Por: Osmany Sánchez (jimmy@umcc.cu / @JimmydeCuba).- Mi hija me hace prometerle que la próxima vez que yo vaya “afuera” le compre un celular. Con apenas 12 años, ella comprende que con mi trabajo no puedo hacerlo y la prueba está en su propia aula. Los que tienen padres que viajan, tienen celular o tables, los que no –y tampoco tienen familiares fuera- pues no lo tienen.
Como dato adicional les cuento que a la pregunta de qué quieres ser cuando seas grande, un compañerito de aula de mi niña –en ese entonces en primaria- respondió que quería ser Turista.
Una parte importante de la juventud cubana solo piensa en salir del país, no ven su proyecto de vida dentro de Cuba. A simple vista el asunto es simple, pero en la práctica no es tan sencillo. La mayoría de los cubanos quiere trabajar fuera pero sin dejar de vivir en Cuba. Muchas de las “personas mayores” y otros no tan jóvenes que un día emigraron, aspiran a regresar a Cuba para vivir su vejez.
Por ahora, los emigrados cubanos envían a sus hijos a Cuba en el período de vacaciones. Están seguros, es más fácil mantenerlos y mantienen su identidad.
Entonces Cuba es un país bueno para vivir, pero lamentablemente, no para vivir del trabajo, por eso estos no se eligen por el salario o por la posibilidad de superación sino por la “búsqueda” que pueda existir.
Para los padres cubanos es una tranquilidad saber que nuestros hijos pueden ir a la escuela y estar seguros en ella, sin estar expuestos a las drogas o a que un loco con un arma cometa una masacre. Por otra parte comprarle un simple helado puede ser solamente un hecho aislado. Estas son algunas de las contradicciones de esta Cuba que estamos obligados a transformar.