Como era de esperar y seguiremos escuchando, las acusaciones continúan, entre ellos la de la propia viuda, quien dice que Carromero habló bajo presión del gobierno cuando confesó que no existió un tercer vehículo que provocara la tragedia.
De la viuda podemos esperar cualquier cosa, porque los dolientes no nos acostumbramos a las pérdidas y en consecuencia siempre buscamos culpables. Es la forma simple y más socorrida de aliviar nuestro dolor.
Pero otros han seguido hablando, aún después de las declaraciones de este dirigente juvenil del Partido Popular de España, quien evidentemente viajó a Cuba interesado en sus asuntos internos. No sabemos exactamente el objetivo de la visita de Carromero, quien conducía el auto en el momento del accidente y del sueco que ocupaba el asiento del viajero, Jens Aron Modig, dirigente de la Liga Juvenil Socialcristiana de su país.
No voy a criticar el interés o curiosidad que una tendencia socio política determinada tenga en otras personas que sean o parezcan profesar las mismas tendencias. Todos somos dados y tenemos derechos propios, para acercarnos a nuestros iguales, en un mundo donde las comunicaciones se universalizan cada día más.
Aunque en el caso que nos convoca, no creo que Payá pensara exactamente igual que ambos dirigentes juveniles porque el ambiente donde creció y las características del proyecto cubano, al cual criticó y cuestionó, lo hicieron siempre mostrar una cara, que si bien era tildada por el oficialismo como contrario al proceso, en Europa hubiese sido considerado casi un radical de izquierda.
Lo que no es tolerable hacer en Cuba, ni en ningún otro país es permitir que personas extranjeras pretendan organizar o difundir ideas que desafíen al Estado.
Las declaraciones de la viuda hablan de que no hubo ofrecimientos de dinero por parte de los europeos, para ser usados para la subversión.
No hay razones para dejar de creerle a la viuda y tampoco para pensar que Payá hubiese pretendido crear un partido político, algo no autorizado en Cuba, aunque sí proclamaba la formación de un movimiento que funcionara dentro de los reglamentos del Estado cubano. Para esto último no requería tanto de fondos como de adeptos. Su activismo se concentró primordialmente en obtener respuestas de las autoridades cubanas y en crear conciencia que condujeran a la creación de otros mecanismos de participación, ajenos a procedimientos considerados por muchos como oficialistas. Precisamente por esas ideas y la defensa de esa estrategia, fue odiado por los llamados disidentes en Cuba, quienes en realidad no han sido otra cosa que empleados indirectos de Washington, alimentados con los fondos que administra el USAID y que el Departamento de Estado de Los Estados Unidos de América autoriza todos los años para derrocar al gobierno de Cuba. Payá fue quien más independiente se mantuvo de estas patrañas injerencistas, aunque adoleciera de no sentar adecuada distancia a la hora de sus declaraciones, a pesar de ser un acérrimo crítico del Bloqueo declarado unilateralmente por el Vecino del Norte en contra del pueblo de Cuba.
Queda por aclarar el propósito de ambos dirigentes socialcristianos, porque en esto pudieran estar involucrados tanto el gobierno sueco y el español, quienes concuerdan con la llamada “posición común”, que como hemos mencionado, es la manera eufemística de referirse al Bloqueo Europeo a Cuba, el cual se implantó siguiendo instrucciones de Washington cuando José María Aznar era jefe de gobierno.
Mientras tanto la tesis del asesinato languidece. Cierta prensa, como buitre a la espera de su presa moribunda, con tenebrosa fe, espera sacar provecho de la posible injerencia de estos extranjeros que acompañaban a Payá a la hora de su muerte.
Ese será posiblemente el siguiente capítulo de la serie.
En realidad no les queda otra, porque como habíamos mencionado en artículo anterior a penas sucedió el accidente, no es extraño que alguien que visite Cuba, o incluso otro país subdesarrollado, pueda maniobrar con seguridad en pistas en mal estado y con señales de tránsito que resultan a veces confusas o brillan por su ausencia.
Pero para rematar nos enteramos hoy que a Ángel Carromero le retiraron la licencia de conducir en España, precisamente por ser un mal conductor, o sea que ni siquiera hubiese estado autorizado a conducir en Cuba.
Como ha ocurrido en otras tantas oportunidades, a los creyentes en conspiraciones y asesinatos, a quienes rezan al diablo todos los días para que las autoridades cubanas cometan una barbaridad, un asesinato o recurran a una represión brutal, les cayó encima otro balde de estiércol.
*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU. y Subdirector de Radio Miami.
Fuente original: Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad
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