Wilkie Delgado Correa* - Cubainformación.- “Todo el que respete la revolución será respetado por  ella. Todo lo que sirva a los enemigos de la revolución será  destruido por ella”.


El distante siglo XIX, con su cúmulo de hechos e ideas, ‑ muchos ultrapasados, pero otros vigentes como heridas todavía sangrantes ‑ nos obligan a alertas y reflexiones en momentos en que la memoria puede ser un arma de resistencia y de combate, así como  un instrumento para preservar la vida de la patria.

Las relaciones de los Estados Unidos permanecen signadas por un destino maléfico – destino manifiesto, principio de la fruta madura, doctrina de Monroe, Ley Torricelli, Ley Helms-Burton ‑ en que predomina la ojeriza y el no reconocimiento de la plena independencia de Cuba y de otras naciones. De nada han valido el desarrollo del derecho internacional en el siglo XX y la aprobación y vigencia de la Carta de las Naciones Unidas con su definición de los principios y derechos de las naciones, y entre ellos el de autodeterminación de los pueblos.

Los gobiernos y clases políticas estadounidenses permanecen atados y subordinados a sus viejas apetencias imperialistas que después de su independencia entronizaron como credo y práctica internacional, desoyendo y traicionando las recomendaciones de George Washington, su primer presidente y su Padre de la Patria,  contenidas en su mensaje sobre política exterior al finalizar su segundo mandato.

José Martí tenía 35 años cuando en carta a un amigo de fecha 10 de abril de 1888, exponía crudas verdades de entonces y de ahora, sobre los EE.UU., y que, aunque los imperialistas lo disimulen con unos cuantos afeites argumentales, no dejan de ser las mismas.

Ya vimos, por ejemplo, que durante el gobierno de Donald Trump se afirmó con un descaro cavernícola que la Doctrina Monroe de fecha 1823, estaba en plena vigencia. ¿Será posible sostener este adefesio histórico, político e ideológico ante la comunidad internacional y en el seno de la ONU? La lógica señala que esto es irracional, pero los políticos imperiales lo afirman y tal vez muchos estadounidenses lo crean y hasta aplaudan tal despropósito por patriotería.

Fueron verdades como puños esgrimidas por Martí en la carta mencionada sus temores e indignación fundados ya que por aquellos días corrían  rumores en Cuba sobre una posible anexión a los Estados Unidos, y su conclusión de que sólo el que desconociera a nuestro país, o las leyes de formación y agrupación de los pueblos, podía pensar honradamente en solución semejante: o el que amara a los Estados Unidos más que a Cuba.

Martí apuntaba la esencia de un diferendo histórico, y es que jamás, salvo en lo recóndito de algunas almas generosas, fue Cuba para los Estados Unidos, más que posesión apetecible. Y para mayor abundamiento en esta cuestión, señalaba las instrucciones de Henry Clay en 1828 en el sentido de que los Estados Unidos, por su interés notorio sobre la isla, no deseaban cambio alguno en la condición colonial de Cuba. También recalcaba Martí el carácter avasallador y expansivo de la nueva república imperial que se reflejaba en las ideas y expresiones de Oliver Wendell Holmes siguientes: “Somos los romanos de este continente… Somos los romanos, y llegará a ser ocupación constante nuestra la guerra y la conquista”. De ahí que no resultara extraño que Martí empleara el epíteto de “Roma americana” para calificar a esa nación de espíritu agresivo.

Esta fue indudablemente una profecía cumplida si analizamos los acontecimientos ocurridos durante el resto de ese siglo y el siglo XX, con sus expansiones e invasiones a otros territorios en la parte norte del continente, y más tarde en la América Central y Suramérica, y en las islas del Caribe. En el siglo XXI persisten en esa política autoritaria y amenazadora contra el resto del mundo, sin distingos de naciones grandes y chicas, cercanas o distantes.  

Las alertas martianas de ayer, hoy y siempre serán útiles, y que se expresaron, por ejemplo, en carta de 2 de enero de 1890 a Gonzalo de Quesada: “Duerma con  los  ojos  abiertos, porque ya sabe que en el mundo  eso  es necesario,  y anda uno sobre trampas y redes; pero  conserve  esa pureza de corazón”.

Cuando se acerca un nuevo aniversario de su caída en combate el 19 de mayo de 1895, vale recordar al político visionario, sensible como ninguno, pero a la vez tenaz y rotundo frente a los enemigos de su obra redentora. Quienes han tratado de beatificar sus ideas revolucionarias, siempre han querido traicionar su pensamiento radical e integral que se refleja teórica y prácticamente, ya combatiendo en los campos de la Cuba insurrecta, cuando en la circular a los hacendados de fecha 26 de abril de 1895, expresó: “Todo el que respete la revolución será respetado por  ella. Todo lo que sirva a los enemigos de la revolución será destruido por ella”.

Y también cuando, visionario a nivel nacional y continental, expuso sus ideas, a modo de legado póstumo, en su carta inconclusa a Manuel Mercado, de fecha 18 de mayo de 1895:

“Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos –  como ese  de Vd. y mío, – más vitalmente interesados en impedir que  en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá  y los españoles, el camino, que se ha de cegar,  y con  nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia (…) Viví en el monstruo,   y le conozco  las entrañas: – y mi honda es la de David... La guerra de Cuba, realidad superior a  los  vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles  anexionistas, (..) , ha venido a  su hora en América, para evitar, aun contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a  los Estados Unidos”.

No obstante esas prevenciones y alertas de Martí y de los patriotas cubanos, sin solicitar la ayuda de los estadounidenses en una guerra de independencia que tenían prácticamente ganada, los Estados Unidos intervino oportunistamente en la misma en 1898, y después de alcanzada su victoria pretendió “americanizar” a la isla, tratada como neocolonia, y para mayor felonía imperialista, todavía usurpa, a la fuerza, y 118 años después, la parte del territorio donde se asienta la Base Naval de Guantánamo. Como mantiene bajo un estatus colonial a Puerto Rico.

Hoy el imperio mantiene vigente su agresiva política contra Cuba. El acoso que ejerce después de más de sesenta años de un bloqueo que se califica como genocidio según el derecho internacional, es condenado por todos los países del mundo, con la excepción de otro estado genocida: Israel. Pero pronto ya vendrá la otra condena del mundo contra los Estados Unidos en la ONU el próximo junio. ¡De eso no los salvará nadie! ¡Ya lo verán!

 

*Doctor en Ciencias Médicas, Doctor Honoris Causa, Profesor Titular, Consultante y Profesor de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

 

 

 

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