La división de clases en las sociedades, se convirtió en una verdadera dicotomía con el advenimiento de la Revolución Industrial. A esto debemos sumar el bien fundado criterio propuesto por Marx en aquella época, de que la lucha entre ellas “es el motor esencial de la historia” Quienes alcanzan confort están enfrentados “históricamente” a quienes, a duras pena, tienen techo, comida, alguna ropa y una precaria educación para sus hijos. Sobre esta idea cuelga esa opinión favorecida por la izquierda, pero que los cambios operados a partir del desmerengamiento de la Unión Soviética, han obligado a poner en dudas tales presupuestos.
Es cierto que existe una confrontación de los grandes capitales y algunos técnicos intermedios que los secundan, con el resto de la sociedad. No estamos hablando de dos grandes grupos sino uno enorme y otro cada vez más pequeño y a su vez más acaparador de bienes de capital. No se trata ya de un sector estrecho compuesto de proletarios y de trabajadores industriales y agrícolas. Esta contradicción ha sido superada en gran medida en los países altamente desarrollados, donde se originó precisamente esa dicotomía.
Aquellos que constituían el típico trabajador, han dejado de existir mayoritariamente en los países que hoy superan las definiciones clásicas de desarrollo y han ingresado al mundo de los mega desarrollados. Dentro de una nueva definición podríamos decir que son trabajadores el 90% de las personas que componen esas sociedades, por no decir el 99%, de los cuales un 80% aproximadamente tienen accesos a bienes materiales y condiciones sociales, que hace cien años sólo era posible para los grandes millonarios.
La dicotomía de clases, pobres y ricos, ha sufrido una transformación que viene dada por el acceso a confortables modos de vida, favorecidos por la apabullante creación de riquezas que crea la economía nacida con la Revolución Industrial. El 20% menos favorecido, en una sociedad como la estadounidense, tiene un respaldo cada vez mayor del 70% que vive cómodamente y posee los medios necesarios no sólo para sostener ese estatus sino para garantizar un retiro que no los aleje demasiado de sus años activos. Es cierto que no resulta igual para algunos que se dejan llevar por el espejismo del consumo y gastan más de lo que producen. Esta tendencia de consumir más de los ingresos percibidos, se ha frenado lentamente en los últimos tiempos.
En general este 70%, lejos de enfrentarse a ese 20% se identifica con su situación y entiende dónde están las fallas que históricamente han posibilitado que los pobres, cada día, sean más pobres. Descubre, que en la medida que ese porcentaje se iguale a sus niveles de vida, lo cual no significa obligatoriamente percibir los mismos ingresos, el medio marchará mejor. Aquí está la verdadera esencia del desarrollo, crecimiento y cambio político. Se trata de una dinámica que denomino necesarial, o sea, un conjunto de requerimientos generados en el seno de la sociedad que originan tendencias en pos de satisfacciones.
Estas necesidades a veces se muestran a través de clases económicas y dentro de estas se conforman relaciones sociales que originan nuevas necesidades representadas por actores de diversas categorías. Más allá de un choque de sectores, los cambios políticos responden a esa complejidad necesarial que se transforma con el transcurso de los años. En el pasado esos cambios, en gran medida se materializaban por esas diferencias de clases, pero su papel propulsor se diluye en el tiempo, siendo sustituido por otros actores sociales o por normas estructurales inquebrantables.
El socialismo se enfrenta a la pobreza, no a la riqueza. Esta realidad que de algún modo el propio Marx lo planteó en sus estudios sociológicos, fue desconocida en la primera etapa de la praxis socialista, nacida con la Revolución de Octubre. Con el advenimiento de nuevos derroteros y un mejor entendimiento de las leyes casualmente creadas por la economía, como consecuencia de las optaciones, también casuales, que en aquellos tiempos priorizaron lo individual y magnificaron la iniciativa de quienes pudieron disponer de capitales, la dinámica que obliga a perpetuos cambios políticos al pasar de los años, se hace cada día más diáfana.
Actualmente existe una conciencia mayor del papel que todos jugamos en la creación de las riquezas, incluso de la importancia del Estado como garante de esa producción. No hay crecimiento posible sin la presencia del Estado. Sólo nos resta por resolver esa impunidad confiscada a perpetuidad por los grandes capitales, quienes han profundizado su presencia en la determinación de las alternancias de Poder.
No obstante, a pesar de este claro proceso evolutivo que cada día entienden mejor los teóricos socialistas y más importante aún, la persona común que conforma el grueso de la sociedad, los conservadores siguen esgrimiendo el viejo argumento de los fanáticos socialistas del XIX y de aquellos que implementaron su primera praxis en el XX. Aunque es bueno destacar que no todos aquellos que tenían como guía de sus acciones criterios primordialmente sociales, eran fanáticos.
Hace poco al Senador por Vermont, candidato a presidente en las primarias del Partido Demócrata en esta contienda electoral, fue acusado de ser inconsecuente porque adquirió una casa veraniega en North Vero, Vermont, por $ 575,000.00. No voy a argumentar el caso, porque como bien dije, la riqueza no es el blanco del socialismo sino su distribución y en el proceso de recomponer la sociedad, por decenas de años y quizás centurias, unos poseerán más que otros, lo cual no niega el ideario socialista.
Los conservadores utilizan viejos criterios de la izquierda más radical para atajar el avance social que en materias de conciencias viene ocurriendo dentro de las sociedades desarrolladas y procuran confundir con planteamientos falsamente interpretados o pasados de moda, como esta ridícula acusación al Senador Sanders. Quizás estén conscientes que la evolución de la economía, está tejiendo mecanismos que escapan de sus manos, al tiempo que la sociedad en pleno comienza a perfilar nuevas formas de estructuras políticas, capaces de reforzar su presencia en los destinos de sus países. Actitudes como esta son conocidas como “derecho al pataleo”, acción que tiene lugar cuando todas las avenidas comienzan a cerrarse.
Así lo veo y así lo digo
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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