despuntan la obra de los fotorreporteros Perfecto Romero y  Raúl Abreu. Las instantáneas, acompañadas de un diseño artístico, realzan los trabajos, entre ellos: “El joven estudiante”, de la historiadora Martha Verónica Álvarez Mola; “Sencillamente Raúl”, del coronel (r) René González Barrios; “Nada ha sido en vano”, “El jefe y amigo” de los periodistas Leticia Martínez Hernández y Wilmer Rodríguez Fernández, respectivamente y “Seremos siempre tripulantes del Granma”, del teniente coronel (r) Jorge Martín Blandino.

“Por el camino de las remembranzas”, constituye el artículo de apertura de la revista, el cual fue desarrollado por  la periodista Katiuska Blanco. Dicha profesional de la prensa escrita, le regala al público necesarias reflexiones de quien ha sido en disímiles contextos, ejemplo para su nación.   “La personalidad de Raúl se desdobla en las palabras, un ser muy familiar, recto en los principios, enérgico, y a su vez, campechano; de una disciplina forjada en el sacrificio [...] Una persona de hábitos y costumbres [...], ejemplos de una voluntad de estudio y cuidado, fácilmente perceptibles. Alguien de amistades sólidas y perpetuas, con cercanías que no se distancian al pasar de los años”, apunta la escritora.

El director de la editorial destacó como se concibió en esta edición la valoración de Eusebio Leal Spengler; quien aceptó, desde la idea inicial del proyecto editorial, colaborar y reflejar la agudeza del pensamiento y la acción de Raúl, del cual expresara: “¡Está ahí por lo que hizo, por lo que ha hecho y por lo que

hará!”

Al no estar físicamente Leal, Verde Olivo retomó fragmentos de la presentación del libro Raúl Castro y Nuestra América, de Abel González Santamaría, en la Feria Internacional del Libro de La Habana, febrero 2018, donde dejó acentuado con su verbo el orgullo que representó para él conocer a Raúl.

El historiador Elier Ramírez Cañedo se refirió a la unión de Fidel y Raúl, quien “ha mantenido viva la fuerza de la Revolución, abriéndole paso con seguridad y confianza a la continuidad creadora que representa nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel  Bermúdez,  que ha bebido de esos dos manantiales de sabiduría, ejemplos imperecederos de hermandad en la lucha contra todos los imposibles, que siguen demostrándonos cada día “que sí se pudo, sí se puede y se podrá superar cualquier obstáculo”, destacó el intelectual.

 

El mambí que sigue con el pie en el estribo

De su fidelidad y de su servicio a la patria habló Fidel en ocasión del 1er. Congreso, cuando recordó que en el Partido y en la Revolución «no puede existir, ni existirá jamás el familiarismo», pero sucede que a veces «dos cuadros se juntan», y en este caso Raúl, además de un extraordinario cuadro, era su hermano

Juan Antonio Borrego

Granma

 

Cuando el 26 de julio de 1953 Raúl Castro le quitó la pistola al jefe de la patrulla que intentó hacerlo prisionero en la Audiencia de Santiago de Cuba, encañonó a quienes hasta ese momento eran sus captores, y en menos de un segundo cambió radicalmente el rumbo de la enmarañada película que estaba viviendo, no solo salvó su vida y la de sus compañeros, sino también un pedazo de la Revolución que había comenzado a gestarse aquel mismo día.

Dicen que la rebeldía le había brotado mucho antes en Birán, cuando por mandato de su padre le tocó poner orden, primero en el bar y luego en la valla de gallos finos, o cuando juró ajustarle cuentas a aquel boxeador de barrio que había derrotado a su hermano en una pelea mal planificada.

De su fidelidad y de su servicio a la patria habló Fidel en ocasión del 1er. Congreso, cuando recordó que en el Partido y en la Revolución «no puede existir, ni existirá jamás el familiarismo», pero sucede que a veces «dos cuadros se juntan», y en este caso Raúl, además de un extraordinario cuadro, era su hermano.

Algo muy parecido acaba de recordarnos el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel, al asumir el cargo de Primer Secretario del Partido, ocasión en la que evocó el inconmensurable aporte de Raúl a la Revolución, desde el Moncada y la Sierra hasta el proceso de continuidad que él preparó, condujo y lideró, siempre desde los territorios de la fidelidad y de la modestia.

Fue el mismo altruismo que describió Nikolái Leónov cuando comenzó a hilvanar su biografía Raúl Castro, un hombre en revolución, y se encontró con un escollo que parecía insalvable para el proyecto literario que se traía entre manos: su héroe, también su amigo, no busca publicidad, «más bien la evita», dijo.

Cuando el derrumbe de la Unión Soviética y la desintegración del campo socialista cayeron como una maldición sobre esta Isla, y los enemigos de siempre comenzaron a frotarse las manos, él no salió a pedir perdón ni a confesarse. Les aseguró a los suyos, como ya había probado en los días luminosos del Segundo Frente, bajo aquellos bombardeos inclementes, que sí se podía; y a la larga tuvo la razón: se pudo y se puede.

No fue la última prueba difícil; todavía faltaban la muerte de Vilma, compañera de todas las batallas, y la enfermedad de Fidel, que lo obligó a asumir los cargos a los que nunca aspiró.

Al frente del país completó un periodo  fecundo, en el cual las carencias y el cerco no le impidieron ver más lejos para emprender la actualización del modelo económico y social cubano, la renegociación de la deuda externa y la promoción de las formas de gestión no estatales; lograr la liberación de los Cinco Héroes  y capitanear las conversaciones y negociaciones con Estados Unidos, y apoyar leyes trascendentales para el país, incluida la conducción del proceso democrático de elaboración de la nueva Constitución de la República.

Ya había hecho lo suficiente como para ganarse el descanso, pero guerrero al fin, les dijo a los cubanos el pasado 16 de abril que mientras viva estará listo y «con el pie en el estribo», una frase que, para su pueblo que lo conoce, no necesita traducción.

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