Sheyla Delgado Guerra di Silvestrelli - Cubaliteraria Ediciones.- La editorial Visor publicó en 2015 una antología de poesía hispanoamericana (El Canon Abierto. Última poesía en español) en la que no aparece ningún autor cubano.


Esa antología supone el establecimiento de un canon en el ámbito poético, de ahí que la ausencia de nombres nuestros se torne aún más sensible. Un tanto quizá como hacer una gala-homenaje a la rumba sin ningún rumbero de Cuba en el escenario.

Y el silencio parece girar en círculos en torno a una generación de poetas que se ha llamado en la Mayor de las Antillas con el sortilegio y “gancho” de un número: cero. Sus múltiplos nacieron a partir de los años setenta y comenzaron a publicar luego del 2000, aproximadamente.

El poeta cubano radicado en Estados Unidos Víctor Rodríguez Núñez y su esposa —la experta norteamericana en poesía hispánica— Katherine M. Hedeen contestaron entonces desde sus perfiles profesionales para repeler la cuestionable antología, desde artículos de Víctor en la revista Buenos Aires Poetry, hasta un dossier editado por Katherine, y con selección a cuatro manos, para The Kenyon Review.

De visita en La Habana, ambos compartieron sus visiones —y preocupaciones— al respecto, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz. Y la tarde hizo diana en la pregunta que marca la ausencia: ¿Cómo es posible que falten los poetas cubanos a cualquier banquete hispanoamericano de la poesía?

La respuesta vislumbra el absurdo, asegura Rodríguez Núñez, si se tiene en cuenta que es la primera vez que sucede semejante omisión en la historia de estas antologías. Sobre todo con la tradición poética de una Isla que sirvió de capital y palco para que los grandes poetas de las generaciones anteriores llegaran aquí con el fin de darse a conocer. Para legitimarse.

“Es la primera vez —lamentan ambos— que la poesía cubana es ‘ninguneada’ de esa forma”.

¿Qué le falta a la generación Cero —o qué le sobra— para que una cortina de humo limite el flujo libre de sus versos y se (re)conozcan —verdaderamente— más allá del Malecón? ¿Quién impone el aislamiento? ¿Quién le replica el juego a los muros?

EXILIADOS DE UNA ANTOLOGíA

La selección llevada a Buenos Aires Poetry pone en primer plano a once autores cubanos: Luis Yuseff, Isaily Pérez González, Javier Marimón Miyares, Leymen Pérez García, Marcelo Morales Cintero, Oscar Cruz, Liuvan Herrera Carpio, Jamila Medina Ríos, Moisés Mayán Fernández, Legna Rodríguez Iglesias y Sergio García Zamora, en ese mismo orden.

En el artículo Víctor confiesa la aparición del “Ángel de la Jiribilla” de Lezama Lima, mientras leía El Canon Abierto… de Visor y, entre los cuarenta nombres seleccionados como “los poetas más relevantes de la lengua española nacidos después de 1970” ninguno era nuestro, y solo uno aparecía después entre la lista de los 122 autores mencionados en la antología.

“Le pregunté estremecido al ‘diablillo de la ubicuidad’: ¿habrá caído tan bajo la poesía en nuestra Isla, la tierra de Heredia, Gómez de Avellaneda, Martí, del Casal, Boti, Brull, Guillén, Loynaz, Florit, Ballagas, Lezama Lima, Piñera, Baquero, Diego, García-Marruz, Jamís, Padilla, Kozer, Nogueras y Escobar, para solo mencionar veinte nombres? Con su ‘simpatía de raíz estoica’, el ángel me dijo al oído que esto no podía ser, porque ‘mostramos la mayor cantidad de luz que puede, hoy por hoy, mostrar un pueblo en la tierra’. Y me puse a hacer lo que ninguno de los investigadores y críticos consultados parece haber hecho: investigar la poesía cubana”.  Así sostiene en el texto el reconocido y multipremiado poeta radicado en Estados Unidos. Y su estudio entonces se ampara en la lectura de unos setenta libros y más de diez de antologías, sin contar las revistas revisadas.

Lo interesante es que para el investigador “pocas veces en su historia la poesía cubana ha sido más variada, innovadora, crítica y atractiva que en nuestros días. Protagonista indiscutible de este esplendor es la llamada generación Cero (…). Su obra reafirma la larga y rica tradición cubana de poesía dialógica, que se desvela por el otro en forma y contenido, y está marcada por las tensiones entre el coloquialismo y el neobarroco, el compromiso y la libertad, la belleza y la violencia. Aunque están relativamente aislados, por su poco o nulo acceso a Internet o por sus dificultades para viajar, estos poetas no muestran ningún retraso en su quehacer y, por el contrario, se ubican en la vanguardia de la poesía que se hace en el mundo de hoy”.

Y más adelante refuerza, magistralmente: “La exclusión de poetas como los aquí reunidos de El Canon Abierto… solo pone en evidencia la ‘fabulosa resistencia de la familia cubana’. Esto me lo grita el Ángel de la Jiribilla”. Hay una filosofía y una cultura de la resistencia apuntalando esas palabras de Víctor, el hombre que se resiste a que la poesía sea considerada un género literario porque, en todo caso (por la historia y la cronología),“la literatura debería ser un género poético”.

No obstante a que en la propia sala del centro cultural se cuestionara cuáles escritores incorporar a la lista de los once escogidos por Víctor, y de cuáles prescindir, lo que cuenta es la valía de un modo de expresarse… El hecho de que por encima de la frivolidad que suele acompañar a las etiquetas, (co)existe una generación de escritores diversos en el decir, en el hacer poesía, con inquietudes también diferentes, que se resisten a la cortina de humo de la aparente invisibilidad o a un mutismo misógino.

Que hay gente latiendo detrás del verso. Pero hay, sobre todo, un montón de preguntas por formularse, caminos por replantearse... para el conocimiento desembarazado de ese poeta cubano que empezó a inquietar con sus letras desde la frontera entre un milenio y otro.

Es, como recordó Katherine, volver a esa plausible obligatoriedad (a fuerza de prestigio) de tener que citar en una clase a autores cubanos contemporáneos –contemporáneos incluso  a la mayoría sentada en esa misma clase—, como cuando leían a Víctor Fowler, por ejemplo, al mismo tiempo en que este poeta (actual director del centro sede del espacio) robustecía su presencia en el ámbito literario. Pero ya se había ganado un nombre.

Es, asimismo, la alerta del propio Fowler a evadir lo menos importante por lo realmente importante ahora. Recordando la realidad afirmada por Lenin de que “los hechos son testarudos”, cabría autointerrogarse: ¿será verdad que no me conocen más allá del Malecón? ¿Qué nos falta? ¿Qué no hacemos todavía como poeta, como generación?  Lo peor, en cualquier caso, resulta la autoconmiseración, subraya. Lo interesante —acota— es que no estamos acostumbrados a que nos digan cómo nos vemos desde afuera, pero es tan necesario…

CON EL VERSO LATIENDO

Para responder a la omisión de poetas en El Canon…, algunos de los presentes se preguntaron si en lugar de una disensión en torno a cierto grupo de autores, se trataba quizá de la no identificación con la estética de determinado discurso poético. Otros enfocaron el tema a partir del prisma tecnológico, desde la conectividad que se obstaculiza hasta —peor aún— la media de hora Wi-Fi que se desaprovecha.

Del mismo modo en que Bécquer atinó a descifrar que se esconde poesía en todo, hay de todo en la poesía.

Y Víctor Rodríguez Núñez fue por más en su perspectiva sobre el problema: penetrar espacios subutilizados, crear algunos nuevos, romper cercos físicos, insertarse en otros círculos o circuitos de poesía sin renunciar a los propios… Abrirse. Si bien —reconoce el también periodista, crítico y traductor— subyacen barreras paralelas para hacer más ostensible esa presencia de nuestras letras fuera de Cuba: financistas de grandes eventos que se niegan a patrocinar viajes de jóvenes escritores cubanos por no ser “lo suficientemente disidentes” o jóvenes poetas que hacen de la disidencia un oficio para triunfar. Sin permitirnos absolutizaciones.

De cualquier forma, la respuesta está en no cansarse: de escribir, de crecer, de lanzarse, de preguntarse, de replantearse en mil maneras.

Se trata de un análisis que trasciende a la Cero y alcanza una matriz multigeneracional: un ejercicio de vitalidad para la poesía nuestra en un cosmos, una propuesta de reencuentro, el abecé de subsistencia en una realidad donde es más fácil a veces levantar muros que puentes. Más fácil sucumbir a los contra que luchar por los pro…

Lo imperdonable sería el autoexilio. Imperdonable, también, sería el autismo creativo: el encerrarse en el ego de escribir para sí y subestimar que allá afuera hay una identidad y una tradición poéticas que defender. De lo contrario, perdería la poesía cubana toda, y terminaríamos como múltiplos baladíes de una ecuación con Omega en el silencio.

http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=21009&idseccion=30

 

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