Sandra Álvarez Negra cubana tenía que ser / ¡Qué bien que el pasado 11 de Julio, Día Mundial de la Población, estuvo dedicado a la Planificación Familiar! Para mi es una oportunidad única para hablar de un tema recurrente entre mis preocupaciones: las imputaciones que se le realizan a la mujer, desde los medios de comunicación, como la responsable de la baja natalidad en el país.

La preocupación de los medios, dígase prensa plana y televisiva fundamentalmente, sobre este asunto viene desde hace varios años atrás. En ese sentido recuerdo un artículo intitulado ¿Qué tiene de malo parir? que publicó el periódico Juventud Rebelde en el 2006 y ante el cual me pronuncié directamente a la redacción y a su autora.

En ese momento también advertía sobre la culpabilización (insconciente o intencional) que hacíamos de las mujeres cuando las poníamos como eje fundamental, y casi exclusivoe, de la decisión de parir, lo cual sabemos no solo depende de ellas, si bien las implica sobremanera.

 


Con el transcurso del tiempo, varios medios se han preocupado por esta cuestión, todos ante la realidad que supone el comportamiento de algunas variables demográficas, que advierten una progresiva constricción en la nacimiento de bebes en nuestro país.

 

El mismo Juventud Rebelde luego publicaría más adelante una visión más integradora sobre este asunto y en esta ocasión no perdí la oportunidad de dirigirme nuevamente al diario, para agradecerle este abordaje más objetivo —por llamarle de algún modo— de este tema.

Personalmente he recibido las preocupaciones de varias mujeres quienes aseguran que han ido a realizarse un aborto y se han encontrado con posiciones críticas y censuradoras por parte del personal médico a quien no le toca (¡eso está claro verdad!) cuestionarse nada. Más bien, su rol les exige apoyar a la mujer en la decisión que tome luego de haber recibido esta toda la información válida en su circunstancia.

Se que es un tema peliagudo, pero me preocupa sobremanera cómo los medios, en su función de (re)creadores del imaginario social, ayudan a diseminar ideas que refuerzan estereotipos sexistas, culpabilizan a las mujeres y, sobre todo, proponen un análisis maniqueísta del asunto, como si se tratara de “que malas son ellas porque abortan, no tienen en cuenta que nuestro país necesita bebes”.

Pero vayamos por parte en la intención de desentrañar esta madeja harto compleja para un artículo, sin embargo asumo el riesgo que supone hablar de un tema del cual no se es especialista:

Es cierto que la Planificación familiar, entendida como la proyección futura de una pareja acerca de la cantidad y el momento en que tendrán descendientes, es un aspecto importante no solo a nivel social sino también, y principalmente, para las personas y familias implicadas. De esta manera, se propone prever las condiciones propicias para embarazarse, teniendo en cuenta factores de toda índoles: económicos, culturales, tradiciones, espirituales, de salud, disposiciones familiares, profesionales, etc.

Es así que la evidencia de tal Planificación prevé el uso de alguna de las tantas formas de anticoncepción mientras no se desee tener hijos o hijas, y lo contrario cuando se decide que ya ha llegado la hora de tenerlos/as.

El aborto es una de esas prácticas para evitar el término de un embarazo. En mi opinión, no la más feliz pues supone la intervención de un modo agresivo en el cuerpo de la mujer, pero ante la realidad de un embarazo no deseado funciona, a veces, como la única solución teniendo en cuenta el pobre acceso que aún tenemos las cubanas a la información acerca de la anticoncepción de emergencia, también conocida como la píldora del día después.

Yo no felicito el acto de abortar como el resultado de prácticas sexuales de riesgo (sin uso del condón) pero si como ejercicio del derecho de las mujeres sobre su cuerpo.

Por otra parte, el aborto es una práctica que está presente en la sociedad cubana mucho antes del triunfo revolucionario, pues se conocen testimonios de mujeres que acudían a dicho proceder para evitar el nacimiento de un bebé. Era una práctica común, nada fuera de lo normal, de hecho en el Código de Defensa Civil de 1938, se eximía de delito alguno a quien realizase una interrupción del embarazo con el objetivo de salvar la vida de la madre o un evitar un daño a su salud, en circunstancia de violación, estupro y en el caso en el cual el feto heredara alguna enfermedad grave.  De manera que nuestro código estuvo entre los más avanzados de la época junto a los de Argentina y Uruguay, legislaciones estas que influyeron en la flexibilidad de nuestra norma jurídica.

Luego, en 1965, a raíz del incremento de las muertes femeninas por la práctica indiscriminada y sin condiciones del aborto, se procedió, de manera discreta pero consciente, a la hospitalización de la interrupción de embarazo, decisión tomada por el Ministerio de Salud Pública y con la participación del destacado médico cubano Celestino Álvarez Lajonchere.

En 1979 se escribiría entonces un nuevo Código Penal, en el que se ilegalizaba el aborto no realizado en las mejores condiciones posibles: en una institución hospitalaria, con asistencia de personal médico y la anuencia de la mujer.

De allá acá ha llovido bastante, pero vincular el uso indiscriminado del aborto con la baja de la tasa de natalidad en Cuba es irse, de todas las explicaciones posibles, por la vía más fácil.

Dicha posición fue argumentada en un reportaje que la televisión nacional transmitió recientemente, donde se exponía la situación en la provincia de Villa Clara, para lo cual varias muchachas y gestantes fueron entrevistadas y por supuesto, en ninguna parte aparecieron los hombres que habían embarazado a aquellas jóvenes.

La preocupación es válida, por supuesto, más si conocemos que esa provincia, de la zona central del archipiélago cubano, es una de las más envejecidas del país, pero de ahí a responsabilizar a las mujeres de la evolución de la natalidad y otros fenómenos poblacionales va un buen trecho y me parece un acto de profunda ignorancia e irresponsabilidad, en tanto no se reconoce la actuación de factores que están a nivel macro y aunque se manifiestan a nivel personal, la explicación más rigurosa no está en el comportamiento de los individuos.

Si bien es cierto que desde 1978 una mujer cubana no deja otra que garantice la reproducción de la especie, la relación entre el uso (y abuso) del aborto con el decrecimiento de la tasa global de fecundidad (entiéndase descendientes por mujer), la tasa de reproducción bruta (hijas por mujer) y el envejecimiento poblacional no es asumida por todos los investigaciones de manera directa. De hecho, hay quienes privilegian, más que al aborto, el uso de anticonceptivos como la causa primaria de la evolución de la fecundidad en Cuba.

Además, existen muchas otras condiciones y particularidades de la sociedad cubana que podrían explicar la baja natalidad: la incorporación de la mujer al trabajo remunerado, la actual crisis económica, las condiciones de las viviendas (en especial el hacinamiento y  la cohabitación de varias generaciones, a veces hasta tres, en un mismo inmueble). Estos serían, entre muchas otros, elementos a considerar a la hora de explicarse porque una mujer cubana decide tener tan solo un descendiente, aun cuando en muchas ocasiones se queda deseos ganas de volver a parir (como es mi caso).

Pero por si fuera poco, la baja natalidad es una singularidad de los países en vía de desarrollo. La llamada transición demográfica es un fenómeno inherente al desarrollo económico por lo tanto no es privativo de Cuba.

Regresando al aborto, cuando este es analizado como una de las causas directas del decrecimiento poblacional, la situación es harto riesgosa porque podría considerarse que ilegalizando esta práctica solucionaremos el problema, algo como “muerto el perro se acabó la rabia”. Precisamente, es este uno de los argumentos utilizados por los sectores conservadores, tanto dentro de nuestra sociedad como internacionales, para intentar crear una crisis sobre la legalidad del aborto en Cuba. Sin embargo, habría que recordar la experiencia rumana de prohibición del aborto, en 1966, la cual condujo al ascenso rápido de la tasa de fertilidad; no obstante, en poco tiempo decayó nuevamente, precisamente cuando las mujeres pudieron eludir la ley, lo cual demostró que el aborto puede ser ilegalizado pero no puede ser evitado.

En estos instantes no dejo de recordar a Simone Veil, la ministra de salud que participó decisivamente en la aprobación de la interrupción voluntaria de embarazo en Francia, en 1974 —la llamada Ley Veil—; ella, en una entrevista que le realizara la revista Clara, 30 años luego de la aprobación de la mencionada norma jurídica, alertó sobre la necesidad de que las mujeres velaran cada día por los derechos que hoy tienen, puesto que en cualquier momento pudiesen perderlos, tal con esto ha sucedido en más de una oportunidad. Lo acontecido en Nicaragua, cuando el 26 de octubre de 2006, la Asamblea Nacional de Nicaragua votó de unánimemente la eliminación del aborto terapéutico, figura jurídica vigente en el artículo 165 del Código Penal del ese país por más de 130 años, es un ejemplo pertinente.

Es así que nos toca a nosotras —mujeres cubanas nacidas bajo la revolución socialista, y que en ocasiones no nos percatamos de la trascendencia del respeto de nuestros derechos sexuales y reproductivos, entre los cuales está decidir sobre nuestros cuerpos—, preservar la conquista que significa poder abortar cuando así lo decidamos, por favor no nos dejemos embaucar. No somos responsables de la natalidad de nuestro país.

Sin embargo, si somos responsable de nuestras prácticas sexuales protegidas o no. Por eso, si puedes evitar la concepción hazlo, pero si decides abortar, ese es tu derecho y nadie puede señalarte con un dedo.

El mensaje entonces que me gustaría encontrar en los medios de comunicación referido a está temática, supone un conocimiento profundo de todas aristas del tema en cuestión y sobre todo un comportamiento ético y justo para con las mujeres. A nivel cognitivo se vale proponer el uso de los variados métodos anticonceptivos que gratuitamente se ofrecen en las consultas de Planificación Familiar (incluido el aborto), en el caso de no querer tener hijos. Brindar toda la información posible sobre la anticoncepción tradicional y la de emergencia es acto de suprema justicia pero nunca juzgar y culpabilizar a las cubanas. Por favor, dejemos, el ABORTO en paz!

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