Pastor Batista Vadés - Diario Granma.- Bajo el ala ancha de un sombrero o protegidas por el tejido de una pañoleta, pelo suelto al viento o con el cabello recogido, piel —eso sí— un poco más curtida pero no menos sensible, mirada limpia, tenacidad a prueba de obstáculos, omnipresencia: en el hogar, en el surco recién sembrado, junto a las aves o al ganado, a lomo de caballo, recogiendo café, podando un árbol, bien "plantada" en sus criterios, superándose por las noches, junto al niño rumbo a la pequeña escuela, abriendo caminos...


Quien discrepe o finja algo distinto acerca de la cubana rural corre el riesgo de distanciar la verdad o de irreverenciar la estatura de una fecha como el 15 de octubre, cuando el mundo entero vuelve su mirada hacia llanuras, plantaciones, ríos, zonas bajas y elevaciones, en busca de un reconocimiento justo, lo más a la medida posible de las mujeres que habitan esos parajes.

Fue durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995) cuando surgió la idea de celebrar el Día mundial de la mujer rural, para dignificar, entre otras razones, el rol de ellas en la producción de alimentos y en la seguridad alimentaria.

Conocido es el peso que sostienen sobre sí en muchas regiones, sobre todo pobres, del planeta. Datos internacionales refieren que en ciertas zonas de África el 60 % de las familias están a cargo de mujeres, en medio de un entorno bastante hostil para su desarrollo y realización integrales.

No es ese el caso de Cuba, aun cuando es obvio que gravita sobre la campesina un rigor familiar, social y laboral mucho más acentuado, en comparación con el escenario urbano.

Pero la realidad no oculta hechos. Y es un hecho real que hoy impregnan su fértil huella en la base agrícola nacional más de 137 000 mujeres: el 70,3 % de las registradas laboralmente en ese ministerio.

Trabajan en granjas estatales, Unidades Básicas de Producción Cooperativa, en Cooperativas de Producción Agropecuaria, de Crédito y Servicios, en tierras entregadas en usufructo o en otras formas y estructuras, donde acometen tareas productivas directas y funciones de dirección, como Milagros Téllez, en Manatí, Katia Luis Salas, en Puerto Padre y muchas más de todo el archipiélago, anónimas pero homéricas.

No es exagerado ese término tampoco para obreras de la rama azucarera, como Magalys Chacón: aferrada durante décadas y por voluntad propia al volante de un camión de tiro de caña, sin perder una gota de ternura, ni renunciar a su escaño en el Parlamento cubano, o como Caridad Borges: a quien su incansable brazo la convirtió en Heroína del Trabajo de la República de Cuba, mocha en mano, entre cañaverales.

Cientos, miles hay en toda la geografía rural,... como reinas de un panal auténticamente cubano que sigue echando raíces.

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