Mariana Monteagudo Fonseca* - Cubainformación.- A paso rápido y firme, sale a abrir la puerta de su casa en Kohly, La Habana. Me abraza estrechamente y saluda con un beso en cada mejilla, costumbre adquirida por las prolongadas visitas a su hijo menor, Carlos, que vive en Francia. Las ocho décadas apenas afectan el andar. Dalia Justo Roque rebusca en un cajón y desempolva una página de la revista Mujeres, donde habla de sus vivencias como primera mujer conductora de autobús en Puerto Padre, su pueblo natal en Las Tunas.


Entonces, recuerda su niñez transcurrida en los años cuarenta del Oriente cubano. Su primera casa la construyó su padre encima de un cementerio abandonado, con yagua de paredes, guano sobre las cabezas y tierra bajo los pies. Las manos vuelan, haciendo figuras en el aire, mientras describe las camas con colchones de yute y relleno de sargazo donde “tú te acostabas y era picazón por ahí y por allá”.

Con siete años abandonó el tercer grado y empezó a trabajar en la casa de una anciana llamada Rosalía, de quien ya olvidó el apellido. Limpiaba las ventanas de pared entera, fregaba parada en un banquito para alcanzar el lavadero y acompañaba a la señora donde quiera que fuera. Llevaba a su casa solamente seis pesos al mes.

Rememora a Evelia, la esposa del dueño de una guagua que vivía cerca de la anciana. Ella observó a Dalia trabajar en casa de Rosalía desde pequeñita y le tomó afecto. Para ayudarla, pidió a su marido que la dejara hacer prácticas en el autobús y que la empleara.

Algunos familiares la rechazaron cuando consiguió a los quince años el empleo de conductora. El contrato que firmó justificaba un sueldo igual al que cobraban los hombres, pero solo recibía la mitad. Siente indignación por los prejuicios que sufrió en aquella época. Piensa unos segundos y agrega entre risas: “La gente subía a la guagua solo para verme, como si yo fuera a ir al cosmos”.

Los sesenta pesos mensuales que ganaba le permitieron mejorar la situación económica de su familia, pero su trabajo también le dio la oportunidad de servir a la Patria. “¡Yo pertenecí al Movimiento 26 de Julio!”, afirma orgullosa. Transportaba armas y municiones en la guagua. Todo lo escondía en el compartimiento bajo el asiento del conductor, donde debían guardarse las herramientas. Divertida, narra que cuando entraba un guardia jurado o un policía, le brindaba el espacio a su lado para sentarse: “¡Me cuidaban la mercancía!”.

En 1958, con veinte años cumplidos, fue despedida. La guardia rural comenzó a asediarla al descubrir que su hermano mayor, se encontraba alzado con el ejercito rebelde del movimiento 26 de julio y su jefe consideró que la presencia de Dalia perjudicaba el negocio. Sin embargo, no guarda rencores y comprende que en aquel tiempo era peligroso retar a las autoridades.

Ocasionalmente, se interrumpe para desear los buenos días a los vecinos que pasan frente a su reja. Conoce a todos en el barrio y disfruta conversar con ellos, especialmente con los más jóvenes. Aunque en un inicio hablaba sobre su pasión por la costura, termina reflexionando sobre la preservación de los valores en las nuevas generaciones. Llegan a su mente las enseñanzas de Fidel, que cristalizan sus ojos y rasgan la voz, antes clara como el agua.

Relata cómo días atrás hizo amistad con unas estudiantes de secundaria que la ayudaron con las bolsas de la compra: “Confío plenamente en la juventud”. Desea que los jóvenes disfruten la historia y aprendan del pasado para labrarse el mañana.

Dalia toma mi mano con caricia de abuela: “Ojalá que antes de morirme le quiten el bloqueo a Cuba, para poder verlos a ustedes hacerla florecer”. Vive con la seguridad de que el pueblo sabrá defender la obra de la Revolución, a la cual agradece por la educación de sus hijos. Se despide con un abrazo cariñoso y vuelve a buscar en sus cajones unas libretas para regalarlas a sus “amiguitas de secundaria”.

* Estudiante de primer año de Periodismo, Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.

La Columna
Mariana Monteagudo Fonseca* - Alma Mater / Cubainformación.- Para Marvel Melero León, ciudadana española, pero nacida y criada en el archipiélago cubano, conocer sobre la situación crítica de Cuba con la COVI...
Mariana Monteagudo Fonseca* - Alma Mater / Cubainformación.- Mireya Jiménez Guerra fue la primera mujer instructora de buceo en Cuba, profesión a la que dedicó más de la mitad de su vida....
Mariana Monteagudo Fonseca* - Cubadebate / Alma Mater / Cubainformación.- Varios libros de historia describen la tripulación de Colón como una pandilla de exconvictos y bandidos; sin embargo, los primeros acompañantes del ...
Lo último
Girón, abril de victoria
Marilys Suárez Moreno - Revista Mujeres / Ilustración Claudia Alejandra Damiani. Tomada de Cubadebate.- En Girón, toda Cuba se puso en pie de guerra para hacerle frente al enemigo invasor. Firmes en sus posiciones, dispuestas a p...
Ver / Leer más
La Columna
La Revista