Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Para no ser condenados por Estados Unidos, la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba publicó rápidamente un comunicado referente los sucesos acontecidos el pasado 11 de julio 2021, donde defienden el derecho de los ciudadanos cubanos a “manifestar sus necesidades, anhelos y esperanzas”, además de señalar que algunas medidas tomadas por el gobierno están afectando seriamente a la población.


No es de extrañar esa posición de la Iglesia, la cual nunca ha condenado la criminal guerra económica, comercial y financiera impuesta por Estados Unidos, para matar de hambre y enfermedades a los cubanos.

¿Por qué la Conferencia de Obispos Católicos no emitió un comunicado en rechazo a la prohibición del envío de remesas familiares, que afecta directamente a las familias cubanas?

¿Dónde está la denuncia a los actos terroristas contra las instalaciones turísticas habaneras, que dejaron un muerto y varios heridos?

¿Por qué cerraron los ojos o entornaron la mirada, como si nada hubiese sucedido, ante la voladura del avión cubano en 1976, en el cual murieron 73 civiles inocentes que también eran hijos de Dios?

¿Pensarán los eclesiásticos cubanos que el gobierno revolucionario desea que el pueblo tenga penurias y se manifieste en su contra? ¿Quién es el que hace lo imposible para eso?

¿Dónde están sus ojos y oídos para ver y escuchar los reclamos del mundo, para que se elimine el bloqueo comercial y financiero contra Cuba, ese que obstaculiza las transacciones financieras con dólares norteamericanos, e imposibilita el pago de las mercancías necesarias para la vida del pueblo?

Ante la negativa de Estados Unidos para que Cuba pudiera adquirir equipos de ventilación para enfermos de la Covid-19, los obispos callaron, a pesar de ser un crimen. 

Los religiosos cubanos parecen no conocer, que desde Miami se enviaron miles de tuits estimulando las protestas y que los que salieron a manifestarse gritaban lo que pretenden los yanquis. Muchos ejecutaron actos vandálicos, incluso contra las fuerzas del orden público, algo que, en Colombia, Chile o Estados Unidos, hubiese desatado una masacre, algo que no sucedió en la Isla.

Dónde está el llamado de los Obispos a la paz, para quienes en Miami exigen una invasión que dejarían miles de muertos y heridos, destrucción y miseria, incluidas las iglesias, sacerdotes y monjas, pues las bombas no tienen nombre.

Dicen los obispos en su reciente escrito, “estamos preocupados de que la respuesta a los reclamos de los manifestantes, sea el inmovilismo, que contribuye a dar continuidad a los problemas, sin resolverlos”.

¿Habrán visto que, en algún otro país, su presidente y el consejo de ministros, se reúnan diariamente para analizar los principales problemas de la nación?

¿No sabe la curia católica cubana cuantas medidas se han aprobado en los últimos años para avanzar en los asuntos económicos, que van desde la ampliación del trabajo privado, las cooperativas no agropecuarias, las pequeñas y medianas empresas privadas y estatales, los cambios de conceptos en el funcionamiento de las empresas estatales, la ampliación de la inversión extranjera, la posibilidad de los empresarios privados de importar y exportar y muchas otras medidas que demuestra la falsedad del llamado “inmovilismo”?

A ellos como pastores debería preocuparles las 243 nuevas medidas aplicadas por Donald Trump, para hacerle más dura la vida a las familias cubanas, incluido el sector privado, que de la noche a la mañana perdió su capacidad de trabajo y alimentar a sus hijos de forma lícita. Pero ante esto, hacen silencio para no disgustar a los yanquis.

No les preocupa para nada la política de inmovilismo de Estados Unidos hacia Cuba, su rigidez y endurecimiento de posiciones que hacen la vida más dura, como fue la decisión de cerrar el consulado en La Habana, lo que incrementó los gastos de quienes deben viajar a otros países para obtener un visado y reunirse con sus seres queridos.

Ni una sola homilía dedicada contra la Ley de Ajuste Cubano, responsable de tantas muertes de quienes pretenden llegar a Estados Unidos.

La Revolución en 62 años ha trabajado por construir una Patria con todos y para el bien de todos, al darle educación gratuita, salud, cultura, ciencia y actividades sanas al pueblo, eliminando la educación privada que no todos podían pagar, incluidas escuelas de la iglesia católica.

En Cuba a nadie se le pregunta por su ideología o credo, para ser atendido en un hospital o ingresar en una escuela.

Un ejemplo fue la atención médica recibida por el sacerdote contrarrevolucionario Castor Álvarez Devesa, contagiado con Covid-19, quien fue hospitalizado y bien atendido, sin tomar en cuenta que en 2018 firmó, junto a los también curas José Conrado Rodríguez y Melvis Roque, una carta dirigida a Raúl Castro, pidiendo celebrar “elecciones libres” y por oficiar una misa en casa de la líder de las Damas de Blanco, en julio de 2017

Otro que corrió a tomar partido en igual sentido, fue Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, quien afirmó: “nuestro pueblo cubano quiere cambios”, dejando entrever que eran políticos, pero omitió condenar el Bloqueo, responsable de las limitaciones materiales y financieras de la Isla.

Cuba no volverá a caer en brazos de los yanquis, porque la historia vivida de desigualdad, discriminación, represión y muerte, fue abolida por la Revolución que hizo el propio pueblo cubano.

La campaña tendenciosa fabricada desde Miami, habla de detenidos y desaparecidos durante la “represión”. Para cualquier ciudadano de Europa o América, las vistas de los disturbios en Cuba y la actuación policial, dicen que no hubo una verdadera represión, como se sufre hoy en Colombia, en Chile, España o Francia, incluso en Estados Unidos.

En Cuba no hay desaparecidos, ni torturados, todos tienen derecho a un juicio justo y con letrados contratados o de oficio, pero para seguir las campañas contra la Revolución, la Conferencia Cubana de Religiosas-os, ahora ofrece un servicio de “asesoramiento” a los familiares de los detenidos en las protestas, para la presentación del recurso de Habeas Corpus, ayudar a “la localización de los detenidos”, cuando ese derecho lo tienen todos los ciudadanos y los órganos policiales le informan a sus familiares.

El camino retomado por la Iglesia Católica con sus posiciones críticas, no es el correcto y parece que desean asumir un papel similar al de la iglesia de Venezuela y Nicaragua, durante los desórdenes sufridos en los últimos años, indicios observados en varios sacerdotes que han tomado el púlpito para estimular a los feligreses, al pedir libertad política y económica.

Ante eso, la Conferencia Episcopal no toma medidas y más bien ha permitido que los sacerdotes actúen, como hacen José Conrado Rodríguez Alegre, contrarrevolucionario vinculado a la mafia terrorista de Miami, Fernando Gálvez, Alberto Reyes Pías, Castor Álvarez Devesa, Roque Nelvis Morales Fonseca, Jorge Luis Pérez Soto y Jorge Cela Carvajal, fallecido hace unos meses.

El sacerdote Fernando Gálvez, ahora de visita en Miami, emplea las redes sociales para ofender al presidente Miguel Díaz-Canel de forma violenta. Similar actitud asume el sacerdote Alberto Reyes Pías, quien abiertamente estimula a “no tener miedo para protestar en las calles y luchar por la libertad”.

Peligrosa esta posición de la Iglesia Católica cubana, que dice estar “preocupada” y “pedir amor”, a la vez que incita a cambiar el sistema socialista, apoyado por la mayoría del pueblo que sí tiene memoria histórica.

Por eso José Martí expresó:

“La ignorancia es la garantía de los extravíos políticos”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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