Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- La comunidad cubana de Miami no está contenta por la muerte de Hugo Chávez.


Hay un sector de origen cubano que ha secuestrado el sentir de una comunidad que ha demostrado ser trabajadora y familiar y ese sector, por esos retruécanos de la vida, ha desarrollado un sentir revanchista que en ocasiones ha llevado a alguno de sus miembros a cometer actos deleznables de terrorismo, matando víctimas inocentes. Peor aún, han ratificado en diversas oportunidades, ante el dolor de las víctimas el placer de haber sido partes del asesinato y el terror.

Estas son las personas que celebran la muerte de Chávez.

No es prometedor pensar que el futuro de un pueblo depende de la muerte de uno de sus dirigentes. Sería ruindad nuestra asegurar que un pueblo apuesta por el esplendor de su futuro, a los funerales de una persona.

Una sociedad no puede ser reo de la voluntad de nadie, sino de su propia confianza en que la persona electa para representarlos, cumplirá con el mandato recibido y si fallece en su intento, los elementos institucionales establecidos durante el esfuerzo de cambio, serán los encargados de continuar el proceso.

Es cierto que el proceso venezolano es demasiado joven y quizás falten cabos por atar, para hacer posible la continuidad al ritmo que sus dirigentes originales pudieran imprimirle, pero los amplios márgenes de apoyo que tuvo Chávez hasta el momento de las pasadas elecciones, hace pensar que los abanderados del cambio, continuarán en el poder.

Es de notar que solamente un grupo minoritario de origen cubano en Miami, ha perdido el júbilo, la alegría y la solidaridad del criollo, dejándose envolver por la venenosa medusa de la revancha y el rencor. Pero el poder adquirido durante los años en que esos pocos cubanos, gozaron de la impunidad otorgada por los servicios represivos y de inteligencia estadounidenses para manipularlos a favor de la política de Washington, aún perdura.

Con los venezolanos que viven en Miami sucede otro tanto. La revancha les ha matado el optimismo, si es que en algún momento la tuvieron. La mayoría huyó despavorida de Venezuela porquen prestaron más oído a la propaganda de los grandes capitales y los intereses de Washington, que a la oportunidad de crecer con el país, entregarse a la tarea de producir y ofrecer sus experiencias adquiridas o heredadas. Les faltó capacidad para compartir el egoísmo y para hacer oposición desde allí, donde aún perdura la acción y donde hace dos siglos, un minúsculo hombre llamado Simón Bolívar, dominó los Andes acompañado solamente por su optimismo.

No pudiendo vencer por el carácter y al no poder zafarse de la estrecha visión grupal de una clase desintegrada, estimulada solamente por pesos y centavos, se ufanan de la muerte del contrario.

Yo solo concebía algarabía como la mostrada en Miami por la muerte de Chávez, un patrimonio de mafiosos, gangster y criminales. Esos grupos están compuestos por los mismos de siempre. Se trata del cubano marginado por sus resentimientos y de su versión venezolana, versión que en parte está integrada por muchos que le temen a ese minúsculo pero grande poder cubano de Miami. Todas estas personas se caracterizan por mostrar un resentimiento permanente cuando se les habla de sus respectivos países y todos ellos recuerdan supuestos principios éticos y religiosos, cuando ingresan dinero en sus arcas o cuando mueren sus enemigos. Entonces asisten a misas, elevan plegarias y cumplen promesas.

Son realmente la caricatura de AlCapone, Santos Traficante, El Padrino o Cara Cortada, excepto que por insuficiencia hormonal, manifiestan sus ruines alegrías a distancia prudente del sitio donde radican todas las verdades o sea, lejos de sus tierras, para que la furia que nace del amor y no de la revancha, de la mayoría de quienes allí viven, no les reviente en la cara.

Hugo Chávez era a todas luces un hombre jovial, muy venezolano, de su pueblo, de su ambiente. Con el mérito de haber crecido intelectualmente como consecuencia de tener un afán incontrolado por conocer, asesorarse, estudiar, leer y saber imitar los buenos ejemplos. Así más o menos lo describió en la noche del Martes, 5 de marzo el periodista Larry King, quien hubo de entrevistarlo cuando Chávez visitó la ONU en época de George Bush.

Pero la grandeza de Chávez y su legado, están en el espíritu que su afanosa labor política fue creando en Suramérica. En gran medida los triunfos de gobiernos de corte social en esa región, con planes de desarrollo políticos nuevos, fueron posibles en gran medida por el apoyo de Chávez para que las políticas de los capitales internacionales no los pudiesen aplastar al nacer. Y su otra gran virtud fue adentrarse sin cortapisas ni temores en el proceso cubano y ser capaz de entenderlo. A Chávez no lo puso Cuba en el gobierno al frente de Venezuela, fue Chávez quien hizo posible el regreso de Cuba a Suramérica y que se le respetase en toda su acepción.

En la entrevista con Larry King, a la pregunta de si en Cuba existía una dictadura, contestó afirmativamente, pero eso no le impidió respetar el derecho de los pueblos a su autodeterminación, ni desconfiar del propósito de los dirigentes cubanos en organizar una sociedad más abierta, donde la justicia primara por encima de libertades frívolas. Esta visión permitió una comunión con Cuba que fue esencial para la incorporación de la Isla a su Hemisferio e influir en el pensamiento de la Casa Blanca.

A muchos no nos gustaba posiblemente el estilo de Chávez para gobernar pero en realidad son los venezolanos quienes pueden apreciarlo en su criollismo venezolano y sancionar o criticar ese estilo. Pero nada de esto resta o añade a la verdad de Chávez.

Sin su Presidencia no hubiéramos adelantado tanto en tan poco tiempo en términos de que se crearan organismos regionales de la envergadura del ALBA, la CELAC, MERCOSUR y ahondar el espíritu de la solidaridad en nuestra región.

Su pensamiento bolivariano estuvo centrado en la unidad del continente. Ese fue el mismo criterio que llevó a los Padres Fundadores de Estados Unidos de Norteamérica a unir la costa este con el oeste y convertir una región de un millón de kilómetros cuadrados en más de diez millones. Por cierto que obviamente ninguno de ellos lo hizo por grandeza personal, sino porque la obra de competir frente al mundo europeo no brindaba mayores alternativas.

Prescindiendo de las grandiosidades de casi todos los líderes latinoamericanos y de otros próceres de las guerras hispanas por la independencia, esa idea era en aquel tiempo y continúa siendo hoy, la única solución para competir en el globalizado mundo de las corporaciones.

La muerte de Chávez, como la muerte de cualquier persona, aun las más criminales, es de lamentar y nunca motivo de júbilo, excepto dentro de los espíritus mafiosos.

Lo importante es que sin dudas hay un legado que no es posible hacerlo retroceder a niveles insalvables, porque son muchos los intereses latinoamericanos en peligro si sucediera semejante desastre. Ni siquiera la oposición racional venezolana lo permitiría, porque ella también es parte del juego.

Todos los cubanos y todos los venezolanos están dolidos hoy por la muerte de Hugo Chávez. La excepción confirma la regla y desgraciadamente cada uno de ellos desaparecerá algún día como Hugo Chávez. La diferencia será que ellos se consumirán en el ácido de sus revanchas y rencores y Chávez, se fue de este mundo, levitando eternamente entre la justicia, la verdad, la equidad y la igualdad del ser humano.

Decía Martí hablando de Bolívar “en calma no se puede hablar de quien jamás vivió en ella” y no concebía la muerte en paz porque “los héroes viven en la agitación excelsa de la gloria”.

No deseamos que Chávez descanse en paz, queremos que siga hablando allí, desde ese instante eterno, de los pitiyanquis, del ALBA de sus planes para llevar salud a las mayorías de su pueblo, techo, comida, justicia. Que no descanse en paz: Que siga en su búsqueda eterna de la verdad, porque es difícil saber desde esta dimensión, de qué lado está la verdad, pero sí podemos decir de qué lado está la razón y solamente personas como Hugo Chávez sintetizan ese criterio.

Esto es, en resumen, cómo lo pienso yo y cómo lo veo.

Lo escribo para deleite de quienes entienden, para los que no quieren entender y para aquellos que nunca entenderán.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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