Si no has visto nunca el comienzo de una Revolución en un pueblo pequeño, en el que todos se conocen y siempre se han conocido, no has visto nada. Ernest Heminway


Wilkie Delgado Correa.- En lo que se refiere a los acontecimientos históricos auténticos carece de significación el proverbio que reza que el camino del infierno está empedrado por las buenas intenciones.

Sin embargo, en el campo de la política un símil apropiado sería que los caminos de las revoluciones están empedrados de grandes dificultades, de derrotas grandes y pequeñas, que la perseverancia en las ideas y las buenas intenciones pueden conducir finalmente a la victoria, aunque a un precio incalculable.

Un repaso sintético a los acontecimientos de la Revolución Cubana en sus primeros años de combate, permite recordar que un levantamiento armado ocurrido el 30 de noviembre de 1956 en la ciudad de Santiago de Cuba sería la fase preparatoria ideal para el desembarco del Yate Granma al mando de Fidel. Sin embargo, a pesar del heroísmo desplegado, no tuvo el resultado esperado. Luego del desembargo de la expedición el 2 de diciembre por los Cayuelos, los días siguientes fueron los escenarios de la derrota, verdadera tragedia, del primer combate que desperdigó a los combatientes en Alegría del Pío, y gran parte de ellos fueron cayendo asesinados por el ejército de la dictadura. Los sobrevivientes, dispersos y huyendo en grupos mínimos fueron eludiendo los peligros y encontraron la compañía solidaria de campesinos organizados para recibir a los expedicionarios. Después de reunidos los sobrevivientes, a los pocos meses empezaron las victorias del pequeño ejército rebelde integrado por un reducido grupo de combatientes.

Ya en los primeros meses del año 1958 la lucha armada en la Sierra Maestra y en las ciudades del país, se llegó a pensar en desarrollar la huelga revolucionaria, con la combinación coordinada de las fuerzas armadas del llano y de la sierra y la organización obrera. Para llevarla a cabo se escogió el 9 de abril de 1958.

Fue grande la conmoción en el país por tales hechos, pero tras el fracaso fue tal la represión desatada por el régimen dictatorial, que el saldo fue de más de un centenar de combatientes caídos. Fue uno de los reveses principales de la lucha insurreccional. Y tras esos sucesos  a principios de mayo la dirigencia de la Revolución presidida por Fidel aprobó cambios organizativos y estratégicos que conducirían a final de año a la derrota definitiva del ejército y a la fuga del tirano Batista. La Revolución entraba así a una fase de victoria permanente que se ha mantenido incólume frente a su enemigo inveterado: el imperio yanqui.

Por eso como homenaje a este significativo acontecimiento, cabe este recuerdo y el relato que queda en la memoria y en el espíritu, como si con ello quisiéramos curar las pasadas heridas, los dolores y pesares que permanecen dolientes. Pero como si aspiráramos también a revivir a aquellos mártires adorables.

Tú no sabes nada de la vida. Eres casi un niño. Ahora es que empiezas a ver cosas. No sabes más que lo que te han contado. Creo que te imaginas la realidad como si fuera de cuentos de hadas. Pero tendrás que aprender que la vida no es fácil. Mírame, ¿No notas las cicatrices? Cada una de ellas tiene su historia. Son como fragmentos de un mapa, si los une, ya lo tienes completo. Estas cicatrices no fueron simples desgarros de la piel. No lo creas así.

Si bien algunas fueron accidentes superficiales que casi no dejaron señales, otras fueron heridas profundas que por mucho tiempo permanecieron abiertas, dolorosas y sangrantes. Y aún así tú dices que entiendes lo que es la vida. Tu afirmación me provoca risas. Otra cosa te creería, peo eso no. No pongas cara de fastidio. Soy sincero. Me dolería que analizaras con ligereza algo tan serio como la vida. Sí. Nada logramos con engañarnos miserablemente. Hay que aprender  a callarse. Debemos decir estrictamente como son las cosas. ¿Para qué mentir? No es con afeites exagerados con los que se hermosean las viejas. Por eso te digo que hay que tomar las cosas como son.

Imagínate que un día te sacan de la casa. Apenas te dan tiempo para vestirte. Te empujan al camino. Te sientes nada mientras caes de bruces en la tierra. Te insultan groseramente. Oyes los gritos un poco lejanamente. El estupor no te permite comprender claramente la situación. En un instante tu mirada encuentra a las de una apretujada multitud alineada junto a una cerca de púas. Los soldados armados contienen al grupo. Te agarran por el hombro, te sacuden y de un empujón te integran con los civiles. Oyes los gemidos de las mujeres, los llantos de los niños. Te estremeces. Por primera vez en este suceso, tienes la oportunidad de emocionarte. Vas entendiendo en medio del marasmo. Poco a poco desaparece el aturdimiento. Tu mente se aclara. Analizas la situación. El grupo de vecinos sigue arrinconado junto a la cerca. El sol molesta con su resplandor. Los soldados vigilan en formación de una hilera.

Sudan. Sus rostros miran agresivos. Se mueven. Andan avispados. Prosiguen los registros. De nuevo se escuchan los gritos, los insultos.

Traen a otras personas. Dan patadas, culatazos, empujones, gritos, dicen malas palabras, amenazas. El sol continúa molestando. De una casa traen al boticario. La camisa flota como una bandera. Camina con la cabeza levantada. Pasa escoltado entre cinco soldados. Continúan de largo por el camino. La gente los mira. “Fuego”, exclaman las mujeres. “Fuego”, repite la gente que se intranquiliza. Empezando en la farmacia, el fuego se extiende por el caserío. Las llamaradas rojas se tragan los esfuerzos de los hombres que permanecen contra la cerca. Después se escuchan los disparos y se tiene la certeza de que el boticario ya es un cadáver. Las llamas destruyen los cimientos del poblado y el humo se desparrama como una tempestad.

Los soldados tienen los rostros congestionados. Sudan, se transmiten órdenes y más órdenes. Prosiguen la persecución. Para qué seguir… Te digo que aún no conoces nada.

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