Por Lázaro Fariñas*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Dicen que siempre que pasa lo mismo sucede igual, y es que, hace unos días, un policía de San Luis, Missouri, abatió a tiros a un adolescente de la raza negra de 18 años de edad, en plena calle de la ciudad. Por supuesto que, por haber sucedido en este país hechos similares, no es como para asombrarse. Lo que sí vuelve a ser interesante es el entrenamiento de tirar a matar que reciben los policías de los Estados Unidos en sus academias policíacas cuando sienten o presienten la menor amenaza por parte de un ciudadano, no importando si el ciudadano está armado o no. Nada de disparar su arma con la intención de paralizar al sujeto, no, disparar al corazón. Es verdad que hay veces que los agentes de la ley se tienen que enfrentar a individuos con altos niveles de violencia, pero en la mayor parte de los casos, se pudiera disparar buscando solamente un efecto paralizante. Recuerdo que hace años atrás, un viejito cubano, totalmente enajenado, se enfrentó con un machete en la mano a un agente de la policía de Miami y este, sin pensarlo dos veces, le disparó al anciano dejándolo muerto inmediatamente. Bien podía haberle disparado al brazo o a una pierna, con lo cual hubiera eliminado todo tipo de amenaza a su seguridad. Pero no lo hizo, disparó a matar.


En los Estados Unidos, en general, los agentes de la policía se creen, no ser los enviados de los dioses, sino dioses en sí mismos. En este país, si un policía te para en una calle, lo mejor que haces es detenerte inmediatamente sin tan siquiera averiguar la razón por la cual te han dado dicha orden. Si te pones a argumentar con el oficial, lo más probable es que, como mínimo, seas arrestado y si llegas a ser arrestado, lo mejor que haces es, dócilmente, aceptar el arresto porque, de lo contrario, te acusan de resistencia ante el mismo, con lo cual vas a dar con tus huesos en una cárcel. Hace muchísimos años, al principio de llegar a este país, tuve varias experiencias personales con la policía de las cuales no quiero, ni tan siquiera, acordarme. Aquellas experiencias me enseñaron la simple lección de que, si un policía me para por cualquier razón, lo mejor que hago es callarme la boca y si hay algo que discutir, discutirlo en la Corte y delante de un juez.

Los disturbios que han estado ocurriendo en la ciudad San Luis en los últimos días fueron ocasionados por una simple llamada de atención a un joven negro que caminaba por el medio de la calle. Aparentemente, el policía le dijo que se detuviera y este, en vez de hacerlo, lo que hizo fue forcejear con el agente. Aún no se saben todos detalles del incidente, pero se sabe que el joven negro acababa de salir de una bodega de donde se había robado un paquete de tabacos valorado en menos de cincuenta dólares. Aparentemente, el policía desconocía el hecho, pero lo más probable es que el muchacho pensó que este sí lo sabía y que lo iba a detener por lo acontecido minutos antes en la bodega. El problema es que no importa si el policía tenía o no la información, lo que importa es que el joven estaba desarmado y sin embargo, fue muerto por los disparos del agente.

Por supuesto que era de esperar la reacción de la comunidad negra. Salieron a protestar pacíficamente a las calles y la policía trato de impedir las protestas utilizando fuerza excesiva, lo que conllevó a que la protesta se tornara en violenta y de ahí los saqueos y la quema de locales por parte de los manifestantes y las bombas lacrimógenas y las balas de goma por parte de las autoridades. Las calles de la localidad parecían un campo de batalla. Demás está decir que la policía, al hace uso de la fuerza para tratar de controlar las manifestaciones de protesta, logró lo contrario. Supuestamente, la policía de los Estados Unidos está diseñada para cuidar el orden, respetando el derecho de la población civil de protestar pacíficamente, pero en esta ocasión salieron portando armamentos y equipos militares donados por el Pentágono de lo que le sobró de la guerra en Irak. En vez de salir a proteger el orden, tal parecía que habían salido a combatir con el enemigo. En esa ciudad norteamericana se han vuelto a recordar momentos de la época en que se firmó la Ley de Derechos Civiles, al ver a ciudadanos negros en la calles destrozando lo que se encuentran y policías vestidos de militares disparando y dando palos a diestra y siniestra.

*Lázaro Fariñas, periodista cubano residente en EE.UU.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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