Karima Oliva Bello - Granma / Cubainformación.- Diálogo sí, pero como diría el Héroe de la República de Cuba, Fernando González, ningún diálogo debe enmascarar el intento de destruir la Revolución y el socialismo.


Resulta que el «diálogo» es la última bandera levantada por la contrarrevolución en Cuba que, con nombre de Articulación plebeya, sin respaldo en la calle, se muda a internet para, en forma de «mesa redonda», mantener viva la tarea de deslegitimar la institucionalidad cubana. El tiempo transcurre vertiginoso, más en el mundo efímero de las redes sociales digitales, y antes de que este sea otro más en la lista de los fracasos empujados desde el Norte para cambiar Cuba, tal vez sea útil dejar algunas precisiones en papel impreso:

  1. El contexto en el que surge esta Articulación es el del intento de un golpe blando que se dio en nuestro país a partir de un simulacro de huelga de hambre, por el encarcelamiento por desacato a la policía de un representante autodefinido como pro- Trump 2020. Entre sus firmantes figuran personas con una trayectoria conocida como asalariados de Estados Unidos para la subversión en Cuba, entre ellos, periodistas de los medios pagados por organizaciones de derecha que, históricamente, han servido de pantalla al injerencismo en los enclaves geopolíticos de interés para ese país.
  2. No buscan diálogo, buscan legitimarse como la alternativa «democrática» para el cambio de sistema en Cuba, y ya eso es, políticamente hablando, otra agenda. En ese sentido, muchos de sus firmantes hablan de pluralidad política, no solamente en términos del reconocimiento de que esta realmente existe, lo cual es innegable, sino que presionan por el pluripartidismo, para que puedan tener entrada en el Parlamento cubano y en los órganos de la administración del Estado los intereses económicos y políticos del centro y de la derecha que, en efecto, no serían más que intereses de clase asociados a Estados Unidos, como pasa en la mayor parte de la región, y como pasó en Cuba antes de 1959, que presionarán para la reinstauración capitalista. Esto, ante todo, es una demanda anticonstitucional que se opone al consenso expresado por la mayoría del pueblo de Cuba al refrendar su Carta Magna.
  3. El concepto de democracia en la narrativa de este grupo está vaciado de sentido, no existe una preocupación genuina por una profundización de la democracia de la sociedad cubana, en la medida en que esta Articulación abre espacio a la derecha reaccionaria, principal amenaza para la democracia en la región y en el mundo.
  4. No podrán garantizar un proyecto de nación soberana, en tanto están presentes, con protagonismo, quienes trabajan para medios y organizaciones de un gobierno extranjero y le demandan mediación para la resolución de nuestros asuntos internos. No es casual que una de las participantes en la mesa de marras gestase una carta dirigida al Gobierno estadounidense solicitando condiciones para el levantamiento del bloqueo a nuestro país, lo cual es, además de un acto entreguista, un sabotaje a la labor de la diplomacia, en representación genuina de nuestro pueblo, por el cese del bloqueo y el avance hacia un escenario en que se retomen las relaciones con este país.
  5. No representan la voz de la sociedad civil cubana, como pretenden hacer ver, porque están dejando fuera, en esa pretensión, a más del 86 % de los cubanos, dentro de los que se incluyen todos y todas quienes, sin dejar de ser críticos con nuestra realidad y queriendo un país más próspero, no queremos abandonar el socialismo ni la soberanía nacional.
  6. Se declaran socialistas democráticos para, en la concreta, no superar los lugares comunes de la narrativa liberal que ha sido empleada por la derecha internacional para darle entrada al neoliberalismo en todo el orbe. Se dejaron escuchar abstracciones y sin sentidos como «democracia sin apellidos» o «lo contrario al capitalismo no es socialismo sino democracia», que dejan ver con claridad el horizonte ideológico del «diálogo» al que convoca la Articulación.
  7. Considero que el diálogo y el debate deben continuar siendo componentes esenciales de nuestro sistema político. Y digo continuar, porque el diálogo en Cuba obviamente no comienza ahora que esta Articulación lo ha convocado. Creo que en eso estamos de acuerdo, aunque los mecanismos de nuestras instituciones y organizaciones para promoverlo y convertirlo en un instrumento más efectivo para mejorar su función de servicio social, deban ser perfeccionados y atemperados a las dinámicas propias de una sociedad que ha cambiado.

Desenmascarar las farsas que se nos proponen, disfrazadas de diálogo por los millones de dólares destinados a la subversión en Cuba, a través de mecanismos, eventos y publicaciones en internet, que por primera vez han conseguido fabricar líderes de opinión con simpatías  en sectores minoritarios de la intelectualidad cubana, no solo requiere denuncias, demanda que renovemos las formas de comunicar, movilizar y hacer política, construir los consensos, promover el diálogo auténtico y hondamente conectado con lo popular, la participación en torno a los problemas fundamentales del país. Es lo único que puede cerrar la más mínima grieta a la operación de cambio de sistema político en curso que, lejos de disminuir en los próximos meses y años, se incrementará.

Quienes hemos vivido en otras sociedades notamos que Cuba tal vez sea el país de la región donde la gente más delibera y discute sobre cuestiones políticas en el curso y los espacios habituales de su vida cotidiana.

Recientemente, se discutió la Constitución como antes fueron discutidos los Lineamientos, en ejercicios de participación popular inéditos en la actualidad, incluso para cualquier democracia liberal contemporánea, aunque eso no se cuente como diálogo por los voceros de la política importada. Pareciera que diálogo solo es el que se haga por canales ajenos a la institucionalidad cubana y en franca hostilidad con la Revolución, por más que se intente hacer pasar por otra cosa.

Diálogo sí, pero como diría el Héroe de la República de Cuba, Fernando González, ningún diálogo debe enmascarar el intento de destruir la Revolución y el socialismo.

 

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