Rosa Miriam Elizalde - La Jornada.- John Ford, en una de sus mejores películas, El hombre que mató a Liberty Valance, de 1962, presenta a tres periodistas que entrevistan a un senador interpretado por James Stewart. Al final, este le pregunta a uno de los reporteros:


–¿Qué vas a publicar?

–Esto es el Oeste, señor: cuando la leyenda se convierte en hecho, se publica la leyenda.

Cuando la negación del hecho es mayor que este, hay que aceptar como verdad la negación. Por ejemplo: si Cuba produce no una, sino cinco vacunas contra la COVID-19, negarán que esto sea posible o, en su defecto, dirán que no sirve para nada. Esta semana The Washington Post reconoció que “contra todo pronóstico, Cuba podría convertirse en una potencia de vacunas contra el coronavirus”. Llegó a admitir que “si las vacunas cubanas tienen éxito, sus investigadores habrán superado aún más obstáculos que sus pares en los laboratorios occidentales, incluida la escasez de equipos, repuestos y otros suministros, debido en parte a las sanciones de Estados Unidos”.

Sin embargo, después de esta declaración basada en hechos, el Post opta por la leyenda y acude a testimonios falaces, entre ellos el de un cubano que no sabe absolutamente nada de biotecnología y hace años vive en Miami: “Esta no es una vacuna probada”, dice. A partir de este punto el artículo deriva en que un país, por tener un partido único y un modelo político que incomoda a Washington, no está calificado para hacer nada decente por su pueblo ni por la humanidad.  El hecho de que los cubanos están produciendo sueros baratos y fáciles de almacenar, al alcance de países pobres que han sido descartados por los grandes productores de vacunas, remite automáticamente a la leyenda negra. El gobierno de La Habana es acusado entonces de “ambicioso” y de estar ejecutando un “golpe de relaciones públicas”.

Uno de los dramas que vive Estados Unidos hoy es el odio instalado, que no empezó con el trumpismo, ese cóctel repleto de mentiras e incoherencias armado sobre la marcha por el presidente republicano y sus aduladores en un proceso febril de incitación mutua.  Si en un lugar de ese país triunfó el encono social fue en Florida, donde se sigue proclamando abiertamente que a Trump le robaron las elecciones y se mantiene intacta la maquinaria de odio extremo, irracional, absoluto, inducido con malevolencia contra la isla. Odio injustificado y absurdo, porque a los odiadores no se les ha hecho daño. Odio que en el último lustro ha servido para fines electorales y que sigue contaminando la política y los medios en Washington. Fulton Armstrong, quien fuera director de Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en inglés) durante la administración Clinton, ha llamado “perros rabiosos” a los legisladores republicanos que tratan de mantener la línea de Trump hacia Cuba durante el titubeante gobierno de Biden en virtud de la leyenda negra.

Pero los que usan los tópicos aceptados como verdades, que no son más que propaganda anticubana, no saben qué hacer con el hecho de que la Isla tiene cinco vacunas que podrán convertirse en una solución global.  Y no es cualquier resultado científico, se trata de vacunas recombinantes producidas por investigadores que pueden lidiar con la pesadilla de las cepas mutantes del coronavirus, a un costo infinitamente menor que el de los grandes laboratorios farmacéuticos y sin el chantaje de las patentes.

Lo que ocurre con el odio, que afecta a quienes lo padecen, parece estar ocurriendo con la leyenda negra anticubana, que fastidia en términos prácticos a los estadounidenses y, probablemente, a todos los que crean a pie juntillas al Washington Post. Si solo los Estados Unidos y algunos países ricos se inmunizan, no se podrá restablecer la plena normalidad del comercio y la movilidad internacional por más que quieran. Según la Organización Mundial de la Salud, hasta hoy solo una pequeña parte de los países de mayor renta acapara el 90 por ciento de los 400 millones de vacunas producidas, y al ritmo de fabricación actual, muchas naciones no recibirán sus primeras dosis hasta 2023. Nueve de cada diez personas de al menos 70 países de menores ingresos no podrán vacunarse este año.

Cuba se ha propuesto tener inmunizada a toda su población en agosto próximo y se prepara para producir cien millones de dosis, en condiciones de bloqueo extremo e insensatez mediática.  ¿De veras que la leyenda negra es lo que al Oeste salvaje le conviene ahora mismo?

(Publicado originalmente en La Jornada, de México)

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