Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Desde el día que el gobierno de Estados Unidos de América decidió establecer relaciones diplomáticas con La Habana, el futuro de la Isla incorporó nuevas luces. El Presidente Raúl Castro aceptó la propuesta de abrir mutuamente embajadas en los respectivos países. En definitiva no había sido Cuba quien rompió esas relaciones y mucho menos organizar ataques contra del poderoso vecino. Esa patente de agredir a otros fue registrada por Washington años antes y aún mantiene su vigencia. Esperemos que si alguna vez caduca, no devenga en genérico.
Establecer relaciones no implica que los problemas de Cuba quedarán resueltos. Ni siquiera el desmontaje total del Embargo-Bloqueo produciría ese milagro. Tampoco la llegada del tercer Papa que visita la Isla podrá producirlo. No obstante con esa tendencia al sofismo de los enemigos inveterados del gobierno cubano, ya escuchamos decir que no habrá milagros y Cuba seguirá igual. Pero no es así porque estos sucesos aceleran cambios.
Es costumbre que cuando suceden acercamientos con el Norte, la ortodoxia cubana se parapeta en frases conspirativas y en desconfiadas manifestaciones. Al principio de iniciarse el proceso de las embajadas, era común escuchar una frase imputada al Che, quien decía “no se puede ceder al imperialismo ni un tantito así”.
Yo sé lo que es imperialismo y algunos de quienes usan la frase también. Pero Estados Unidos de América no es imperialista y de aquí que esas actitudes deben ser taqueadas y puestas en sus reales contextos. Este es un fenómeno vinculado al proceso de inversiones de capital, el manejo del mercado, control de precios y disponibilidades de mercaderías, que las grandes corporaciones están obligadas a realizar en la vorágine de sostener el crecimiento de sus ganancias. Estados Unidos de América es la base operativa principal para que se desarrollen estás prácticas. La maquinaria de estado sucumbe habitualmente a las presiones de esos grandes conglomerados, prescindiendo de realizar los intereses generales de la sociedad y sus compromisos con otras naciones. La dinámica surgida de la retroalimentación entre una producción y un consumo distanciados de las necesidades generales básicas y complejas que humanamente nos definen, presionan en todos los ámbitos de la política. Pero la política existe y es susceptible de decisiones orientadas a servir las realidades sociales. No todo es consecuencia de ese dominio corporativo, generado por un desarrollo económico asimétrico, que paulatinamente se impuso ante el espejismo de los grandes avances productivos desencadenados por la economía de mercado.
No podemos seguir manteniendo falsas expectativas y dolorosas desconfianzas. Los problemas de Cuba no se van a resolver por una embajada, la visita de un Papa, la apertura de oficinas de negocios internacionales y la necesaria organización de una banca vinculada al orden económico mundial. También requerirá la organización de actividades independientes y conglomerados múltiples nacionales, que atiendan las necesidades del consumo interno. Los ejércitos de ingenieros y técnicos salidos de los centros tecnológicos y universitarios, no sirven mayoritariamente para emplearse en organizaciones estatales que exportan servicios, como el caso de la medicina. En cambio pueden constituir soluciones sólidas de servicio y producción nacional, sujetas sólo a normas, códigos y leyes, pero cuyas acciones no dependan de burocracias ministeriales, muchas de las cuales son reminiscencia de la era soviética. O sea, la solución no será milagrosa, pero las cosas que vienen sucediendo contienen esa semilla.
Los agoreros desde otras orillas, confunden diciendo que nada de lo que está sucediendo realizará milagros. Debemos invitar a estas personas a la decencia y la honestidad. Porque el gobierno cubano se ha planteado realizar reformas, aunque busquen otras palabras para decirlo. La prensa del país sigue siendo la misma, controlada aún por viejos patrones, pero sin embargo se proliferan redes dentro de la Internet nacional donde los debates se destacan y surgen críticas y propuestas que van conformando una disciplinada y real oposición, pronosticando dinamizar la política mediante formas de participación real que eventualmente darán al traste con una democracia participativa.
No se puede aspirar a un futuro milagroso si no laboramos en aras del milagro, porque ningún santo ha sido el resultado de un instante. La sucesión de acontecimientos que vive Cuba, servirán de base para superar los grandes errores de la época soviética, las confusiones interpretativas de las teorías y los desequilibrios que las mismas produjeron por sus aplicaciones imposibles.
Estados Unidos de América con su concepción de Destino Manifiesto y la creencia de que su obra política es faro de la humanidad, continuará intentando convencer y atraer adeptos. Eso mismo hizo la URSS, Cuba y cuanto sistema y nuevas ideas surgen en el mundo. El cristianismo lo primero que hizo fue comisionar a doce apóstoles para que propagasen la fe. Si no creyésemos que nuestro pensamiento es mejor y que otros deben imitarnos, la humanidad se convertiría en una masa inerte. Por eso no debemos criticar las intenciones del vecino en ese sentido, aunque esto no implica aceptar que recurran a irregularidades e infracciones internacionales y soberanas. Si el gobierno cubano actual y el próximo que comienza dentro de tres años, hacen las cosas adecuadamente, seremos nosotros los faros de luz que siempre quisimos ser.
El milagro llega y no será precisamente con el Papa Francisco, que indiscutiblemente contribuirá a su realización a pesar de los ladridos agoreros de otras orillas. Hay que darle un voto de confianza al futuro de Cuba y dejar a un lado las mezquindades.
Así lo veo y así lo digo.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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