Por Carlos Alberto Pérez, autor del Blog "La Chiringa de Cuba".- Lo que para muchos ha parecido “sorpresivamente” arbitrario tras el anuncio de las nuevas políticas migratorias en Cuba, era para otros un “secreto a voces” oportunamente alertado por el presidente cubano Raúl Castro, quien en reiteradas ocasiones llamó a la atención sobre la complejidad de una ley tan determinante para el futuro de todos los cubanos.


Para nadie sería extraño entonces que arbitrariedades como la carta de invitación y el permiso de salida, dos de los trámites más polémicos a la hora de emigrar del país serían terminantemente abolidos, pues desde hace mucho tiempo estos requisitos ya habían perdido el efecto de rigor para el que fueron impuestos en un determinado momento. Pero si un mensaje quedó bien claro desde que se anunció la nueva reforma migratoria fue precisamente que para algunos profesionales, entre ellos casi seguro el personal de salud y directivos de vital importancia en la seguridad nacional o el desarrollo económico del país, las reglas del juego serían un tanto diferentes, y así se cumplió.

Es por ello que me llama extraordinariamente la atención la connotación que le ha dado la prensa internacional a este hecho, desenfocando el verdadero sentido de apertura y las nuevas oportunidades que se le abrirán a la mayoría de los cubanos a partir de enero del 2013.

Cierto es que si para algunas sociedades (especialmente aquellas desconocedoras de la realidad y el atípico entorno cubano) ésta reforma pudiera parecer incompleta, discriminatoria, e incluso faltante a la siempre convocada “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, se impone destacar que Cuba es un país que en estos momentos no puede darse el lujo de desprenderse deliberadamente del posible flujo migratorio de su sector profesional, pues la dura y extendida situación económica del país será el principal argumento de muchos que como proceso natural, buscarán en otras fronteras nuevas  oportunidades de empleo con vistas a mejorar su calidad de vida.

Creo que si el país luego de alrededor de dos años de intenso estudio de esta reforma ha determinado estratégico aplazar por un término de tres a cinco años la solicitud de salida de un profesional de la salud, por solo mencionar un ejemplo de los afectados, no creo que lo haya hecho de mala fe, sino precisamente para lograr mantener un necesario equilibrio y garantizar el relevo de las nuevas generaciones en las diferentes esferas involucradas en esta restricción; que si analizamos a fondo no se trata de una denegación categórica de salida a quien la solicite, sino el proceso de tramitación para este fin con las autoridades pertinentes. Pienso además, que aunque pueda parecer duro y egoísta, los de acá no podemos regalar de la noche a la mañana lo que tantos años nos ha costado construir. El precio de este sacrifico es indiscutiblemente alto, pero se hace necesario para al menos comenzar a emprender un certero paso hacia el futuro.

Ahora bien, que el personal de salud, la ciencia, el deporte, o dirigentes de alto rango son tan cubanos como el resto de la población, y que por tanto tienen el mismo derecho a viajar temporalmente, o sencillamente a emigrar hacia otros países, es también cierto. Quienes estén en ese caso hoy podrían sentirse en cierta medida traicionados por su propia Revolución, o irónicamente decepcionados por quedar recluidos a una sentencia de 3 a 5 años de privación de libertad migratoria, una injusta condena que pesará sobre aquellos cuyo único delito fue el de hacer una brillante carrera universitaria, devenida en posteriores logros y éxitos profesionales en de las distintas ramas priorizadas para el país en estos casos. Quizás también resulte injusta esta esta política cuando veamos que afecta al descubridor de una innovadora vacuna, o incluso al flamante campeón olímpico que nos llenó de orgullo y patriotismo besando su presea dorada en la más alto del pódium; méritos irónicamente suficientes para quedar adscritos por mandato gubernamental en una lista de cuarentena que mantendrá celosamente custodiados a miles de cubanos en espera de una “desintoxicación profesional”.

“Tal parece que es una ley hecha para los obreros, cuentapropistas, o incluso para delincuentes y vagos, y no para los profesionales de este país. La pirámide sigue quedando invertida y nuevamente son los más preparados los que se afectan”, me comentó un cercano amigo que a todas luces no quedaba convencido mientras señalaba algunos capítulos subrayados en la Gaceta Oficial.

“Ahora mismo en la Universidad de la Habana muchos jóvenes se están cuestionando si realmente vale la pena pasarse cinco años estudiando una carrera, cumplir posteriormente dos años de obligatorio servicio social, y luego quedar a merced de una institución que decidirá si en ese tiempo te has convertido en un trabajador indispensable o no, lo que influiría en un notable retraso de 3 a 5 años más para aquel que sencillamente sus planes podrían ser diferentes”, me hizo reflexionar Juan Carlos Gil, estudiante de Derecho de la Universidad de la Habana .

Igualmente fui testigo de la indecisión de una estudiante de medicina mientras hacía la cola de un P-4. Sería un difícil paso que sometería a juicio familiar, pues su novio acababa de emigrar hacia los Estados Unidos y de graduarse este curso escolar; sería una sentencia segura al amor y a un futuro mejor económicamente hablando.

Y es que la calle es un hervidero de opiniones y emociones encontradas. Seguro estoy que no serán pocos los que sacrifiquen su futuro profesional por el mero hecho de quedar limpio de polvo y paja a la hora del escrutinio migratorio. Ayer mismo conversaba con un destacado investigador de un centro científico de la capital y me decía por lo claro que tenía que cambiar de pincha antes del 14 de enero, pues seguramente el caía en el jamo de los sin sello (refiriéndose al sello de actualización del pasaporte), y ese era un lujo que él no se podía dar.

Así que desde ya el país ha quedado en jaque por varios flancos y solo una jugada estratégica salvará el curso y desenlace de esta nueva historia. Yo confío en que si saldremos adelante, a pesar del seguro torrente de hermanos y hermanas hacia la otra orilla.

 

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