Los que expresan su malestar aducen a que la ciudad está en parte destruida y repleta de problemas, algo cierto, pero no dicen que esa añeja capital, próxima a cumplir 500 años, resiste la más larga y cruel guerra económica de la historia de la humanidad impuesta por el país que se auto titula “campeón de los derechos humanos”, mientras pretende rendir por hambre y enfermedades a los cubanos, sin lograrlo.
Lo que hace maravillosa a la ciudad de La Habana es su resistencia, la perseverancia por renacer de las ruinas y reconstruir con mucho esfuerzo sus vetustas construcciones históricas, las que hubiesen desaparecido en el sistema capitalista existente hasta 1958, como hizo el tirano Fulgencio Batista con el edificio que albergó a la primera universidad de la Habana, para convertirlo en una anacrónica construcción con una terminal de helicópteros.
Los visitantes extranjeros que arriba a la Habana ven asombrados el rescate de palacetes coloniales, plazas y monumentos de alto significado arquitectónico no vistos en otra urbe latinoamericana por el respeto que se hace de sus valores y además por tener la virtud de emplear a los propios habitantes de la zona, los que se benefician económicamente y brindan cuidados y amor a la obrar, debido al sentido de pertenencia.
Para los que ven a la Habana socialista como algo incongruente con sus deseos políticos, no reconocen que en esa ciudad de 2 millones 100 mil personas, existen más de 45 museos y una cifra similar de galerías de arte, donde se exhiben obras de importantes artistas, algo que no se encuentra en capitales como Londres, Washington, Berlín e incluso Paris, la inmensa mayoría abiertas después del triunfo de la Revolución.
Esa misma ciudad con casas mal pintadas y necesitados de un mantenimiento urgente, acoge a miles de artistas, intelectuales, múltiples escuelas de arte, un sistema de salud totalmente gratuito en un país subdesarrollado que presta servicios de salud del primer mundo y una infraestructura para la investigación biotecnológica envidiable.
Además de lo anterior, La Habana tiene como maravilla a su gente, solidaria, humana, dispuesta a ofrecer ayuda a los visitantes a cambio de nada y, a pesar de las penurias causadas por esa guerra económica, recibe a todo el mundo con una sonrisa, con su música contagiosa, que al compás de un buen son cubano y con el mejor mojito del mundo les da la bienvenida a todos cual novia amorosa y tierna.
No por gusto José Martí afirmó:
“Las dificultades se resuelven mejor entre los que se aman que entre los que no se aman”.
*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.
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