Estas jóvenes no solo enfrentan los retos de llevar adelante un negocio propio, sino también de ser las únicas mujeres que en la ciudad oriental se dedican al arte de tatuar. Fotos tomadas del perfil del proyecto de Facebook

Red Semlac.- El estudio bien podría llamarse como ellas. Pero lo han nombrado Cassiopeia ArtTattoo. En la provincia de Santiago de Cuba, a 878 kilómetros de La Habana, Katterine Bravo y Katterine Jústiz no solo llevan adelante su propio emprendimiento, sino que realizan sus sueños y ayudan a otras personas.


El tatuaje ha sido para Bravo la forma perfecta de unir la pasión que desde niña sentía por el dibujo y su deseo de perdurar en los demás. Hoy, usar la piel como lienzo es más que una necesidad para ella, pues forma parte de lo que la define. No hay nada que la haga más feliz que la sonrisa de un cliente satisfecho.

Jústiz, sin embargo, habla de su entrada en este mundo como una experiencia de transformación, que le ha permitido crear, afianzar amistades y descubrir que Cuba es un país al que aún “le falta mucho por madurar con respecto a los derechos de la mujer” y donde el machismo se naturaliza, a veces, hasta por las propias mujeres.

“Escuchar decir a mujeres, en 2020, que el tatuaje es cosa de hombres lo considero todavía más machista”, dice a SEMlac esta joven santiaguera, quien en 2019 decidió transformar el local que destinaba a una peluquería e iniciar la aventura que es CassiopeiaTattoo, no solo por los retos de llevar adelante un negocio propio, sino también por ser las únicas mujeres que en la ciudad oriental se dedican a los tatuajes.

“Para ser respetada debes respetar”, apunta Bravo y sostiene que esa máxima le ha permitido conquistar grandes cosas en un mundo creativo dominado por hombres.

“En ocasiones pensamos que sería difícil, pero si de verdad sientes lo que haces todo saldrá bien. Con esfuerzo, constancia y mucha, pero mucha dedicación, logramos ser parte de este mundo y, a la vez, ser respetadas como artistas”, añade.

Llegar hasta aquí no ha sido tan sencillo. Para esta muchacha habanera, fue un momento difícil comunicarle a su madre la decisión de dedicarse por entero al tatuaje. Su mamá lo tomó como una locura, pero el esfuerzo y los resultados han cambiado su percepción.

Cada día, trabajo y línea dibujada en busca de la perfección han servido para construir esa confianza que hoy muestra. Le han permitido sentir, además, el apoyo y respeto de colegas que acuden a ella en busca de consejos y también aprendizajes.

“Al principio contábamos con un público mayormente femenino, pero ahora tenemos un poco de los dos”, cuenta Jústiz y añade que los hombres siempre se muestran un poco más desconfiados, aunque al final quedan satisfechos.

Algunos clientes te dicen que tienen planes de realizarse un solo tatuaje y a los pocos días están de vuelta, muestra de cuán complacidos están, precisa.

Pero la calidad en este tipo de trabajo trasciende el talento de quienes lo realizan, pues se requiere además mantener la higiene y disponer de insumos adecuados. Esos son aspectos más complejos, señala Jústiz.

“Todo los insumos llegan del exterior, a través de amistades”, explica Bravo. Aquí solamente compramos guantes y servilletas de papel, pues por un tema de cuidado para la salud, preferimos trabajar con productos totalmente desechables”.

Una base mínima de trabajo incluye agujas, mazos, mascarillas, gorros, maquinillas, tapas, lociones pre y postatuaje, tintas y vaselina, todo ello material gastable, amplía Jústiz, quien ratifica la dependencia que tienen actualmente de los envíos del extranjero.

Una solución a este problema pudieran ser las recientes normas aprobadas como parte de la estrategia económica y social del país, que abren las posibilidades de exportar e importar productos y servicios a las diversas formas de gestión no estatal.

Bravo piensa que esa facilidad es una buena opción, pero recuerda que en Cuba aún las actividades como la suya no se ejercen con una licencia específica.

Quienes nos dedicamos al tatuaje soñamos con eso, destaca. “Hasta el momento estamos trabajando bajo una licencia de servicios de belleza, en la que se incluye el diseño corporal. Esto es algo que esperamos se solucione”.

La mencionada estrategia también contempla la eliminación de este tipo de trabas, al prescindir del listado de actividades aprobadas y vigentes; pero en medio de las restricciones por la pandemia, aún está paralizado el otorgamiento de nuevas licencias y otros trámites.

Jústiz, en cambio, no se muestra entusiasmada con los cambios. “Con las nuevas normativas del negocio por cuenta propia aún tengo mis reservas”, afirma y agrega que, de cualquier forma, siempre será mejor poder importar mayores cantidades a tener que “seguir luchando con los envíos de 1,5kg, donde tienes que demostrar que el fin no es comercial y demás. Ahora es un dolor de cabeza, espero ese cambio nos favorezca en algo”.

Iris, un proyecto de humanismo y crecimiento personal

Iris trasciende la noble idea de cubrir las cicatrices de la mastectomía con tatuajes y se convierte en un espacio para apoyar, acompañar, aprender.

Las dos Katterine tienen otro proyecto que las apasiona y ocupa desde hace dos años: Iris trasciende la noble idea de cubrir con tatuajes las cicatrices de la mastectomía y se convierte en un espacio para apoyar, acompañar, aprender.

En Cassiopeia ArtTattoo, aquellas personas que se han sometido a una cirugía de mama parcial o total pueden realizarse los tatuajes de forma gratuita. Pero esa no es la única actividad que realizan la tatuadoras, ni reciben solo a quienes padecen cáncer de mama o han vencido la enfermedad.

“Muchos se comunican a diario con la intención de ser parte de Iris”, explica Bravo. Jóvenes, mujeres y hombres…gente con ganas de ayudar a los que más lo necesitan, se unen a este empeño, en el que se generan talleres de artes plásticas, corte y costura, peluquería, artesanía...

El proyecto Iris surge de una experiencia cercana, relata la joven. “Una amistad vecina sufría de cáncer de mama. Ver su fuerza, su amor por la vida, las ganas de cuidar a su pequeña de solo siete años y de verla crecer nos impulsó a construir este proyecto hermoso, por ella y por todas las mujeres y hombres que sufren esta enfermedad”, agrega Bravo.

“Iris es nuestro espíritu”, complementa Jústiz. El deseo de ayudar es una característica común de las dos. Es el anhelo de crear un espacio para insertar a estas mujeres en la sociedad, de manera más dinámica”.

No duda en catalogarlo como algo mágico. “A raíz de las primeras entrevistas, empiezas a familiarizarte con cada una de sus historias de vida, y creo que crecemos más como seres humanos, apreciamos más lo que tenemos y ayudas a otras personas a valorar lo que quizás ven como algo insignificante”, dice Jústiz.

Por eso aspira a crear un taller para elaborar sujetadores de tela con relleno para mujeres mastectomizadas que los deseen. “En Cuba no existen y para muchas de ellas es algo necesario”, enfatiza.

Aunque todavía no es una meta cumplida y la carencia de materia prima torna esquiva su concreción, la idea sigue en pie, “como parte de este sueño, que de seguro un día podremos realizar”, afirma.

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