Jesús Arboleya Cervera - Progreso Semanal.- La política de Cuba hacia la emigración responde a factores básicamente endógenos, cualquiera sea la política de Estados Unidos hacia Cuba. No obstante, no deja de ser cierto que los vaivenes de la política doméstica norteamericana siempre han tenido una influencia extraordinaria en el comportamiento de los emigrados residentes en ese país y sus posiciones respecto a Cuba.


Una muestra de ello son los cambios que han tenido lugar durante el gobierno de Donald Trump, si se compara con las actitudes prevalecientes bajo el mandato de Barack Obama, cuando las políticas de conciliación entre ambos gobiernos alcanzaron un alto nivel de aprobación en la comunidad cubanoamericana. Vale entonces la pena analizar las actuales actitudes y los cambios que pueden tener lugar, si un mayor control de la pandemia y la eventual derrota de Donald Trump en las próximas elecciones norteamericanas, vuelven a transformar de manera radical el escenario de los futuros contactos de la emigración con la sociedad cubana.

En Estados Unidos radica alrededor del 80 por ciento de los emigrados cubanos y sus descendientes. Aunque menos de la mitad se concentra en el condado Miami-Dade, el área tiene la particularidad de acoger en su seno al llamado enclave cubanoamericano. No se puede decir que lo que ocurre en Miami es representativo de toda la emigración, ni siquiera de aquella que radica en otras partes de Estados Unidos, pero aquí es donde con más fuerza se expresa la cultura nacional fuera de Cuba y donde han tomado cuerpo los movimientos políticos más importantes.

Hace unos días se dio a conocer la décimo cuarta serie de la encuesta Cuba Poll de la Universidad Internacional de la Florida, relacionada con las actitudes políticas de la comunidad cubanoamericana, asentada en el condado Miami-Dade. Se trata de la más reconocida de estas investigaciones y puede ofrecernos pistas de lo que ocurre a escala nacional.

Según se desprende de esta encuesta, una mayoría de los emigrados asentados en Miami-Dade son firmes defensores de la agenda doméstica de Donald Trump, lo que los distingue de los latinos y el resto de grupos minoritarios. Otro tanto pudiera decirse del apoyo a la política llevada a cabo contra Cuba, la cual es respaldada por el 66 por ciento de los encuestados.

El 45 por ciento considera que Cuba es una amenaza para Estados Unidos. Aunque para un lector menos atento a la realidad norteamericana pudiera parecer increíble, este criterio no deja de estar relacionado con la afirmación, promovida por los republicanos, de que Joe Biden es un comunista manipulado por el castrismo. A su vez, el 73 por ciento se expresa a favor de las presiones para alcanzar un cambio de régimen en Cuba, así como se aprecia un descenso significativo del apoyo a las relaciones entre los dos países, que en 2016 abarcaba al 72 por ciento de la población, aunque se mantiene una pequeña mayoría (59 por ciento), que aún respalda esta posición.

El 71 por ciento opina que el bloqueo a Cuba no ha funcionado, pero el 60 por ciento apoya su mantenimiento. En 2016 esta posición solo tenía el apoyo del 34 por ciento de los cubanoamericanos en el condado, lo que indica que se ha duplicado en apenas cuatro años. No obstante, también hay que observar que este resultado aparece traspasado por evidentes contradicciones: el 70 por ciento aboga por políticas encaminadas a mejorar las condiciones de vida de los cubanos, el 61 por ciento favorece la suspensión del bloqueo debido a la COVID-19, el 69 por ciento aboga por la venta de alimentos y el 74 por ciento la de medicinas, todo lo cual despojaría al bloqueo de sus medidas más agresivas.

Relativo a la política migratoria y los viajes, el 65 por ciento respalda restablecer los vuelos a todas las provincias, el 62 por ciento la reapertura del consulado norteamericano en Cuba y la concesión de visas en el país, así como el 60 por ciento el restablecimiento del Programa de Reunificación Familiar. Lo que demuestra que, aunque no ha tenido una poderosa expresión pública, la mayoría de los cubanoamericanos en el condado rechazan la política restrictiva de Trump hacia la emigración y los contactos con Cuba.

Según la encuesta de FIU —a escala condal—, Donald Trump puede obtener un 59 por ciento del voto cubanoamericano en las próximas elecciones, superior al 54 por ciento alcanzado en 2016. No obstante, si tenemos en cuenta que George W. Bush obtuvo el 74 por ciento de respaldo en 2000 y el 78 por ciento en 2004, se puede afirmar que no se ha visto radicalmente alterada la tendencia a la pérdida sistemática del voto republicano en lo que va de siglo, con lo que eso implica en el posicionamiento respecto a Cuba.

Vale subrayar otro aspecto que subyace en la encuesta. Aunque, como vimos, ha descendido el apoyo a las relaciones entre los dos países, esta posición es compartida por el 62 por ciento de los que emigraron después de 1995 y el 76 por ciento de los descendientes nacidos fuera de Cuba, los sectores más dinámicos de esa sociedad. A pesar de que esto no debe interpretarse como una demostración de respaldo al sistema cubano, plantea una diferencia sustancial con las posiciones de la extrema derecha, que condiciona las relaciones al derrocamiento previo del gobierno de Cuba.

Un tema aparte, es el relativo a las posiciones de los que han emigrado después de 2010. Aunque la mayoría carece de peso electoral, debido a que no han alcanzado la ciudadanía, son los que más familiares y amigos tienen en Cuba (92 por ciento) y los que más viajan al país (88 por ciento), lo que les confiere un papel especial en las relaciones con la sociedad cubana. También se aprecia una presencia activa en las redes sociales y todo indica que una parte significativa asume posiciones bastante extremas de oposición contra el gobierno cubano. Los resultados de la encuesta de FIU lo confirman: el 67 por ciento se declara a favor de Donald Trump y el 73 por ciento respalda su política contra Cuba.

Tales actitudes rompen con el patrón que identificaba a los nuevos emigrantes, digamos los posteriores a 1995, como más partidarios a un clima de convivencia entre los dos países. Al parecer, las razones habría que buscarlas tanto en la existencia de un clima de mayor conflictividad política en Cuba antes de emigrar, como en la vulnerabilidad de estas personas a las presiones políticas e ideológicas del entorno miamense, especialmente las generadas por este gobierno.

En general, resulta obvio que se ha producido cierto retroceso hacia las posiciones de línea dura en el seno de la comunidad radicada en el enclave de Miami. No obstante, si lo situamos en una perspectiva más amplia, podemos observar que, en el peor de los escenarios, estamos en presencia de una proporción de 60 contra 40, lo cual era impensable hace dos décadas atrás y eso es lo que marca la evolución política de la comunidad cubanoamericana.

También queda demostrado que dos factores inciden de manera considerable en estas actitudes: por un lado, el clima político norteamericano y su política hacia Cuba. Por otro, la política cubana hacia la emigración, que tiene como base el interés de los emigrados por relacionarse con el país, en contraposición con los intereses de la extrema derecha cubanoamericana y los propugnadores de las acciones más agresivas contra la Isla.

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