Giselle Armas Pedraza y María Isabel Domínguez García/ Diseño: Alejandro Sosa Martínez.


La población cubana es más heterogénea y desigual que hace tres décadas y ello se expresa en sus escalas de valores y en sus proyectos de país.

Redacción Alma Mater

Rita Karo y Yoandry Avila Guerra

¿El actual entramado social cubano propició y propicia sucesos como los acontecidos en julio pasado?¿Qué obviamos cuando se homogeniza y marginaliza a las participantes en estos sucesos?¿Recoge en su seno la sociedad cubana intereses de grupos sociales y proyectos de vida antagonistas e irreconciliables?¿Cuál es el papel de las ciencias sociales y la academia en delinear la Cuba de hoy?¿Son tomados en cuenta los resultados de sus investigaciones?

Estas y otras interrogantes mueven los resortes de la Sociología en la octava entrega del dossier Desafíos del consenso. Nos acompañan en esta ocasión la Máster en Ciencias Giselle Armas Pedraza, Docente-Investigadora de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de la Universidad de La Habana, especialista en el área de Política y Desarrollo; y la Doctora en Ciencias María Isabel Domínguez García, socióloga, Investigadora Titular, y Coordinadora del Grupo de Estudios sobre Juventudes del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS).

Generaciones, diversidad, consumo…

Como se ha ilustrado por diversos cientistas sociales en entregas precedentes del dossier Desafíos del consenso, los sucesos del pasado 11 de julio son el resultado de factores, internos y externos, acumulados y emergentes. En este sentido, María Isabel Domínguez García comenta que de un lado están las limitaciones propias de un país con una herencia de escaso desarrollo económico, con insuficiente industrialización e infraestructura y dependiente del comercio exterior, que ha resistido las consecuencias de las agresiones de Estados Unidos, en particular la más prolongada: el bloqueo económico, comercial y financiero.

«Las dificultades económicas se han visto agravadas por el constante acoso en el plano ideopolítico — del que forma parte el propio bloqueo — por tratarse de un modelo alternativo al capitalismo y un mal ejemplo para otros países de la región.

«Las transformaciones en la sociedad generadas a partir de la crisis de los años noventa o “Período Especial”, que aun cuando fue una etapa de resistencia heroica, dejó sus huellas; la estrategia de recuperación con la apertura al turismo internacional, las empresas mixtas, la ampliación del trabajo por cuenta propia, la circulación primero del dólar y luego del peso convertible, la entrada de remesas del exterior, entre otros factores, abrieron o profundizaron brechas de desigualdades sociales y promovieron el paulatino cambio en la escala de valores predominante», destaca la especialista.

Por su parte, la investigadora Giselle Armas Pedraza considera que en los años noventa ocurrieron cambios en la estructura social en Cuba. Aparecieron nuevos grupos sociales que se diferenciaron por el capital simbólico, cultural, económico y político que acumularon en las décadas anteriores. Las reformas realizadas — explica — incidieron en las formas de propiedad, en la aparición de nuevos agentes económicos, en la ampliación de la pequeña producción privada urbana y rural, en la extensión y diversificación del sector cooperativo agropecuario; y en el decrecimiento del sector estatal.

«Hubo una división entre ocupados en sectores de la propiedad, tradicionales y emergentes, en donde se quiebra la relación proporcional entre calificación profesional e ingresos. Al mismo tiempo, se potenció la diversificación profesional y la recampesinización” del agro cubano — según reseña la investigadora Mayra Espina Prieto — . Se crearon las condiciones, junto a la polarización en la concentración de los ingresos y desiguales accesos a las oportunidades universales, para que aparecieran franjas de personas en situación de vulnerabilidad.

«Desde estos antecedentes se pueden entender algunos de los objetivos de la Tarea ordenamiento, independientemente de si era el momento de aplicarla o no, debe contrastarse con los reduccionismos que intentan crear la dicotomía estado-pueblo, y Partido. El ordenamiento intenta fortalecer y restructurar la clase trabajadora, estimular a largo plazo el empleo como fuente fundamental de producción y reproducción de la vida. Es un intento por reacomodar la movilidad social y la pirámide invertida».

Sin embargo, estas medidas — destaca Armas Pedraza — se dan en una realidad donde resistieron y se reconfiguraron las desigualdades sociales. Esta política está en la obligación de reducir las brechas en los grupos sociales que no cuentan con iguales condiciones de partida para apropiarse de los beneficios de las formas de distribución actuales:

«Tenemos como desafío principal repensar y eliminar los mecanismos que las reproducen (es el caso de las tiendas en Moneda Libremente Convertible) y luchar contra las lógicas capitalistas que se filtran en espacios de la sociedad».

La docente subraya que la condición de vulnerabilidad no determinó la participación en las manifestaciones y que las necesidades de las clases populares no son solo problemas de cuchillo y tenedor, sino están matizadas también por cuestiones culturales. En ese terreno cultural — apunta — es donde el imperialismo también ha trabajado, poniendo en el debate y en el capital simbólico de la nación valores universales en abstracto (libertad, democracia, Patria, vida, participación…).

Mientras, Domínguez García plantea que dichos efectos negativos y los impactos sociales sobre los grupos que habían quedado en situación de mayor desventaja, se trataron de atenuar con la implementación de los «Nuevos Programas Sociales» en la primera década del siglo XXI, sobre todo con vías a abrir nuevos espacios a la inclusión social de las juventudes, a la vez que se pretendían fortalecer los valores ideopolíticos del socialismo y la identidad cultural. La socióloga sostiene que :

No se impulsaron transformaciones estructurales más profundas que garantizaran un cambio en las matrices económicas, permitieran la liberación de las fuerzas productivas, redujeran la dependencia del exterior, al menos para el logro de la soberanía alimentaria, y dieran respuesta de forma sostenida a la satisfacción de las necesidades de la vida cotidiana de la población y permitieran la autorreproducción ampliada del sistema.

«Por ello se inició el proceso de actualización del modelo con la formulación, discusión y aprobación de los “Lineamientos de la Política Económica y Social”, pero, la mayor parte de las transformaciones propuestas han tardado una década en implementarse o no han tenido el suficiente impacto en el crecimiento económico. Durante ese tiempo la correlación de fuerzas en América Latina cambió, con el ascenso de fuerzas de derecha; y la política de Estados Unidos hacia Cuba pasó de la perspectiva de una posible normalización de las relaciones a un recrudecimiento de las acciones del bloqueo y las agresiones en el plano político y mediático.

«Las debilidades del funcionamiento económico interno y el aumento de la presión externa llegan a su momento pico con la prolongación e incremento de la pandemia de la COVID-19, que obstruye las principales fuentes de ingresos financieros al país (turismo, exportación de servicios médicos, remesas) y genera un incremento de gastos para frenar el avance de la enfermedad. Todo ello hace colapsar los abastecimientos básicos a la población y complejiza al máximo la vida cotidiana de las personas, creando un clima de insatisfacciones, malestares e incertidumbres que encuentra maneras de expresarse», señala la investigadora.

Como parte del escenario interno, Domínguez García apunta que el tema de la participación ciudadana tampoco puede obviarse:

«A pesar de momentos relevantes de consulta popular como fueron los lineamientos para el VI Congreso del Partido o, más reciente, la discusión del proyecto de Constitución, los espacios para la participación han ido decreciendo, las organizaciones sociales han ido perdiendo relevancia y sentido, y sus métodos resultan obsoletos, poco atractivos y poco resolutivos.

La participación como mecanismo de control popular de la gestión del gobierno y las instituciones y formar parte de la toma de decisiones en asuntos que competen de forma directa al pueblo, son elementos presentes en los reclamos de mayor diálogo que han atravesado a la sociedad cubana en el último período».

La filósofa y docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Giselle Armas, es del criterio que incidieron también en los hechos del 11 de julio otros factores como la conservatización de algunos sectores de la sociedad y el intento creciente de separar la dimensión política revolucionaria de los cambios y permanencias que están ocurriendo en Cuba. De igual modo, apunta que se intentó, subterráneamente, sustraerle a la Revolución su independentismo y antimperialismo para movilizar a grupos sociales e individuos.

«No obstante, la politización del campo revolucionario y su heterogeneidad también ha incidido en esta disputa política y cultural; frente a la enajenación colonizadora se ha promovido la soberanía nacional socialista, que se inspira en el ideario martiano de justicia e igualdad social, con fuerte carácter antimperialista», indica.

En la determinación de las causas de los acontecimientos del 11 de julio, la investigadora Domínguez García refiere que se deben tener en cuenta las características de la población, cuyo elemento más significativo en las últimas décadas ha sido el crecimiento de las desigualdades socioeconómicas y su heterogeneización, tanto en su composición socioestructural como en el ámbito de las subjetividades.

La Doctora en Ciencias Sociológicas destaca que en la actualidad muchas personas se refieren al cambio generacional: «Debo decir que no hablo de las generaciones ahora porque sea un tema de moda o porque la realidad lo ha hecho más que evidente. Hablo de las generaciones porque ha sido uno de los temas centrales a los que he dedicado mis investigaciones desde hace muchos años, desde las que no solo he hecho proyecciones sobre ese cambio, sino que he elaborado propuestas para transitar por el necesario proceso de continuidad y ruptura que implica la sucesión generacional de manera no traumática, y aprovechando al máximo las potencialidades de la convivencia intergeneracional».

«El cambio generacional de la sociedad cubana guarda relación con procesos de naturaleza clasista, ideológica y cultural. Para el año 2020, un tercio de la población cubana había nacido después de 1990 y en esa fecha más de la mitad apenas se encontraba en la infancia, de manera que no conocieron la etapa anterior al Período Especial. Mientras, solo una décima parte había vivido la etapa del triunfo de la Revolución con edad suficiente para haber tenido alguna participación en ella o recordarla de manera directa (las personas que al triunfo tenían al menos diez años o más).

«Ello tiene implicaciones, a partir de las vivencias directas, en las aspiraciones y proyectos de vida y su realización, en los significados que atribuyen a la historia; en las maneras de entender la Revolución, sus logros e insuficiencias; las percepciones acerca de los derechos, aquellos que se han debido conquistar o les han sido dados desde la cuna y, como resultante, el modelo de país que se desea y el compromiso que se asume o no con ese modelo».

La investigadora del CIPS destaca que hoy la población cubana, en general, es más heterogénea y desigual que hace tres décadas y ello se expresa en sus escalas de valores y en sus proyectos de país. Ha ido ganando fuerza el individualismo y el consumismo, lo que fundamenta la idea de la eficiencia capitalista frente a la ineficacia del socialismo, la propuesta de privatización y la creencia en «el sueño americano». Ese sueño se acompaña de un ideal de libertad desde la perspectiva individual y de democracia únicamente desde el juego electoral.

«La suma de todas estas condiciones fue interpretada como la mejor oportunidad para hacer caer el gobierno por quienes están interesados en ello, y se fueron promoviendo acciones y estimulando una narrativa que desembocara en un estallido social», acota Domínguez García.

De catalizadores y líneas temporales

Para María Isabel Domínguez García, al intentar establecer una línea temporal de lo acontecido el 11 de julio no se puede excluir una mirada que se aproxime al hecho desde la multicausalidad, en tanto las primeras manifestaciones tuvieron lugar en la mañana y, posteriormente, junto a su expansión por el país se fueron capitalizando los reclamos de los participantes: pasando en algunos casos, y a gran velocidad, de demandar alimentos, medicamentos y la retirada de las tiendas en Moneda Libremente Convertible, a reclamos de libertad o cambio de gobierno.

«La arremetida contra Cuba en las redes sociales y medios de prensa internacionales, la proliferación de noticias falsas o manipuladas para magnificar la situación de caos en el país, los pronunciamientos de figuras políticas del ámbito estadounidense como el alcalde de Miami pidiendo una invasión y las del propio presidente Biden anunciando la conservación del bloqueo, son nuevos argumentos para pensar que fueron protestas preconcebidas, manipuladas desde el exterior y a favor de una agenda de derrocamiento del gobierno».

No obstante, la investigadora resalta que no puede subvalorarse la existencia del malestar social que favoreció la multiplicación de los disturbios en diferentes puntos de la geografía nacional; ni tampoco la capacidad de convocatoria para sumar a un número considerable de personas o el carácter violento que adquirieron en algunos territorios.

«En el mundo globalizado en que vivimos hoy, las experiencias sociales que se producen en determinados contextos tienen un efecto de demostración y son replicables. Las manifestaciones que han tenido lugar en los últimos años en diferentes países de nuestro propio continente, ya fueran manipuladas para derrocar gobiernos incómodos como las ocurridas en Venezuela o reales manifestaciones populares como las sucedidas más recientemente en Chile y Colombia, son un referente pedagógico para protestar contra los gobiernos aun cuando el carácter de esos gobiernos y los significados de las protestan difieran de forma radical.

«De manera que no es de extrañar que en la cultura política que se va gestando en sectores de las generaciones jóvenes, más conectadas con lo emergente en el entorno internacional que con las formas tradicionales de expresión en la realidad cubana, se acuda a un nuevo repertorio de expresión de las demandas y será necesario poder diferenciar cuándo se trata de nuevas formas de expresión de la cultura política para reclamos justos, de aquellas que pretenden el derrocamiento del gobierno y el cambio del sistema social», agrega.

Entre las motivaciones para sumarse a las protestas, considera Giselle Armas Pedraza que estuvieron demandas sociales y políticas. Sobre la últimas, señala que algunos asistentes refieren que se sumaron por la ausencia de espacios de participación política. Y en este sentido destaca que:

«La participación popular constituye un eje transversal del sistema cubano, contribuye a que las personas se autoconstituyan en la práctica como sujetos de transformación social. En la diversidad de reflexiones, opiniones y visiones respecto al 11 de julio es común que se identifique la participación con movilización; entender la participación popular de esta manera restringe las cualidades para que sea real, como es el «sensibilizarse, tomar parte, implicarse, decidir, actuar de manera comprometida en la solución de las problemáticas» que afectan al colectivo.

«La exigencia al reconocimiento a la manifestación como único elemento legítimo para la participación política popular, como ocurre en la democracia liberal, es por lo menos un desconocimiento de los mecanismos participativos que se han creado en Cuba desde el cimarronaje hasta la creación de los Consejos Populares, por ejemplo. Es también un intento por implementar formas de gobernanza burguesa.

«Es un reto del proyecto revolucionario re-crear, fortalecer y ampliar la participación popular como proceso integral de transformación, en otras palabras, profundizar el Poder Popular. No solo debemos estimular la motivación y el deseo del pueblo a participar en el proyecto social, sino que necesita saber y también poder participar», concluye la Máster en Desarrollo Social.

Violencias

La violencia es un tema polémico, asevera Giselle Armas, quien comenta que su uso por grupos sociales para obtener demandas está relacionado con el proyecto social que defienden; y que ha sido utilizada por los pueblos como herramienta de defensa y último recurso reactivo a las formas del poder dominante.

«Los intentos por apoderarse del territorio nacional han sido disímiles, han utilizado tácticas como: la compra de la Isla, invasión armada y la guerra de cuarta generación (asimetría de las fuerzas, creación de mercenarios, no intervención directa de Estados Unidos en la guerra). Es imposible dejar de mencionar el bloqueo económico que recurre a la crueldad como punto de influencia contra las y los cubanos para que se desgaten y deseen el mundo del capital.

«La no violencia sigue siendo la apuesta de la mayoría de cubanas y cubanos. Pero no podemos olvidar que la violencia no solo se recibe en el plano físico, sino en el campo simbólico y cultural ocurre una disputa de sentidos comunes entre proyectos socialistas y capitalistas, expresadas en las relaciones sociales, instituciones y grupos sociales. Por ello no es extraño que conviva la cultura de liberación con la cultura individualista, mercantilista y que promueve la vida en “el tener”; la felicidad en lugares privilegiados, lo que trastoca y violenta la existencia de las personas en un país subdesarrollado y más aún bloqueado.

«Me auxiliaré de Frank Fanon para ampliar estas premisas. “La violencia…ha ritmado incansablemente la destrucción de las formas sociales autóctonas, que ha demolido sin restricciones los sistemas de referencia de la economía, los modos de apariencia, la ropa, será revindicada y asumida por el colonizado…”.

En ese contexto la defensa a la no violencia es irrealizable, pues aún sectores emergentes, intelectuales y económicos, colonizadas y dependientes en Cuba como el extranjero, siguen apostando por la violencia simbólica. Frente a esta situación, se vive en un estado de tensión permanente».

¿Qué podemos hacer para que esa violencia no se libere entre el mismo pueblo? Ante la interrogante, la investigadora subraya que cubanas y cubanos tienen herramientas de creación, y en el reconocimiento como iguales han encontrado algunas claves: solidarios, afectuosos y empáticos.

«La defensa nacional ha sido en Cuba un proceso formativo, a decir de Fanon “el pueblo comprueba que la vida es un combate interminable”, la praxis violenta es totalizadora, los grupos se reconocen entre sí y la nación futura ya es indivisible. La contraviolencia en defensa del proyecto nacional y socialista, unifica al pueblo y propicia caminos para construir nuevos consensos en torno al proyecto revolucionario, “introduce en cada conciencia la noción de causa común, de destino nacional, de historia colectiva”».

Sociedad cubana en redes

María Isabel Domínguez señala que investigaciones sociales en diferentes partes del mundo dan cuenta del impacto transformador de las tecnologías de la información y las comunicaciones en las sociedades. Internet y las redes sociales digitales reconfiguran las fuentes de conocimiento e información, tejen redes, articulan vínculos, estimulan las movilizaciones y sirven también para difundir fake news y generar determinadas matrices de opinión.

Son múltiples los ejemplos de utilización de las redes sociales tanto en procesos manipulados por la derecha, incluida la influencia en elecciones presidenciales como ocurrió en Brasil, como en la movilización de las fuerzas de izquierda o los movimientos sociales, pero sobre todo, está estudiado y comprobado el impacto socializador que tienen en la conformación de valores, aspiraciones y proyectos de vida; en la creación y transformación de universos simbólicos que propician un cambio cultural.

A Cuba — indica la Doctora en Ciencias Sociológicas — , el acceso a Internet llegó más tardíamente que a otros países, pero lo hizo de una forma muy acelerada, sin tiempo suficiente ni procedimientos adecuados para prepararse en su uso y en la apropiación crítica de sus contenidos. Eso, en el contexto de una intensa ofensiva subversiva que las utiliza como el principal escenario para crear matrices de opinión que deslegitimen el sistema social y estimulen acciones contra él. Ello ha quedado documentado con los acontecimientos del 11 de julio y el despliegue que le ha seguido, con la difusión de noticias falsas, la manipulación de imágenes, la creación y utilización de blogs y grupos como plataformas de difusión de las propuestas desestabilizadoras y el ciberterrorismo contra quienes manifiestan su apoyo al proyecto social de la nación. Todo forma parte del escenario actual y tiene una influencia en la formación de opinión pública nacional e internacional que no puede desconocerse o subvalorarse.

Mientras, Giselle Armas Pedraza narra que, con la pandemia, nos vimos obligados a aislarnos en los domicilios y el medio de socialización fundamental fueron los espacios virtuales, se generó un paralelismo digital que creó y fundó una realidad, un discurso.

Para la investigadora, las redes sociales son una producción espiritual de hombres y mujeres que se desarrollan bajo el modo de producción capitalista, manipulados ideológicamente con objetivo implícito reproducir los valores esenciales de ese sistema.

«Se nos presentan a nuestra realidad como instituciones diversas especializadas, que educan como correctos valores acordes a las reglas y exigencias de la clase dominante. Inculcan, además, la necesidad de conectarse socialmente mediante el reconocimiento del sistema y su reafirmación individual. No podemos descartar el carácter mercantilista de este objeto, la comunicación y la relación social como mercancía.

«En el ecosistema de las redes sociales se intenta crear una opinión pública interna y externa que niegue el humanismo cubano y sus logros. Por ello no podían permitir que se solicite la nominación al Premio Nobel de la Paz de nuestros médicos, ni mucho menos reconocer el triunfo en la Organización de Naciones Unidas contra el bloqueo, el desarrollo de vacunas en un país del tercer mundo y socialista, y una gestión acertada de las consecuencias de la pandemia desde la salud pública. Era necesario, para ellos, un 11 de julio.

«Las redes sociales deben utilizarse con capacidad crítica y reflexiva para discernir la verdad y conocer la realidad. Investigar el fundamento de las cosas, no aceptar sin reflexión. Desprenderse de las estructuras de manipulación ideológica y elegir qué información desea apropiarse. Reconocer a las redes como una herramienta de conocimiento y no el conocimiento en mismo, es necesario para la toma de conciencia y elegir qué hacer con su destino; así como para el autoconocimiento como sujeto y reconocimiento de las brechas de los mundos. Debemos explicarnos cómo funcionan las redes sociales y la forma en que conducen al aislamiento».

Protagonistas

«Es difícil hacer un mapa detallado de la composición socioestructural de quienes participaron en los acontecimientos del 11 de julio, por la dispersión de los hechos solo es posible hablar a partir de lo que ha sido visible. Por otra parte, habría que definir cómo entender “participar en los acontecimientos”, que no es solo haber estado en las calles pues la participación desde las redes sociales tuvo un peso importante», valora la socióloga María Isabel Domínguez García.

Un elemento distinguible — señala la investigadora — es la diferenciación entre las zonas donde se desarrollaron los acontecimientos, una parte de ellos ubicadas en lugares en condiciones desventajosas y barrios periféricos, y otra parte en capitales provinciales y zonas céntricas de La Habana. Aunque en cualquiera de las protestas parece haber existido diversidad de participantes, sin duda la zona ha marcado diferencias en la composición educacional, nivel socioeconómico y color de la piel.

Domínguez García acota que en las áreas con mayores desventajas parece existir un peso mayor de personas de bajos ingresos, negras y mestizas y con más bajos niveles educacionales. Mientras que en los espacios más céntricos la composición era más heterogénea. «Desde lo que se ha visibilizado, entre quienes salieron a las calles a protestar hubo una presencia amplia de personas jóvenes, pero no únicamente, se apreció una composición intergeneracional, con adultos de edades medias. En algunos espacios específicos se concentraron personas que compartían rasgos comunes, sobre todo pertenecientes a grupos de artistas, creadores, comunicadores y otros segmentos con alto nivel educacional y prevalencia de jóvenes», subraya.

Refiere, asimismo, que otro modo de «participar» fue la difusión a través de las redes sociales de lo que estaba ocurriendo, la estimulación a salir a las calles, la colocación de noticias falsas como las referidas a ciudades tomadas. Quienes «participaron» de esa forma se encontraban dentro y fuera de Cuba, y entre ellos el rasgo común no era el nivel socioeconómico sino el posicionamiento político.

Armas Pedraza comenta sobre la heterogeneidad de la estructura social cubana como condicionante para que estuvieran presentes distintos grupos poblacionales en las protestas del pasado mes de julio. Por un lado, grupos sociales que tienen en común deseos, proyecciones ideológicas que le son ajenas a la Revolución, y que organizaron las manifestaciones; y, por otro, sectores en situación de vulnerabilidad que se sumaron.

«En este último grupo poblacional quisiera centrar el análisis. Algunos estudios identifican a sujetos jóvenes, desvinculados del estudio y el trabajo y que habitan en barrios en donde se reproducen problemáticas sociales. Son sectores en donde conviven desigualdades, se reproduce la pobreza y la violencia. Es común la afirmación que fueron personas marginales o vulnerables los que propiciaron la violencia en las calles, despojando a este sector de la clase popular, de los valores y su ética.

«Con estos argumentos cometemos, en mi criterio, dos errores fundamentales: primero, se reproduce una estructura colonialista sobre este sector poblacional al que separa y regionaliza; en segundo lugar, le hacemos un flaco favor a la disputa ideológica capitalista que intenta separar a este sujeto de la clase popular mediante las diferencias definidas en función de los bienes materiales con que cuenta cada uno, lo que depende en gran medida de sus ingresos. Es decir, clase alta, media y baja; o la dicotomía estado-pueblo. Debemos tener especial cuidado con las lógicas capitalistas que alimentan jefes locales y reactivan cofradías que nos dividen».

La especialista subraya que no tenemos el derecho de olvidar que los humildes y los negros también hicieron la Revolución, y que aunque en las comunidades no son pocas las personas que alzan su voz para deslindarse de los grupos sociales que participaron en las manifestaciones, es necesario que el proyecto revolucionario llegue con más fuerza y se ancle allí en la vida cotidiana y en los deseos de este grupo social.

María Isabel Domínguez resalta que le produce cierta inquietud la interrogante que intenta dilucidar cuál grupo social tuvo una participación más relevante en estos hechos:

«Esa respuesta será muy variable según la perspectiva de quien responda. Más que decir si la participación fue más o menos relevante, para mí lo más importante fue la evidencia de que hay personas, familias y territorios para los cuales los problemas que vive el país se sienten con mayor fuerza, generan mayor malestar y más incertidumbre y –de forma espontánea o no– están dispuestos, dispuestas, a hacerlo notar. Ese es un mensaje claro que no se puede desconocer».

Desafíos…

María Isabel Domínguez García, centra los desafíos de los estudios de la Sociología en dos elementos esenciales. «Las investigaciones sociales han indagado y alertado durante años sobre muchos procesos de la sociedad cubana que hoy salen a la luz y han elaborado propuestas para su tratamiento que no siempre han sido tenidas en cuenta. Creo que se impone un papel más activo en la difusión de estos resultados y propuestas, y en la búsqueda de las vías que permitan su implementación. El 11 de julio ha ratificado que las ciencias sociales son tan importantes como la biotecnología».

«Las investigaciones requieren elevar el carácter propositivo y no solo quedarse en el nivel de diagnóstico e interpretación de los fenómenos sociales. Para ello hay que fortalecer la inter-multi-trans-disciplinariedad, los vínculos interinstitucionales y el diálogo con la diversidad de actores sociales involucrados en dichos procesos», añade.

A su vez, Giselle Armas Pedraza considera imprescindible despojar elementos de análisis de la realidad que refuercen interpretaciones universales abstractas; que propongan la convivencia del colono/racista/machista/capitalista/imperialista y del oprimido/ambientalista/solidario/socialista/cooperado en paz, pues en la sociedad deseada el opresor no tiene interés en coexistir. También, enfatiza que es necesario detectar qué hay del sistema dominante en los modos de pensamiento y de producción de conocimiento.

«Los estudios deben afirmar el sujeto colectivo y una sociedad donde cada cual no se encierre en su subjetividad, rescatar la riqueza del pensamiento colectivo. Las universidades y la academia deben sumergirse nuevamente en el pueblo y aprender de él. El análisis de la sociedad cubana actual debe resignificar el poder popular, la cultura liberadora, la economía popular y generar en su interacción con el pueblo subjetividades emancipadoras. De ahí que sea necesario profundizar el concepto de pueblo dado por Fidel, adecuarlo a las nuevas realidades, sin olvidar la intencionalidad política de su definición Si de lucha se trata”».

Por lo tanto, «las ciencias deben atreverse a cuestionar los instrumentos de medición y los paradigmas de análisis social. Situarse en el lugar de los sectores populares, desmitificar la supuesta objetividad que suele ser excusa de inmovilidad. Debemos desarrollar o tomar instrumentos que orienten la acción transformadora de la sociedad».

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