Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Las personas acostumbradas a escuchar el muy difundido slogan estadounidense sobre el sueño americano, pocas veces o quizás nunca, hacen una disección para saber exactamente qué significa ese sueño. Hasta ahora los agoreros del Poder proclaman este axioma como expresión poética y nunca como parte de una política estructura, dirigida al bienestar de la sociedad.


El siglo XIX y el XX fueron testigos de grandes emigraciones provenientes desde Europa, quienes se establecieron en Estados Unidos de Norteamérica e incluso a Canadá. Más tarde llegaron los inmigrantes del Sur de América. Las razones fluctuaron entre el hambre y las represiones sociales.

Los políticos estadounidenses aprovechando esos movimientos migratorios y para apuntalar sus figuras ante la población nacida en estas tierras crearon de algún modo dicha divisa, la cual nada concreto significa.

Es cierto que las personas cuyos trabajos en otros países no les compensa para comer y cobijarse con seguridad, visualizan como paradisíaco albergarse en un recinto no siempre saneado, pero mucho más confortable que el suyo, donde además podrán disponer eventualmente de un vehículo que a duras penas funciona, pero que les sirve para trasladarse al sitio de trabajo. También encontrarán en breve una escuela donde sus hijos podrán estudiar y que siempre supera con creces aquellas a la que están acostumbrados, tanto en materiales de estudio y trabajo docente, como en maestros.

Pero ese espejismo adopta en breve, formas diabólicas, cuando los sueños se enfrentan a las exigencias del Estado.

Entre otras cosas la costosísima e insuficiente atención de la salud y la demandas de sus prole que incorporan hábitos y aspiraciones, inalcanzables para su pobre poder adquisitivo, enfrentándolos muchas veces con ellos y viéndose obligados a grandes e inconmensurables sacrificios para poder sostener con los mismos un balance efectivo.

Por consiguiente el sueño americano es como todo sueño, por más que los políticos usen el término en sus discursos. Es un modo de mantener con vida un horizonte que se aleja cuando pensamos que lo estamos alcanzando. Su final más usual es poseer una casa (que nunca es de uno), un auto (sin el cual no se puede trabajar) y una educación para sus hijos (de los cuales sólo un 25% logra graduarse).

El trabajo incesante y agobiador que desempeñan contribuye a realizar grandiosos proyectos que no son sueños, sino realidades que facilitan la riqueza de quienes “saben mover el dinero”, como acostumbran a decir los corredores de bolsa.

El elemento edulcorante que los políticos utilizan para envolver el paquete es la repetición constante de los términos libertad y justicia. La vida nos ha enseñado que los sueños cuando se despojan de axiomas y de elementos ideológicos nacidos en las esferas del poder, pueden convertirse en programas políticos

El nuevo Presidente de China Xi Jinping, desde que ocupara el cargo ha comenzado a utilizar la imagen del sueño chino para definir lo que se propone el país en la próxima década de su mandato.

Hemos tenido en ocasiones palabras críticas para ese país por los procedimientos utilizados para acelerar su crecimiento y sobre todo el desarrollo económico. Pero sin dudas que los nuevos elementos agregados al proceso iniciado por Den Xiaoping en la década de los años ochenta han llevado a una evolución paulatina y ascendente hacia mejores formas de gobierno y un racional uso del desarrollo y el crecimiento económico.

Justamente, antes que comenzara a hablarse de una desaceleración de la economía china, ya las autoridades comenzaron a reafirmar el interés en los aspectos domésticos.

China parece dispuesta a concentrar sus esfuerzos económicos en desarrollar una fuerte economía interna, lo cual se facilita por la enorme tecnología acumulada en estos años, las dimensiones del territorio y los niveles humanos de conocimiento adquiridos.

Las autoridades se refieren a ese proyecto como un eslabón esencial para establecer las bases que les permita organizar un Estado socialista. Esto refleja un distanciamiento del proyecto soviético, el cual nunca dispuso de la eficiencia económica de China, violando el funcionamiento de una economía impuesta por el devenir de siglos y en cambio, desde mucho antes de su disolución, se autodenominaba socialista.

Los chinos han aprendido que el socialismo no llega por decreto.

Parece ser que por este camino el nuevo Presidente chino, en representación de un poder que dista mucho de ser democrático universalmente, pero que atiende como asunto esencial y primero el acceso de los ciudadanos al confort facilitado por los adelantos tecnológicos actuales, piensa encaminar el país durante este nuevo decenio

Sigo pensando que ningún Poder está autorizado a forzar el desarrollo reduciendo la compensación del esfuerzo laboral y que quizás China ha sido excesiva en los beneficios brindados a los grandes complejos financieros. Pero no vivimos en China, ni conocemos sus realidades. Tampoco podemos evaluarla de acuerdo a nuestras realidades y menos aún a la luz de las distorsiones que nuestro sistema nos impone.

La nueva etapa china parece encaminarse a un sueño que está materialmente plasmado en pasos bien definidos y que pueden resultar en un mayor estímulo para que sus ciudadanos laboren en función de un mundo mejor.

Bienvenido el Sueño Chino.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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