Jesús Arboleya - Progreso Semanal.- Ahora resulta que lo que en su momento llamaron el “Havana Syndrome”, unos supuestos incidentes de origen desconocido, que afectaba la salud de los diplomáticos norteamericanos establecidos en Cuba, se ha extendido por todo el mundo, hasta en Miami y en Washington se registran “ataques con microondas”, capaces de enloquecer a los perros de los funcionarios norteamericanos mientras paseaban por un parque.  


Este tipo de incidente fue reportado por primera vez a finales de 2016, pero el problema hizo crisis un año después, cuando el gobierno de Donald Trump los utilizó como pretexto para suspender las actividades consulares en Cuba y expulsar a 15 diplomáticos cubanos de la embajada en Washington. La consecuencia más importante fue que Estados Unidos dejó de cumplir con los acuerdos migratorios entre los dos países, un hecho inédito desde que se firmaron en 1995, y prácticamente se redujo a cero la posibilidad de ciudadanos cubanos pudieran reencontrarse con sus familiares emigrados o visitarlos en Estados Unidos.

Las primeras conjeturas hablaban de la posibilidad de un daño auto infligido, toda vez que coincidieron con reparaciones que, con mucho secreto, se llevaron a cabo en la embajada norteamericana en La Habana. Vaya usted a saber con qué aparato estaban jugando los oficiales de la CIA, que fueron reportados como la mayoría de los afectados. Pero esta versión, con todo lo sensacional que podía haber sido, se “diluyó” en los órganos de prensa y comenzaron a aparecer todo tipo de fantasías respecto a las misteriosas armas utilizadas y los posibles perpetradores de los “ataques”.

Cuba quedó descartada como el perpetrador en las principales versiones oficiales norteamericanas, no era sano para la imagen de Estados Unidos aparecer tan vulnerable ante un país tan pequeño y subdesarrollado, pero igual se le culpó de no proteger debidamente al personal de Estados Unidos, algo que los propios norteamericanos se declaraban incapaces de hacer. Comenzó entonces la persecución de los fantasmas.

Solo Canadá, que por alguna razón siempre se parece a Estados Unidos, reportó casos similares en Cuba, pero manejó con más cordura el conflicto. Más tarde se reportó un caso en China, pero allí no hubo cierre de consulados ni expulsiones masivas. En definitiva, ningún otro país se sumó a las denuncias ni mostró solidaridad con las “víctimas” norteamericanas. Por su parte, la mayoría de la comunidad científica internacional insistió en la imposibilidad de llevar a cabo este tipo de ataques, con los resultados descritos. Un informe, recientemente desclasificado del propio Departamento de Estado de Estados Unidos, califica el asunto como “una respuesta política plagada de mala gestión, falta de coordinación e incumplimiento de los procedimientos”. 

Ahora hay que buscarle una salida al gobierno de Biden, para que resuelva el problema cuando quiera y como quiera, y así evitar que se reconozca que se trata de una mentira, lo que sería un desastre para la derecha cubanoamericana, verdadera promotora de este cuento. Fue una jugada maestra de los que querían violentar los acuerdos migratorios y entorpecer los contactos pueblo a pueblo, sin cargar con la responsabilidad de afectar a sus electores en la comunidad cubanoamericana. La culpa la tenía Cuba, que andaba en algún plan maquiavélico con sus aliados rusos, para afectar a los inocentes diplomáticos norteamericanos.

Como es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo, ahora aparecen “preocupados” con restablecer el mismo programa de reunificación familiar para los cubanos, que ellos interrumpieron. Los congresistas Mario Díaz Balart y María Elvira Salazar hasta quieren convertirlo en ley y proponen el imposible de que la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo se utilice para tramitar las visas. El senador Marco Rubio, en postura de “político serio”, incluso reconoce que lo mejor sería restablecer los servicios consulares en La Habana y, al parecer, en la misma onda se mueve el senador Bob Menéndez.

Esto explica que Marco Rubio, que antes afirmó que era un “hecho” lo de los ataques, ahora se muestre exigiendo que la CIA investigue el asunto y brinde una explicación pormenorizada de lo acontecido. Según la solicitud en tal sentido del Comité de Inteligencia del senado, firmada por su presidente, el demócrata Mark Warner, y el propio Rubio, en calidad de vicepresidente, la CIA ha sido bastante esquiva respecto a este asunto y no le ha dado la importancia que amerita investigarlo, quizás porque sabe demasiado, podría pensarse. De todas formas, su actual jefe, William Burns, que puede saber menos, ha asegurado que llegará al fondo del problema. Enfrentado a la prensa que exige precisiones respecto a la naturaleza del fenómeno, Warner encontró la respuesta precisa, se trata de un “ataque”, hasta que alguien demuestre lo contrario.

La supuesta globalización de los misteriosos incidentes libera a Cuba de la maldita exclusividad que antes le achacaban y facilita restablecer las labores del consulado en La Habana. En definitiva, no es posible vaciar la Casa Blanca por razones de seguridad, como hicieron en la Isla. Nada, que son los rusos, y los rusos están en todas partes.

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