Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Con la prepotencia habitual de Estados Unidos, la Agencia Central de Inteligencia, CIA, hace y deshace en el mundo sin respetar leyes internacionales ni derechos ajenos, su historia está cargada de ejemplos, sin que jamás haya recibido sanciones por su actuación.


Recientemente se conoció de su participación en el golpe militar en Bolivia y fabricar falsas campañas contra el presidente Evo Morales, del supuesto fraude electoral, hombre de ideas de izquierda que incomoda a los gobernantes de la Casa Blanca.

Ahora se informa que Alfredo Marcial Chirinos y Aryenis Torrealba, ex gerentes de la empresa estatal petrolera de Venezuela, PDVSA, fueron detenidos por entregar sistemáticamente informaciones estratégicas a la CIA, la que permitía a los yanquis continuar con sus ataques a la principal industria venezolana, como parte de la guerra económica, comercial y financiera que le hacen a ese país, en un intento por derrocar al presidente constitucional Nicolás Maduro.

Estados Unidos está empeñado en entorpecer el desarrollo de Venezuela y para ello ejecuta sanciones a las empresas que establezcan contratos comerciales con el petróleo de ese país, para ahogar su economía, como hicieron semanas atrás contra la petrolera rusa Rosneft.

Los escándalos de la CIA se incrementaron en este 2020, pues además de los casos anteriores, un reporte especial publicado en el diario The Washington Post, el 11 de febrero, denuncia que esa agencia de inteligencia estuvo varias décadas espiando las comunicaciones cifradas, de no menos de 120 países del mundo casi todos aliados de Estados Unidos, prueba de la ausencia de ética y escrúpulos que tiene ese país.

De acuerdo con el importante diario, la CIA asociada con el servicio de la otrora República Federal Alemana, compró de forma secreta la compañía suiza Crypto AG, que, por la alta calidad de sus equipos de codificar mensajes, logró controlar el mercado en casi todos los países, incluido el estado vaticano, excepto los del bloque socialista antes de 1990, situación que le posibilitó a Estados Unidos conocer oportunamente informaciones políticas y económicas, emitidas por embajadas y departamentos de los gobiernos, hasta bien entrado el actual siglo XXI.

Esa historia de la CIA conocida primero por el nombre en clave Tesauro y posteriormente Rubicón, es guardada en el Archivo de Seguridad Nacional, como parte de su colección de joyas.

Cuba ha sido víctima permanente de la actividad de espionaje de la CIA, mucho antes del triunfo de la Revolución de 1959. En la década de los años 50, en la Habana operaba una Estación Local desde la Embajada y en Santiago de Cuba en su consulado.

La CIA y el FBI asesoraron los órganos represivos de la tiranía de Fulgencio Batista, especialmente el Buró para la Represión de Actividades Comunistas (BRAC), participando en interrogatorios y brindándole respaldo material y moral en sus atrocidades contra el movimiento revolucionario.

En 1959 la CIA contaba con cerca de 20 oficiales para atender una amplia red de colaboradores, más otro número de oficiales de Inteligencia Militar y del FBI.

El primer Programa de Acciones Encubiertas aprobado por el presidente Eisenhower, el 17 de marzo de 1960, contempla entre sus tareas: “La creación de una organización secreta de inteligencia y acción dentro de Cuba”.

Dicho plan añade: “La CIA tendrá que tener contactos directos con cierto número de cubanos y, para protegerlos, utilizará cuidadosamente a un grupo de hombres de negocio norteamericanos como cobertura”.

El reclutamiento de colaboradores secretos en esa época estuvo dirigido a las organizaciones políticas, sociales y religiosas.

Los oficiales de la CIA también atendían personalmente a los jefes de las redes organizadas en el territorio nacional, el enlace con grupos terroristas internos, la organización de actos de sabotajes y los planes de asesinatos a princípiales funcionarios del Estado; así como apoyaron las infiltraciones marítimas para introducir armas y explosivos, a la vez que garantizaron las informaciones de inteligencia enviadas al Centro Principal en Langley.

Entre 1959 y 1960 la CIA creó numerosas redes de colaboradores, calculándose por investigadores cubanos que llegaron a operar aproximadamente 24 redes, con un total de 539 miembros, todas penetradas por los Órganos de la Seguridad de Cuba.

En enero de 1961 con el rompimiento de relaciones diplomáticas, Estados Unidos cerró la Estación de la CIA y sus agentes quedaron bajo la atención de inteligencias aliadas.

El establecimiento de la Sección de Intereses en La Habana (SINA), el primero de septiembre de 1977, posibilitó que la CIA instalara nuevamente su centro de espionaje bajo cobertura diplomática.

Publicaciones oficiales de Cuba afirman que, desde septiembre de 1977 a junio de 1987, fueron descubiertos 38 oficiales de la Agencia, de un total de 79 cargos diplomáticos radicados en la SINA. Otros 113 oficiales serían también divulgados públicamente bajo la cobertura de funcionarios en tránsito, de un total de 418 cargos diplomáticos que arribaron a la Isla bajo esa categoría.

Esas acciones fueron denunciadas por el gobierno cubano en el verano de 1987, descifrando a 27 supuestos agentes de la CIA, que en realidad eran de la Seguridad cubana.

Aquella contundente denuncia a la CIA, la mayor de las realizadas, fue silenciada por la prensa yanqui.

Esos 27 agentes fueron reclutados por oficiales yanquis para obtener informaciones de la economía cubana, con el objetivo de entorpecer el desarrollo productivo de la Revolución y evitar que el modelo socialista fuese imitado por otros países de la región, plasmado en documentos oficiales del Council on Foreign Relations, que afirman:

“La oposición de Estados Unidos a la Revolución cubana y el apoyo a la democracia y al desarrollo en este hemisferio, lograron frustrar las ambiciones cubanas de expandir su modelo económico e influencia política.

La CIA siempre ha estado centrada en el reclutamiento de altos funcionarios cubanos, expuesto en un memorando con fecha 15 de agosto de 1968, que dice:

“Abordar a los líderes cubanos alrededor de Castro para asegurarles que Estados Unidos no desea echar por tierra los logros de la Revolución, y están preparados para cooperar con ellos y apoyarlos en lo que sea necesario, en un gobierno post Castro. A cambio, la CIA les propondrá trabajar secretamente, para que brinden información y quizás ejecutar acciones oportunas que aceleren la sustitución de Fidel Castro como líder del país”.

No por gusto la Casa Blanca expuso el 17 de diciembre del 2014:

“La administración Obama continuará implementando programas enfocados en promover el cambio positivo en Cuba y fomentará reformas en nuestro compromiso de alto nivel con los funcionarios cubanos”.

Falsas ilusiones, pues como dijera José Martí:

“La ilusión es un delito en las cosas públicas”.

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