Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Lo más destacado del sepelio de Nelson Mandela no fue el saludo del Presidente Obama al Presidente cubano Raúl Castro, sino ciertos comentarios posteriores provenientes de sectores radicales, que considero desmesuradamente peyorativos.


 

Estados Unidos de Norteamérica es un Estado serio. No porque haya sido un agresor itinerante y la casualidad lo haya convertido en el país militarmente más poderoso, sino por la manera en que se administra el Poder que lo rige.

Como Estado serio el Presidente no manda. Tiene una serie de “libertades” respecto a sus decisiones, pero está sujeto a una maquinaria implacable que decide en función de intereses muy generales.

Por eso principalmente es que se trata de un Estado serio.

Esta limitación es la que ha permitido otorgar espacios a una variada gama de criterios que necesariamente no comulgan con el Poder.

Dicho esto, vuelvo a comentar sobre el sepelio de Nelson Mandela en Sudáfrica.

Una serie de comentaristas en Estados Unidos, expresaron acerbas críticas por el apretón de manos que se produjo entre Barack Obama y el Presidente cubano Raúl Castro.

Desde Jon Stewart, quien dirige un afamado show de televisión consistente en críticas políticas, hasta Rush Limbaugh, comentarista radial que elevó la importancia de la radio AM y fue considerado el líder de la oposición a Bill Clinton y la persona que hizo posible la victoria en el Congreso del Partido Republicano en el año 1994, se han dedicado a demonizar al Presidente Obama por saludar al Presidente Raúl Castro.

Coincidentemente, personas de la llamada izquierda, han hecho críticas similares y aun peores.

Ya mencionamos que varias personalidades de la política estadounidense, entre ellas John McCaine, han considerado el saludo como una debilidad del Presidente Obama, comparándolo incluso con haber saludado a Hitler en medio de la Segunda Guerra Mundial.

Curiosamente, los pocos que desde Cuba se remontaron al pasado e incluso al presente agresivo de Estados Unidos, impugnando la presencia y el discurso de Obama en dicho acto, no se han atrevido a referirse al Presidente Raúl Castro con iguales términos, a pesar de su protagonismo en aquel saludo.

Ante una izquierda que se ha renovado, buscando nuevos derroteros para defender el socialismo, nos llama la atención los bolsones que aún proyectan una visión desvinculada de las experiencias y de las realidades que vivimos.

Si entendemos el socialismo como la búsqueda de una sociedad más justa, presidida por un Poder que garantice la formación de valores sociales por encima de los individuales, sin que por ello se violen principios establecidos por la historia en el comportamiento de una economía que no ha fracasado en su desarrollo y crecimiento, aferrarnos a esquemas del pasado, aniquila los espacios del progreso y del propio socialismo que buscamos.

Estados Unidos ha sido el agresor más peligroso que la humanidad ha confrontado. El capitalismo, con sus diferentes variantes, ha conducido la economía por un camino que permite que unos pocos tengan cada vez más acceso al grueso de las riquezas. Pero ese proceso ha creado cismas, dudas y estimulantes, aun dentro de sus defensores, movilizando diversos sectores intelectuales y sociales en la búsqueda de nuevos derroteros.

Ahora bien ninguno de esos críticos ni su volumen, se equipara al salto dado por las izquierdas a raíz del desplome del bloque soviético y desde mucho antes.

Barack Obama es sin dudas un hombre del “establishment”, palabra que comienza a ser tan ambigua como “apparatchik”.

La derecha ha sido lerda, lenta y pusilánime en dar pasos audaces ante las crisis financieras y los desajustes distributivos de las últimas décadas. En cambio, las izquierdas han sido rápidas y ponderadas al revaluar las abstracciones teóricas y han ido eliminado muchos de los estereotipos surgidos de viejas consignas políticas.

La sociedad de hoy, más informada que la de pasadas décadas y dentro de los espacios creados por el liberalismo, se hace cada vez más crítica y demandante. Hasta tal extremo, que el liberalismo ha dejado de ser un punto de partida para los reclamos actuales, abriendo el cauce para otorgar mayores espacios a las corrientes sociales.

El socialismo o las ideas orientadas a una mayor participación social, se van imponiendo.

Ya las demandas por la participación no se relacionan únicamente con el aspecto político, lo cual casi siempre no es más que una cortina de humo para proteger a los grupos dominantes, sino que también y fundamentalmente, se discute con mucha seriedad la participación ciudadana en la producción y la distribución.

Obama ha sentado precedentes en esta sociedad, aun cuando no ha podido cambiar la esencia de este Estado. Tampoco han podido cambiarla figuras como Fidel Castro, Raúl, Chávez, Rafael Correa, Lula, Dilma Russef, Cristina Kishner, Bachelet y un sin número más, que han sentado cátedra de realismo, esforzándose por ser consecuentes con objetivos sociales más justos.

Pero no haberlo logrado no niega la utilidad de los precedentes aportados.

Por consiguiente cuál es el motivo para decir que Obama no debió haber hablado en el sepelio de Mandela? Porqué Obama no podía destacar las virtudes políticas del líder surafricano? Porqué no podía recalcar que buscó siempre la conciliación, el diálogo y la negociación, intuyendo los compromisos capaces de proteger los espacios soberanos de su país?

Obama no es Estados Unidos porque los mandatarios nunca son el país. Obama contiene una gran dosis del pensamiento que fundara este Estado, cuyos valores para la época representaron destellos únicos de libertad y progreso, pero también crearon un sentimiento de destino universal que terminó imponiendo gobiernos y modos de vida que no siempre se corresponden con las realidades sociales de los afectados.

Gran parte de la visión que pueda tener Obama, continúa siendo dañina para la paz y el progreso de las naciones.

Sin embargo, no puede negarse su crítica del pasado agresor de Estados Unidos, como tampoco puede negarse que, aun si creyera en ello firmemente, no podría retirar las setecientas bases diseminadas por el mundo y ni siquiera la de Guantánamo.

Si Bush hubiese sido Presidente no hubiera saludado a Raúl Castro, porque su criterio no admite compromisos de ese tipo.

Si a los países los vamos a juzgar por las barbaridades del pasado con la visión que hoy tenemos del mundo, ninguna nación saldría absuelta, ni siquiera Cuba, que tantas justificaciones ha tenido como consecuencia de las agresiones de Washington.

Las izquierdas han progresado más que la derecha en términos de ideas, análisis y soluciones. También en lo ideológico han sido más dialécticas. Incluso podríamos decir que han sabido enriquecer más los aportes de Marx que la derecha los de Adam Smith.

Pero cierta izquierda se ha quedado atascada en el fango de la ortodoxia. Lo mismo le sucede a la derecha.

Ambos casos, la derecha conservadora y el mencionado bolsón de izquierdas, padecen de ideologismo.

Es una palabra inventada, pero sin temor podríamos agregarla a la clasificación de los diagnósticos sociológicos.

Ambos se han criado y crecido en un ambiente esencialmente ideológico, donde los espacios quedan reducidos al recital.

De aquí, que la ideología los críe y la intolerancia los junte.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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