Esta no es la situación que existía en el año 2003, cuando 150,000 trabajos se fueron a China y sólo regresaron 2000. En el año 2013, entre 30,000 y 50,000 se fueron y entre 30,000 y 40,000 regresaron.
De acuerdo a Boston Consulting Group, otra institución dedicada a los mismos menesteres, estima que más del 50% de las compañías estadounidenses existentes en China, ya están haciendo sus consideraciones para regresar. Dentro de la cifra mencionada, el 21% están en el proceso de hacerlo y otros piensan que no demorarán más de dos años.
Jerry Jasinowski, presidente de la Asociación Nacional de Manufactureros dice que en décadas pasadas, los salarios en la región asiática eran bajos y el precio del petróleo también. “En la actualidad el costo del salario está subiendo, así como la transportación del petróleo y cada vez son más incierto”. Esto dice Jasinowski, basándose para ello en la opinión de quienes están en los trajines de regresar a Estados Unidos donde, entre otras cosas, las perspectivas de autoabastecimiento energético ha dejado de ser un plan para convertirse en una realidad.
Otros asuntos que preocupa a los manufactureros estadounidenses que tienen sus capitales en China, además del alto costo energético y las subidas salariales, son el alto precio de las tierras, la poca protección de la propiedad intelectual y la alta polución.
Aspectos de índole socio cultural, íntimamente vinculados a la información que cada día adquieren las personas, han originado cambios en la manera de pensar y planear la vida. Como consecuencia de esos cambios, la demanda se transforma y este es el otro aspecto que está incidiendo en ese regreso a casa de ciertas industrias manufactureras.
Alrededor del 30% de las familias chinas que han adquirido capitales de inversión y han triunfado en el negocio de las manufacturas, están realizando inversiones fuera del territorio o mudándose a otras regiones, especialmente a Estados Unidos.
Esto por supuesto no significa que China se vaya a debilitar económicamente. Por el contrario debe continuar su desarrollo, por cuanto a lo largo de estos años de inversión extranjera y de incorporación de nuevas tecnologías, China ha logrado crear una infraestructura interna de abastecedores que garantizan el funcionamiento de sus industrias.
Es lo mismo que sucede con la industria automotriz estadounidense, la cual se mantiene competitiva gracias a las pequeñas y medianas empresas nacionales que le garantizan un flujo productivo, estable y con la calidad requerida.
Aunque el proceso de regreso de muchas de esas inversiones está en camino, eso no significa que los productores muestren el deseo de un rompimiento con el país asiático. En Estados Unidos no es tan fácil como en China adquirir las partes y obtener abastecimientos, por lo cual el movimiento no es previsto con un carácter masivo y por consiguiente no representa un real perjuicio para esa región asiática, pero sí significa un ligero aumento para el mercado laboral estadounidense.
Está todavía por verse qué resultados pudieran ocasionar estos cambios, pero podemos vaticinar que el más delicado de ellos, el referido a los estándares de la llamada clase media, pudiera resultar negativo, pudiendo incluso crear un flujo migratorio inverso al que ha existido hasta hoy.
La alta tecnología del país, las nuevas producciones que están dadas por el dominio de internet en todos los campos, creando modalidades productivas como la “energía internet” y el 3D, disminuye el volumen de trabajadores que devengan entre 40,000 y 80,000 dólares anuales, cuyos puestos de trabajo son los primeros en ser eliminados por las industrias al hacer sus reajustes y modernizaciones. El término clase media está representado por este rango de ingresos.
Proyecciones a más largo plazo, de las cuales la mayor no se extienden más allá del 2050, hacen pensar que ocurrirán cambios sustanciales en el sistema económico, al margen de la intrusión del Estado. Esas variantes, donde el fenómeno de internet, está en el centro de los cambios, también tendrán su incidencia en los empleos. Sobre todo en el tipo de empleos.
Existen evidencias muy concretas que la economía, consistente en un mercado definido por el intercambio de valores, paulatinamente está transitando hacia otro, consistente en otros que algunos economistas denominan “intercambio colaborativo”.
Pero durante esos 25 años, un lapso de tiempo bastante largo para la rapidez del mundo que vivimos, habría que ver qué nuevos derroteros puedan surgir, permitiendo al ciudadano estadounidense recuperar los actuales niveles de ingreso y en particular, sus niveles de vida.
Entre los factores negativos que en estos momentos, algunos economistas señalan en relación a las grandes concentraciones de riquezas, además de los males que origina en el orden político, están las afectaciones al mercado laboral, pues estos forman bolsones de trabajo muy reducidos en comparación a los capitales que poseen.
O sea, no es solamente el fenómeno de las nuevas relaciones de producción a partir del aumento vertiginoso de la productividad lo que está afectando los ingresos personales. También la manera en que los Estados administran estas cuestiones y el tipo de políticas que los gobiernos instrumenten, para que esa distribución adquiera un carácter horizontal y los conceptos distributivos cambien, aproximándose en los posible, a una remuneración promedio en beneficios de todos los actores que participan del proceso productivo.
La complejidad del mundo actual, como siempre ha ocurrido cuando surgen nuevas relaciones de producción, va estableciendo diversas madejas que debemos sortear, organizar y en algunos casos priorizar, para que los resultados sirvan de amparo a todo el tejido social que nos alberga.
Así lo veo y así lo digo.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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