Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Estados Unidos pretende darle lecciones al mundo del supuesto respeto a los derechos humanos, pero realmente es el país donde más se violan de forma sistemática.


Invasiones injustificadas a otras naciones con el objetivo de robarle sus recursos naturales, asesinatos a opositores, detenciones arbitrarias con maltratos que terminan en la muerte del detenido, elevada discriminación racial estructurada en su sociedad, trato salarial y de empleo diferenciado para las mujeres, cárceles clandestinas en otros países donde se practica la tortura, sin que los reos tengan derecho a un juicio justo, ni siquiera a un abogado, o contacto con sus familiares, y la intromisión de sus agencias de inteligencia en la vida privada de los ciudadanos, para conocer datos e informaciones personales, sin que estos lo conozcan, son algunas de las violaciones más frecuentes.

Estas acciones no son condenadas por quienes acusan y sancionan a naciones y personas que no se someten a los órdenes yanquis, ni por los organismos internacionales especializados en derechos humanos, porque a los “dueños” del mundo no se les puede señalar como violadores, actitud hipócrita que demuestra la manipulación política del tema de los derechos humanos.

En estos días la prensa de los Estados Unidos saca a la luz, la violación de la libertad de prensa que existe en esa nación, el robo de informaciones privadas con fines políticos y la complicidad de altos funcionarios, sin que sean condenados como hace contra otros países. Así es el caso del espionaje tecnológico que ejecutó la administración de Donald Trump, cuando en complicidad del Departamento de Justicia controló secretamente, la información de sus enemigos políticos, algo que recuerda los hechos del llamado “Watergate”, durante el gobierno de Richard Nixon, prueba que la “democracia” exhibida como bandera, es falsa.

Según informaciones publicadas por el diario The New York Times, fiscales del Departamento de Justicia ejecutaron un plan secreto, contra los miembros del Congreso que trabajaban en la auditoría presidencial, durante la investigación que buscaba comprobar supuestas filtraciones de información clasificada, en los contactos sostenidos entre personal asociado a Donald Trump y Rusia.

Entre las acciones llevadas a cabo estuvo la citación a la compañía Apple, para que esta entregara, bajo una orden de silencio, metadatos de las cuentas de los demócratas integrantes de la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes, incluidos sus familiares, aunque fuesen menores de edad. Entre los espiados estaban Adam Schiff, presidente de esa Comisión y el congresista Eric Swalwell.

¿Esto no es suficiente para que el Parlamento Europeo, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y la OEA, sancionen a Estados Unidos?

¿Qué acción legal ejecutarán en Estados Unidos contra Trump y los fiscales implicados?

Hasta el momento solo se dice que “fue un abuso de poder de la administración anterior, pero que el presidente Joe Biden tiene una relación muy diferente con el Departamento de Justicia”, lo que pronostica que no habrá medidas contra los violadores de la ley, posición bien diferente a la que asumen contra Rusia, China, Cuba o Venezuela, por casos fabricados.

Ya el mundo observó con asombro, cómo Trump despidió al director del FBI, James Comey, cuando investigaba su aparente relación con Rusia, y después acusó sin pruebas, el inventado “fraude” electoral, que finalmente dio lugar al asalto terrorista del Capitolio Nacional. A pesar de esos elementos, los Senadores republicanos se opusieron a su destitución y enjuiciamiento, porque ese es “el país de la libertad y la democracia”.

En la nación de la “libertad de prensa y pensamiento”, ahora sale a luz pública que el Departamento de Justicia en la era Trump, obtuvo una “orden de silencio”, para evitar que la cadena CNN informara elementos que podían perjudicar al entonces Presidente y por eso espiaron a la periodista Bárbara Starr, su reportera en el Pentágono, a través del control a sus teléfonos en el Pentágono, sus móviles de trabajo y privados, así como sus cuentas de correo electrónico de trabajo y personales.

Otras víctimas del espionaje y violación de la libertad de prensa, fueron los periodistas de los diarios The Washington Post y The New York Times, Matt Apuzzo, Adam Goldman, Eric Lichtblau y Michael S. Schmidt, sobre quienes el Departamento de Justicia de Trump, controló sus teléfonos, correos electrónicos y metadatos, para descubrir sus fuentes informativas, algo que debió ejecutar el FBI, por contar con los medios y especialistas para esos trabajos.

Tales medidas son una prueba contundente de la forma en que los yanquis pisotean la libertad de prensa, amparados en el Departamento de Justicia.

Para tratar de limpiar la imagen del país, Joe Bidel, de forma casi infantil, calificó el hecho de “simplemente incorrecto”, posición diametralmente opuesta a la asumida cuando acusó al presidente ruso de asesino.

Tipificar de “incorrecto” las violaciones de la ley, es la forma de actuar de los yanquis cuando se descubre lo que habitualmente realizan.

¿Por qué no asume una posición fuerte y ordena enjuiciar a los responsables de tantos quebrantamientos a las leyes?

Para tapar esa forma de actuar, el Departamento de Justicia tiene regulaciones cuando los fiscales aprueben expedientes investigativos, pero lo conocido demuestra que esos periodistas no estaban cometiendo presuntos delitos, sino su trabajo para informar al público, lo que no deseaba Trump por afectar su imagen.

La doble moral yanqui es evidente y mientras acusan y sancionan a sus adversarios extranjeros, ellos dan amplia libertad al Departamento de Justicia para espiar secretamente las comunicaciones de los periodistas.

Ante tales violaciones de la libertad de prensa, la Sociedad Interamericana de Prensa, la que no cesa de acusar a Cuba de “reprimir” a periodistas “independientes”, pagados por Estados Unidos para difamar, no ha dicho una sola palabra.

Esa es la democracia que los yanquis quieren imponer como modelo ideal, pero cada vez son menos los que se dejan embaucar, porque como afirmó José Martí:

“La capacidad para el engaño es revelada por el engaño mismo”.

 

 

 

 

 

 

 

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