Ahora mi amigo y yo elucubrábamos sobre las posibles consecuencias que podría traer para las relaciones entre ambos países la llegada a la Casa Blanca de un nuevo presidente ultraconservador.
Conversamos, además, sobre el posible impacto que este giro a la derecha podría ocasionar en el estancamiento o incluso el retroceso de las políticas públicas de Obama en favor de los derechos de la comunidad LGBTI en los Estados Unidos, y de la influencia norteamericana en este tema hacia el resto del mundo.
A pesar de la incertidumbre, conseguimos mantener el optimismo en nuestra charla. La situación resulta incluso más difícil para él, que ya pudo reencontrar parte de sus orígenes y conocer a sus familiares, a quienes no quiere volver a perder.
También el colega Michael K. Lavers, del Washington Blade, me contactó a propósito de una nota que publicó por el segundo aniversario del anuncio sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos aquel 17 de diciembre de 2014.
Para el activismo en defensa de los derechos sexuales, le expliqué, ese hecho posibilitó el inicio de un vínculo más sistemático con líderes LGBTI de los Estados Unidos, que les permite conocer la realidad cubana y contrastarla con el discurso de los prejuicios y estereotipos que predomina en los medios estadounidenses.
Por otro lado, a quienes estamos en Cuba esa relación más fluida nos ofrece nuevas perspectivas y puntos de vista sobre los derechos humanos de nuestra comunidad. Ganancia neta para ambas partes.
Le revelé igualmente un episodio de ese proceso gradual en la normalización de relaciones entre ambas naciones que no trascendió públicamente antes.
A finales del 2015 un alto funcionario de la embajada de los Estados Unidos me pidió reunirnos para escuchar ideas sobre una posible visita a Cuba en el primer semestre de 2016 del representante especial de Estados Unidos para los derechos humanos de las personas LGBTI, Randy Berry.
No llegamos a sostener ese intercambio, primero por una cuestión de agenda, y luego porque ocurrió el anuncio de la visita del presidente Obama. Lo hago público ahora, porque es evidente que a partir de enero ese cargo podría desaparecer, y ya esa visita será casi imposible que suceda. Una pena, sin dudas.
Pero le reiteré a Michael lo que un día antes hablábamos mi amigo cubanoamericano y yo: Activistas LGBTI de Cuba y EE.UU. tenemos que seguir con los vínculos durante el mandato de Trump. Será todavía más importante en esas circunstancias.
Tenemos que presionar para que el nexo permanezca y hacer visible cualquier intento discriminatorio por impedir ese contacto permanente. Sería nuestro aporte a la lucha contra el bloqueo o embargo, y contra las posibles tendencias homofóbicas u otras posturas reaccionarias de la nueva administración estadounidense.
“Me da mucha alegría haber tenido la oportunidad de ir a Cuba dos veces como estadounidense. De verdad”, me comentó Lavers, quien como periodista dio cobertura a las dos últimas Jornadas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia, en Las Tunas y Matanzas.
Mientras que mi amigo y activista gay, norteamericano de origen cubano, me aseguró: “Nos vemos en mayo de 2017 en La Habana”.
TOMADO DEL BLOG "PAQUITO EL DE CUBA"
