Mientras en Cuba no requieren de ninguna autorización para sus marchas y escándalos públicos, en Estados Unidos, la inculta y grosera Berta Soler, como representante de esa agrupación no registrada oficialmente, tendría que correr todas las alcaldías de Estados Unidos para lograr que le aprobaran sus actos, porque en el país de la “libertad” todo está estrictamente controlado por el Estado.
Un ejemplo evidente es lo que regulan las autoridades neoyorquinas para aprobar una manifestación como las que ejecuta Berta y sus asalariadas.
El primer paso que tendría que dar la inculta y grosera es presentar un documento impreso, donde haga constar la solicitud del permiso a las autoridades, el cual consta de nada menos que de cuatro páginas y con tres copias, siempre legalizadas ante un notario público.
Dicho documento será presentado por lo menos con siete días hábiles de antelación a la fecha propuesta para la manifestación, explicando es detalles lo que se pretende ejecutar, sus causas, quienes participarían, los sectores que representan, si portarán carteles y su contenido, así como el día y las horas que duraría, además de especificar en detalles las calles por donde prevén pasar.
El gobierno de la ciudad tiene la potestad de cambiar el lugar, las vías a utilizar, el día y hasta la hora, si considera que la misma puede interrumpir las actividades de la localidad o molestar a los vecinos.
Otro requisito que exigen las autoridades gubernamentales de Estados Unidos, es que los manifestantes deben poseer una póliza de seguro ante cualquier daño que causen a la propiedad ajena y si por casualidad hay daños al ornato público, entonces los protestantes correrán con el pago por el monto total de los perjuicios causados.
En cuanto a la policía encargada de custodiar la zona, si el jefe de ese órgano considera que necesita más personal para mantener el orden, el salario de estos deberán asumirlo los propios manifestantes.
Si Berta y su pandilla tuvieran que hacer lo mismo en Cuba, sin dudas que otro gallo cantaría, pues el dinero que recibe para sus provocaciones no iría a parar a su bolso como hasta ahora, algo que dejaría de serle tan rentable porque como apuntara José Martí:
“…la bambolla se compra casi siempre a precio del decoro”.
*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.
Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación