Fotogramas de la telenovela cubana "El rostro de los días". Imagen: Cubadebate.

Ania Terrero - Letras de Género / Cubadebate.- Maternidad, paternidad, adopción, abandono, violación, infidelidades, homosexualidad, machismo, familias reconstruidas, secretos del pasado, embarazos, más de diez historias de amor en circunstancias diversas e incluso, un guiño a la vida después de la muerte. La telenovela cubana El rostro de los días llevó a las pantallas un combo perfecto para triunfar entre los espectadores de ese espacio tradicional en la idiosincrasia del patio y, de hecho, lo hizo. Si algo no se puede negar es la amplia cantidad de temas que abordó. Ahí radica la clave de su éxito y también de muchos de sus fallos.


Un elenco de actores bastante sólido y la osadía de colocar en horario estelar conflictos sociales tan urgentes y dolorosos como la violación de una adolescente provocó un fenómeno sin muchos precedentes en la Isla. Pandemia y aislamiento social mediante, la novela recién finalizada captó la atención de públicos de todas las edades, que se volcaron hacia las redes sociales para comentar, emisión tras emisión, sus luces y sombras.

Surgieron grupos con miles de seguidores en Facebook, WhatsApp y otras plataformas. En algunos de ellos, otro acierto, el equipo de realización y los actores intercambiaron con los espectadores. No faltó la sazón del humor criollo: los memes sobre pedazos de cake extra grandes, vasos de leche vagando sin rumbo, el azul casi permanente en el vestuario de la protagonista y una escena de sexo con influencias de baile español inundaron estos sitios. En paralelo, muchos alertaron sobre los vacíos en las soluciones presentadas por el guion.

La telenovela tiene el mérito indiscutible de haber servido como detonador para que cuestiones necesarias en la Cuba actual como la maternidad, las violencias machistas o el abuso infantil se posicionaran en las agendas públicas y mediáticas. Sin embargo, no todo es color de rosas. Más allá de los asuntos técnicos, que otros más conocedores ya abordaron en sus críticas, El rostro… presentó varios conflictos en el tratamiento de temas de género. Esta columna no podía escapar a su análisis.

Parir a toda costa…

La novela refuerza una visión sexista según la cual la mujer, para estar completa, necesita tener hijos. Foto: Cubasí.

En un país donde las estadísticas alertan sobre un muy bajo nivel de la fecundidad, podría parecer que El rostro de los días tuvo como uno de sus propósitos estimular más nacimientos. Sin embargo, para ello apostó por mostrar una visión idealizada de la maternidad, con múltiples felicidades y muy pocos desafíos.

Para ser un audiovisual centrado en historias de madres, padres y bebés, donde suceden al menos cinco nacimientos, resulta curioso cómo quedan fuera de la pantalla muchos de los conflictos con los que lidiamos quienes nos decidimos a vivir la aventura de criar un hijo. Más allá de que apenas se tocan los mil y un asuntos económicos que pesan en la balanza cuando se toma esa decisión en la Cuba de hoy, no hay referencias a los dolores que siente una mujer tras parir, ni a la complejidad emocional de un período tan poco explicado como el puerperio.

Ninguna de las madres de la telenovela tiene problemas para asumir los cambios en su cuerpo ni vive la común sensación de culpa al no saber, al menos en las primeras semanas, cómo atender un recién nacido. Mientras, los bebés parecen de revista: apenas lloran, no pasan trabajo para adaptarse a la lactancia materna o al biberón, no tienen fiebre tras las vacunas, no se enferman, usan culeros desechables y duermen la noche completa.

El audiovisual presenta una imagen edulcorada de la gestación y la crianza, donde un bebé puede ser secuestrado durante casi 24 horas sin tener que alimentarse o bañarse y las madres están frescas y maquilladas unas horas después de parir. Repite el mito de la maternidad ideal, fuente infinita de alegrías, por culpa del cual muchas mujeres, tras enfrentarse al proceso complejo que en realidad es, suelen sentirse culpables o insuficientes.

En paralelo, alertan especialistas, refuerza una visión sexista según la cual la mujer, para estar completa, necesita tener hijos. Deja completamente fuera a aquellas personas que, por una razón u otra, deciden no hacerlo.

Desde la perspectiva de Yamila González, vicepresidenta de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, El rostro… promueve la maternidad, pero desde patrones estereotipados. “Hay mujeres profesionales, pero al final ser madre es lo principal y más grande, el sentido de sus vidas. En realidad, hay otras maneras de vivir la maternidad e incluso de no vivirla”, comentó a Cubadebate.

El personaje de Aurora es recriminado por casi todos por abandonar a su hija al nacer, aunque solo tenía 14 años. Foto: Portal de la Televisión Cubana.

Para Yohanka Valdés, psicóloga e investigadora social, no solo reproduce “la idea de que todas debemos ser madres, sino que además tenemos que ser buenas”. No está permitido equivocarse y si lo hacen, son duramente juzgadas. Así sucede con Aurora, recriminada por casi todos por abandonar a su hija al nacer. Poco importa que cuando sucedió ella era otra niña de 14 años.

Otro riesgo de las tramas contadas es que enfocan mucho la maternidad desde el derecho a la vida. Que más de una mujer, incluyendo la directora de un hogar materno, salga embarazada tras una relación sexual casual contradice la necesidad educada de sexo protegido, no solo ante el riesgo de gestación, sino ante el peligro de contraer infecciones de transmisión sexual y VIH/Sida.

Además, explicó Valdés a nuestro medio, “posee una narrativa conservadora que cuestiona el aborto, un derecho ganado por las mujeres para decidir sobre sus cuerpos, y hace que la planificación familiar pierda protagonismo”.

Resulta como mínimo sospechoso que el aborto no sea una alternativa para ninguna de las embarazadas durante los 83 capítulos: ni para la muchacha de 14 años en los 80; ni para la mujer mayor, con dos hijos adolescentes y dificultades económicas; ni para la paciente que vive con VIH, quien durante una buena parte de la trama rechaza al bebé; ni para la que llega a la gestación tras una primera relación sexual con un hombre que no vive en Cuba y al que decide no contárselo. Y cada una de ellas puede tomar la decisión de llevar adelante el embarazo sin ser juzgada, pero la interrupción debería aparecer al menos como opción en un país donde es un derecho más que garantizado.

No por gusto la socióloga María Isabel Domínguez, Coordinadora del Grupo de Estudios sobre juventudes del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), en un artículo publicado por la Revista Alma Mater, se preguntó “si la novela cumple el objetivo de estimular la natalidad para contrarrestar las bajas tasas — cuestión que sabemos es una política en el país — o responde a concepciones religiosas según las cuales el objetivo de las relaciones sexuales es la fecundación y una vez logrado el embarazo la criatura debe nacer”.

Lía sale embarazada tras ser violada por su padrastro René, pero pasa más de diez episodios antes de realizarle un aborto. Foto: Portal de la Televisión Cubana.

Incluso en el caso de Lía, una adolescente con un embarazo resultado de una violación perpetrada por su propio padrastro, pasaron más de diez episodios antes de que se realizara la regulación. Mientras, Aurora y Mariana, representantes del sistema de salud, insistían en la necesidad de averiguar quién era el padre antes de tomar decisiones y en los riesgos potenciales de una interrupción en esa edad.

Como si muchas investigaciones no hubieran demostrado que las consecuencias de una gestación precoz, en términos de desconexión social, salud y reproducción de roles, son aún mayores. Como si para decidir qué hacer con un embarazo se requiriera saber quién lo provocó.

Solo Irma, la madre rechazada y culpabilizada por los espectadores por su incapacidad para notar el verdadero rostro de su pareja, recomienda esta salida. En todos esos capítulos, vale la pena recalcar, no se utilizó ni una sola vez el término aborto. No parece casualidad.

Este tratamiento, alertó la psicóloga Valdés, supone un peligro “cuando toda una corriente conservadora fundamentalista apuesta por el derecho a la vida y hay una captura al cuerpo de las mujeres, que necesariamente deben dar curso al embarazo”.

Con respecto al enfoque del abuso infantil, otros giros del guion preocupan. Según apuntó Domínguez, la socióloga del CIPS, “una ausencia de manejo por parte de profesionales de la Psicología, consejos por parte de la madre como «tienes que poner de tu parte», acoso del exnovio para reanudar la relación de manera inmediata y celebración de la fiesta de 15 años como que «aquí no ha pasado nada», le restan importancia a lo que puede significar un hecho de tal violencia en la vida de una joven mujer”.

Además, el recuso novelesco del asesinato de Manuel al “Machi” levanta una suerte de llamado a la justicia en manos propias. Este se acentúa cuando se intercalan, entre puñalada y puñalada, imágenes de la violación y con la respuesta de Aldo a su nieto de que “era lo que merecía”.

Para la jurista González, la novela obvia como en nuestro país no hay impunidad en la respuesta legal a este tipo de delitos. “Nuestras instituciones quedaron muy mal paradas. Así sucede con lo que plantean los médicos, que muchas veces ni hablan y cuando lo hacen no es del modo adecuado; con el manejo desde la escuela, que no actúa educativamente ante niños que faltan repetidamente y, finalmente, con la actuación de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) en el enfrentamiento al caso de abuso”, añadió.

¿El amor todo lo puede?

Gretel Cazón y Damian Alonso encarnan los personajes de Ania y Samuel en la telenovela recién finalizada. Foto: Gretel Cazón / Instagram.

Ania espera un hijo, pero continúa trabajando. Toma las precauciones necesarias, asiste menos al centro laboral, se lleva los libros que edita a casa. Está convencida de que el embarazo no es una enfermedad y ella puede hacer lo que le apasiona. Su esposo Samuel, cada vez más molesto, le dice que pone en riesgo su salud, que la profesión no es prioridad, que para asegurar el dinero está él. Ella se molesta, intenta razonar, lo abandona, luego le da una oportunidad y regresa. La actitud de Samuel no cambia, ofende y rechaza a la suegra, pero la novela le da la razón. Ania sufre un desmayo y debe ingresar al hogar materno: “No se ha cuidado lo suficiente”.

El esposo, machista y troglodita, no desea que vaya al hogar. Quiere tenerla cerca, controlada, le dice que la casa está sucia y regada en su ausencia, la cela hasta extremos inverosímiles. La madre de Ania alerta que la relación no es sana, pero su enamorado, Aldo, justifica las acciones del futuro padre. Asegura que todas son producto del amor, que el nacimiento lo cambiará.

Otra discusión con Samuel provoca el parto acelerado de Ania. Sin embargo, tras salir del hospital, ella decide darle otra oportunidad y regresa a casa con él y el bebé. Los ataques y la violencia psicológica continúan hasta que, tras el rechazo infundado del esposo a otra recién parida con VIH, ella decide que es suficiente. En una escena que bien podría compararse con el histórico portazo de Nora en Casa de Muñecas, rompe la relación definitivamente.

Ese pudo ser un buen cierre para una historia que, a todas luces, representa la violencia de género dentro de una pareja. En palabras de María Isabel Domínguez, “muestra cómo se va produciendo el ciclo de la violencia machista, con prohibiciones, limitaciones y celos que van escalando, matizado con los arrepentimientos y la clásica justificación del amor y el cuidado”.

Aldo, justifica las acciones de Samuel diciendo que son producto del amor, que el nacimiento lo cambiará. Foto: Portal de la Televisión Cubana.

Pero el dramatizado intenta convencernos de que “el amor y los hijos todo lo pueden”. Ania decide perdonar otra vez a Samuel que, en una nueva fase de arrepentimientos, pide la ayuda de un “loquero”.  Ni siquiera comprobamos que la reciba, pero ellos tienen un supuesto final feliz.

En realidad, la llegada de un bebé suele generar tensiones en las parejas más sólidas, ya no digamos en una marcada por rutinas machistas. Fuera de la pantalla, las mujeres que regresan una y otra vez al ciclo violento suelen terminar golpeadas y en algunos casos asesinadas.

Al ser interrogada sobre este cierre en una entrevista realizada por la Revista Alma Mater, la directora de la telenovela Nohemí Cartaya aseguró que “quienes hemos cambiado somos nosotras, ya no somos víctimas, somos sanadoras, fuertes, transformadoras, y por eso Ania cambia a Samuel. Este personaje es machista y no se da cuenta. Es necesario que lo entienda y tiene una esposa inteligente que lo va a llevar a comprender su problema”.

Tanto en estas declaraciones, como en los parlamentos que justifican las acciones de Samuel bajo el mito del amor romántico y en el cierre de la trama, donde el machismo se cura por obra y gracia de la paternidad y el abandono, se verifican aristas de una construcción sexista de las relaciones de pareja. Esta naturaliza el control y alimenta la violencia de género.

Según Yohanka Valdés, es importante entender que “las relaciones violentas tienen una causa que va más allá de las personas. Estas por supuesto aprenden, pero hay una cultura patriarcal que reproduce y refuerza la violencia incluso institucionalmente”.

No, ni el amor todo lo puede ni las mujeres tenemos por qué convertirnos en psicoterapeutas de nuestras parejas. Las soluciones a estos conflictos tienen que ir más allá de las acciones generadas desde la pareja. La novela, aseguró la psicóloga, tampoco ofrece alternativas de redes de apoyo entre mujeres, ayuda en espacios institucionales y otras maneras de romper los ciclos de violencia, que no se dan de manera tan espontánea.

René encarna el ejercicio de la violencia contra las mujeres en todas sus expresiones. Foto: Portal de la Televisión Cubana.

El abordaje de las violencias machistas en este producto audiovisual trasciende la historia de Ania y Samuel y es válido. Se reflejan también en el personaje de René que, como explicó María Isabel Domínguez, encarna el ejercicio de la violencia contra las mujeres en todas sus expresiones.

“Irma es constantemente embaucada con fingido amor, extorsiona económicamente tanto a la pareja como a la hermana, a esta última la chantajea y completa el recorrido con Lía a la que     primero acosa, después viola y por último amenaza”, relató.

Para las especialistas entrevistadas este fenómeno se enfoca desde una perspectiva sexista que reproduce estereotipos y acentúa la cultura machista. Según Valdés, “la novela no logra cuestionar esos privilegios de los hombres en términos de jerarquización, de relaciones de poder, las distribuciones de roles por sexo y ahí hay un primer desafío”.

Más allá de las críticas

Denys Ramos, Daysi Granados y María Luisa Jiménez durante la grabación de la telenovela "El rostro de los días". Foto: Cubasí.

La maternidad desmitificada, con alegrías que suelen superar las adversidades, pero donde las últimas existen; los mecanismos existentes en Cuba para apoyar a las adolescentes que sufren agresiones sexuales; el aborto legal, seguro y gratuito, con todas sus letras, como un logro indiscutible de las cubanas; la prueba de que las mujeres violentadas pueden romper el ciclo de agresión y control machista; la naturalización de los afectos físicos y las muestras de amor públicas en las relaciones homosexuales…

Sin cambiar mucho sus tramas, con apenas un par de giros en el guion y los cierres, El rostro de los días podría haber contado todas esas realidades. Pero perdió la oportunidad de tratar en profundidad los temas de género por los que apostó.

En opinión de la psicóloga Yohanka Valdés, no basta con poner las tramas en la televisión. Es necesario lograr un equilibro para que la novela juegue también un rol educativo. “Justo ahí está lo que no cumple. Coloca el problema, pero no lo amplia en su diversidad, en todos los matices que posee y por eso, de alguna manera, persisten dos extremos a la hora de valorarla”.

No faltarán quienes digan que a las telenovelas no les corresponde ese desafío, que no forma parte de su encargo social potenciar un tratamiento adecuado de estos temas, que son productos artísticos con libertad creativa, que están hechas para “refrescar” y no para educar. Sin embargo, asumir asuntos tan complejos en un espacio realizado con presupuesto del Estado, en una televisora pública, implica una responsabilidad que necesariamente trasciende el acto en sí de narrar historias.

Es necesario alertar sobre sus fallos porque, de lo contrario, corremos el riesgo de perpetrar el círculo vicioso de la violencia, también de la simbólica, donde los realizadores de audiovisuales validan y transmiten mitos e imaginarios machistas heredados.

No por gusto la periodista, profesora y especialista en género Isabel Moya explicó los peligros de que los medios establezcan, a través de sus discursos, un eje de matrices culturales donde se explicita y reproduce el poder hegemónico.  “Se constituyen en uno de los mecanismos de reproducción del patriarcado en el plano de la subjetividad”, escribió.

Al respecto, Yamila González advirtió que, si una telenovela se compromete en el abordaje de cuestiones tan serias, más allá de lo que pueda recrear artísticamente, “tienen que darle el seguimiento que merecen, presentar un fin educativo incluso en la cultura jurídica, sin que sea una clase o un documental”.

Noemí Cartaya, directora general de la novela "El rostro de los días". Foto: Portal de la Televisión Cubana.

En la entrevista citada, Nohemí Cartaya reconoció que “no hay irrealidad, no hay naturalismo, hay un universo verosímil que es la vía para contar la historia. Cada obra crea su realidad, y si esta deja una enseñanza y un ejemplo entonces el arte está cumpliendo su función social”.

Por tanto, no se trata de que la telenovela ofrezca el didactismo de las propuestas educativas o la verosimilitud de los documentales. No pedimos finales felices, correctos o ideales. Lo que se busca es percibir un posicionamiento de rechazo ante los comportamientos errados y no la validación de estos. El asunto no va de limitar el arte, sino de realizar uno que cumpla el encargo social reconocido por la propia directora.

Durante los últimos días, varios críticos y periodistas especializados en temas culturales ofrecieron sus miradas, también a los fallos, sobre este producto audiovisual. Las defensas de sus seguidores en las redes no tardaron en llegar, no siempre desde el diálogo constructivo. Algunos llegaron a descalificar, ofender y amenazar a los expertos del gremio.

La socióloga Valdés alertó: “me preocupa cómo las personas consumieron este producto: con una visión en muchos casos tan acrítica y lineal de la vida de los personajes, que asusta observar cuán conservadora se torna nuestra sociedad. Además, visibiliza el desafío que, desde las ciencias sociales, desde la educación, tenemos para transformar estos patrones”.

El debate que puso las redes a arder y los miles de fieles fanáticos que la novela generó solo confirman la responsabilidad con la que cargan sus realizadores. Si un espacio audiovisual es capaz de levantar pasiones extremas entre sus consumidores, es lógico suponer que puede marcar pautas de comportamiento entre ellos. Por tanto, necesita profundizar sobre temas de género para no reproducir estereotipos y sexismos.

Para ello, que nadie lo dude, el ejercicio de la crítica es fundamental. Pero, además, urge asumir estos desafíos desde las etapas de preproducción, de construcción del guion y sus personajes. Hacen falta más asesores, más formación y capacitación. Solo así tendremos productos audiovisuales que, además de abordar asuntos polémicos, construyan imágenes menos sesgadas de la mujer, la maternidad, la violencia de género, las relaciones de parejas y esos otros tantos temas que conforman el rostro de nuestros días. Al fin y al cabo, alertaba la profe Isabelita, de buenas intenciones está plagado el camino hacia el sexismo.

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