“Las maneras de ser hombre y mujeres se van construyendo también a punto de partida de la información mediática que recibimos, pues históricamente han tenido una forma diferenciada de mostrar a unos y a otras la representación de la sociedad”, asegura la psicóloga María Teresa Díaz Álvarez, coordinadora del proyecto Masculinidades y Comunicación Social, del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero.
A juicio de la especialista, “la vida cotidiana ha estado cargada de símbolos e imágenes sexistas que han sido calcadas y reproducidas por los medios con sorprendente precisión”.
De ese modo, se han transformado en el principal referente de los productos simbólicos de la cotidianidad, comentó Díaz en una disertación sobre el tema en el VII Taller Internacional Mujeres en el siglo XXI que, convocado por la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana y la Federación de Mujeres Cubanas, tuvo por sede a la capital cubana, del 18 al 22 de mayo.
Entre lo que más se ha leído, visto y escuchado, emergen mujeres indecisas, serviles, temerosas y poco emprendedoras, siempre junto a varones triunfadores, audaces y decididos, que mutilan sus emociones y sentimientos a fuerza de negarlos, de no reconocerlos y expresarlos.
En lo que a la imagen masculina se refiere, la estudiosa de los medios también describe a varones desvirtuando el auténtico sentido de una vivencia placentera de su erotismo, reducido a los “tres pilares de la sexualidad masculina: erección, penetración y eyaculación”.
También escenas violentas, secuencias de crímenes, violaciones, abusos, maltratos físicos y verbales, accidentes y catástrofes provocadas intencionalmente.
“Aparece una especie de violencia cultural socialmente permitida, que destruye y autodestruye, y que los hombres la ejercen no solo contra las mujeres, sino también contra otros hombres e incluso contra sí mismos”, señala.
En busca de explicaciones, la sexóloga advierte que, detrás de esas representaciones subyacen, muchas veces, las creencias, ideas y lo que está en la mente de escritores, directivos, cineastas, periodistas y hasta personas calificadas de investigadores.
Por ello considera “imprescindible producir e intercambiar nuevos conocimientos e impregnar a estos hombres y mujeres del juicio crítico necesario para que puedan reflejar una verdadera conciencia de género en sus creaciones artísticas y literarias”.
En su opinión, no se trata de presentar imágenes que estimule a los hombres a “dejar de ser fuertes, vigorosos, potentes, capaces y dirigidos a una meta”, sino de ofrecerle también un espacio a quienes no desean ser así.
“Demos oportunidad a los que no son violentos, que no son heterosexuales, que su falo no es grande, que tienen una sola pareja, que no son promiscuos, para que puedan también ejercer su masculinidad”
De ese modo, se han transformado en el principal referente de los productos simbólicos de la cotidianidad, comentó Díaz en una disertación sobre el tema en el VII Taller Internacional Mujeres en el siglo XXI que, convocado por la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana y la Federación de Mujeres Cubanas, tuvo por sede a la capital cubana, del 18 al 22 de mayo.
Entre lo que más se ha leído, visto y escuchado, emergen mujeres indecisas, serviles, temerosas y poco emprendedoras, siempre junto a varones triunfadores, audaces y decididos, que mutilan sus emociones y sentimientos a fuerza de negarlos, de no reconocerlos y expresarlos.
En lo que a la imagen masculina se refiere, la estudiosa de los medios también describe a varones desvirtuando el auténtico sentido de una vivencia placentera de su erotismo, reducido a los “tres pilares de la sexualidad masculina: erección, penetración y eyaculación”.
También escenas violentas, secuencias de crímenes, violaciones, abusos, maltratos físicos y verbales, accidentes y catástrofes provocadas intencionalmente.
“Aparece una especie de violencia cultural socialmente permitida, que destruye y autodestruye, y que los hombres la ejercen no solo contra las mujeres, sino también contra otros hombres e incluso contra sí mismos”, señala.
En busca de explicaciones, la sexóloga advierte que, detrás de esas representaciones subyacen, muchas veces, las creencias, ideas y lo que está en la mente de escritores, directivos, cineastas, periodistas y hasta personas calificadas de investigadores.
Por ello considera “imprescindible producir e intercambiar nuevos conocimientos e impregnar a estos hombres y mujeres del juicio crítico necesario para que puedan reflejar una verdadera conciencia de género en sus creaciones artísticas y literarias”.
En su opinión, no se trata de presentar imágenes que estimule a los hombres a “dejar de ser fuertes, vigorosos, potentes, capaces y dirigidos a una meta”, sino de ofrecerle también un espacio a quienes no desean ser así.
“Demos oportunidad a los que no son violentos, que no son heterosexuales, que su falo no es grande, que tienen una sola pareja, que no son promiscuos, para que puedan también ejercer su masculinidad”
