Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Un grupo de personas marcha pacíficamente protestando contra los poderes corruptos, las limitaciones impuestas a los votantes y la falsedad de un sistema que se ufana de ser inclusivo y democrático y en muchos aspectos es todo lo contrario. El camino es largo, pero a la convocatoria concurre un nutrido grupo de personas. En realidad, no se trata de unas pocas. Suman alrededor de 1400 y marchan desde Pennsylvania a Washington DC, la capital política de Estados Unidos.


Este comentario sale a relucir un poco tardíamente con toda intensión. Los hechos que menciono ocurrieron el sábado 16 de abril, pero no quise hacerlo en espera de que los grandes medios, en especial aquellos que generalmente tienen una actitud crítica militante contraria al gobierno cubano, hicieran mención de los mismos.

No pocas veces hemos leído en la prensa, incluso por televisión, escenas de gente detenida en algún lugar de La Habana, por lo general en la 5ta avenida del barrio de Miramar. Aun cuando los protestantes nunca son más de treinta o cuarenta y generalmente a penas una veintena, las fotos presentadas y el movimiento de cámaras de las escenas filmadas, dan la impresión de un cuadro caótico.

El caso que comento a continuación ha tenido poca repercusión en esa prensa y en general en todos los medios, exceptuando algunos como The Hoffingtonpost.

Posiblemente pocos de ustedes han escuchado Democracy Spring o Democracy Awakenings. Se trata de movimientos sociales que discrepan del ambiente político dominado por el dinero y las limitaciones sutiles que convierten el voto en un instrumento a su favor. De nada vale que las personas elijan un candidato si la maquinaria del estado es dominada por grandes capitales, con esferas de influencia en el cuerpo legislativo, judicial y la fuerza del orden. Más pernicioso aún, es la crítica del modo de elegir a los candidatos. En esta contienda electoral el procedimiento ha mostrado ser manipulado y controlado, en beneficio de los “preferidos” de la maquinaria del Partido. Esa es una acusación puesta sobre la mesa tanto por el candidato republicano Donald Trump, como por el aspirante Bernie Sanders, quien se postula por el Partido Demócrata.

Aunque la propagación de las ideas progresistas es lenta, el número de simpatizantes va en aumento, incorporándose a diferentes agrupaciones. La poca cobertura de los medios no es suficiente para impedir que reclamos objetivos lleguen a todos los rincones de un país. El estilo de los grandes medios frente a las protestas sociales y las rebeldías políticas es el silencio. El caso más insólito ocurrió con la candidatura de Bernie Sanders. Recuerdo que meses después de haber despuntado Sanders como el segundo aspirante presidencial del Partido Demócrata, comiendo con unos amigos informados y progresistas, mencioné su nombre y de momento no recordaban de quién se trataba. Muchos no acaban de entender, especialmente los sectores de izquierda fuera de Estados Unidos, que las ideas socialistas son una realidad en ese país.

Hace tiempo que intento derrumbar el estereotipo que presenta a Estados Unidos como un bloque conservador, donde las relaciones sociales se mantienen estáticas y nadie asume consciencia de la importancia de éstas en la organización de las estructuras del estado.

En cambio, las fuerzas que sí lo entienden son los sectores del Poder, quienes no tienen otra opción que aplicar a esos grupos represiones que niega el discurso democrático que divulgan.

El sábado 16 de abril fueron detenidas más de 900 de estas personas que marchaban en Washington exigiendo la reforma de un sistema que no se adapta a las relaciones sociales y a las necesidades laborales de las nuevas generaciones. Después de ser procesados y multados con cincuenta dólares por supuesta alteración del orden público, fueron dejados en libertad, pendientes de las decisiones judiciales que supone todo delito. Es un número tan elevado que parece inconcebible que no haya repercutido por varios días en la prensa nacional.

Es interesante cómo en la medida que se hace patente la rebeldía de la sociedad estadounidense, hechos como estos son acallados. Con el movimiento Occupy Wall Street (Ocupen Wall Street) la cobertura fue mayor, no porque la protesta tuviese mayor magnitud que la ocurrida recientemente en Washington, sino por la novedad de movimientos de esa naturaleza. En diciembre del 2010 sucedió la llamada Primavera Árabe y a partir de allí ocurrieron una serie de protestas. Occupy Wall Street se produjo en septiembre del 2011. Lo novedoso es noticia, en tanto en cuanto no pueda convertirse en un desafío del Poder Político.

Ninguno de estos sucesos es nuevo. Se trata del devenir de una sociedad que evoluciona con lentitud, pero que finalmente encuentra la respuesta adecuada. La glorificación de la riqueza ha creado grandes confusiones, dando lugar a sancionar todo resultado proveniente de su empleo. Estas confusiones no se superan hasta que las condiciones no alcanzan contradicciones insuperables. La actual campaña electoral estadounidense, señala un claro cuestionamiento de las mismas.

Bernie Sanders es el más destacado de ese proceso, porque no reclama a nombre de sectores particulares, como fue el caso de la lucha por los derechos civiles, las ocho horas laborales, el voto femenino, cierta protección para la vejez y algunos derechos para grupos en particular.

Sus reclamos, por primera vez en una campaña política de Estados Unidos, tienen un reclamo universal y es aplaudida por millones de votantes y ciudadanos. Sanders plantea una revolución política. Esta expresión, dicha fríamente, es muy amplia y cualquiera de las muchas interpretaciones que caben en ella, son un desafío del Poder.

Estos dos movimientos decidieron marchar con algunos de sus miembros, desde Philadelphia hasta el Capitolio de Washington, para protestar por las limitantes que se imponen a los votantes negros, hispanos y otras etnias quienes, por lo general son de bajos ingresos y carecen de los más elementales beneficios. Pero más que esos tópicos, resaltaron la influencia del dinero en la alternancia de la Administración del Estado, confluyendo sus planteamientos con la necesidad de esa revolución política planteada por Sanders.

Estos no son grupos aislados dentro del país, financiados por fuentes cuestionables, sino resultado de una situación desfavorable para toda la sociedad, aun para aquellos que se benefician de sus obscuros manejos. Sin embargo, no aparecen en la noticia con la fuerza y el brillo de ídolos y personas, cuyas virtudes son usadas muchas veces para llenar la primera página del periódico y ocultar la cara fea de la moneda.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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