Por Iroel Sánchez Espinosa - Blog "La pupila insomne".- Dos veces en menos de un mes han coincidido en el océano Atlántico tres huracanes. Un hecho extraordinario no sólo por la frecuencia de estos fenómenos sino también por su inusual intensidad que en varios casos ha alcanzado la máxima categoría en la velocidad de sus vientos. Ahora mismo uno de nombre María amenaza con seguir parte de la ruta devastadora con que su antecesor Irma golpeó varias islas de la Caribe y la península de la Florida.


Ante un escenario como este, donde crecen en intensidad y frecuencia, con los consiguientes daños en vidas y economías, fenómenos tan dañinos, adquiere aun mayor importancia escuchar la alerta de la comunidad científica sobre la necesidad de enfrentar el cambio climático. Hasta el Papa Francisco se ha referido de modo drástico a quienes niegan la dramática situación y la urgencia de modificarla con palabras muy duras, extraídas del Antiguo Testamento: “El hombre es un estúpido, es un testarudo que no ve”.

En el extremo opuesto a Francisco está el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que niega el cambio climático y ha determinado la retirada de su país del Acuerdo de París para mitigarlo. Cada vez más personas sufren y sufrirán por una decisión como esa, que no es compartida por la mayor parte de la humanidad pero que puede perjudicar a un pequeño grupo de empresarios que ganan dinero con las energías fósiles y que parecen ser representados en la postura “testaruda” del Presidente Trump y su Secretario de Estado Rex Tillerson, quien precisamente proviene de una transnacional petrolera.  Las prioridades de quienes gobiernan en Washington DC parecen excluir un tema como este que afecta la vida de miles de millones de personas para, en cambio, beneficiar los intereses de un puñado que lleva décadas lucrando con conflictos exacerbados a través de la política exterior estadounidense. Es también el caso de la marcha atrás en las relaciones con Cuba.

El Secretario de Estado Tillerson acaba de anunciar en entrevista con la televisora CBS que su gobierno está “evaluando” el cierre de la embajada estadounidense en La Habana debido a que es “muy grave” lo que ha sucedido con unos extraños “incidentes” con diplomáticos norteamericanos en este país que alegan sufrir unos extraños efectos auditivos y cerebrales ante los cuales la científicos entrevistados por la agencia de prensa AP sólo tienen dudas y cuestionamientos, mientras el gobierno cubano ha dado su cooperación para investigarlos, asegurando no tiene la menor responsabilidad en los extraños hechos.

Ante la evidencia de que el gobierno de la Isla, que ha manifestado reiteradamente su voluntad en avanzar en la distensión con Estados Unidos, carece de motivos para tal acción, la AP, que ha dedicado varios despachos al tema, ha señalado un tercer país -Corea del Norte, Rusia, o Irán- o una “facción disidente” de los servicios de seguridad cubanos como posibles culpables. Pero lo único cierto es que la única facción disidente interesada en dañar las relaciones entre ambos países es la de los políticos cubanoamericanos, encabezada por el senador Marco Rubio, que ha lanzado un reclamo -junto a cuatro de sus colegas- para cerrar la sede diplomática norteamericana en Cuba.

A esto se suma el hecho de que si se miran antecedentes, Cuba no los tiene, mientras Washington ha actuado muchas veces contra diplomáticos de otros países. Varios funcionarios del servicio exterior cubano han sido agredidos, e incluso asesinados, en ciudades de Europa y América por personas entrenadas por los servicios de inteligencia norteamericanos.

La única noticia reciente de uso de equipos sofisticados para causar daño a personal alojado en una sede diplomática, proviene del empleo por el gobierno de facto de Roberto Micheletti en Honduras contra la embajada de Brasil donde se refugiaba el Presidente constitucional hondureño Manuel Zelaya, utilizando tecnología de un aliado de Estados Unidos y la ultraderecha cubanoamericana: Israel. Otra posible causa que tampoco menciona AP es el empleo de tecnologías de espionaje o contraespionaje desde la sede diplomática estadounidense en Cuba que hayan provocado efectos indeseados. Sin embargo, no ha aparecido una “facción disidente” de la prensa dominante que recoja esos aspectos.

(Al Mayadeen)

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