Javier Francisco Domínguez - La Otra Versión / Cubainformación.- Decir que su rechazo es sólo contra el gobierno o el sistema cubano resulta ser la máscara que usan algunos enfermos de odio para disimular la antipatía que sienten por toda Cuba y su pueblo específicamente.


Recientemente vemos una escalada de convocatorias llamando al pueblo cubano a salir a las calles a protestar contra su gobierno. Persiguen lograr desestabilizar el país para que en medio de esta crisis energética y económica la misma se agudice más porque hasta donde se sabe la desobediencia, la sublevación y el vandalismo ni generan mayor productividad en nuestros campos ni mayor generación eléctrica.

Pero ni la productividad de la tierra ni la ausencia de apagones es lo que quieren los que muestran inquina por la isla. Ellos persiguen una guerra civil, un baño de sangre en Cuba que derroque al gobierno que les impide hacer en Cuba lo que les de la gana como ocurría antes de 1959 con los tristemente célebres Tigres de Masferrer y el resto de los sangrientos grupos paramilitares.

Mas la máscara a los odiadores no se les sostiene mucho tiempo. Basta con que llamen a la rebelión y pasen unos días sin que ocurra nada para que empiecen a ofender al pueblo de la isla. Varias son las publicaciones llenas de frustración donde llaman «Carnero» a la población que no responde a sus convocatorias, cabría preguntarnos: ¿Es eso amor?

Ni que decir de los llamados a la intervención militar de la potencia extranjera más poderosa y letal que ha conocido la humanidad. Conociendo los baños de sangre que ha dejado a su paso por otras naciones, no han dudado un solo instante para pedir al ejército norteamericano que caiga sobre Cuba con todo su arsenal militar. Ellos saben la enorme cantidad de vidas civiles que costaría, por tanto su pedido no parte de la ingenuidad.

Boicotear al sector privado.

Durante muchos años Cuba tuvo una economía centralizada y rígida, cerrada casi en su totalidad a los emprendimientos. Eso le daba la posibilidad al bloqueo norteamericano de practicar una suerte de tiro al blanco cuyo objetivo era muy fácil de acertar porque toda medida que se tomara contra Cuba iba dirigida al sector estatal directamente aunque todos sabemos que es imposible atacar al estado sin afectar al pueblo.

Ahora las reglas del juego han cambiado. El sector privado va creciendo de manera indetenible. Las micro, pequeñas y medianas empresas privadas están en casi todos los sectores de la economía. Lo mismo te encuentras una excelente heladería en un barrio que una cafetería dentro de un hospital provincial todas gestionadas por manos, capital e intelecto privado.

¿Cómo justificar ahora un bloqueo que ya se muestra directamente contra el pueblo ? ¿ De qué manera se explica que se ataque al sector emprendedor que el propio discurso imperial ha dicho que pretende apoyar para su empoderamiento ?

La estrategia esgrimida por algunos odiadores es un poco torpe y chapucera pero es la que han encontrado para justificar lo injustificable. Ahora quieren hacer ver que cada emprendedor cubano es un miembro de la cúpula comunista o un exmilitar esbirro que quiere limpiar su imagen.

La mentira se desmonta sola porque ni el Capitolio tiene una cúpula tan grande y emprendedores hay desde el corazón del vedado hasta el municipio más montañoso del oriente cubano.

Recientemente en medio de uno de esos ataques de odio irracional y buscando fabricar una justificación que mantenga con vida al viejo bloqueo, a alguien se le ocurrió decir que el hijo del primer ministro era el dueño de un hotel privado. Bastaron unos pocos días para que el dueño de ese mismo lugar desmintiera en redes sociales esa estupidez y que conste, lo tuvieron que reconocer hasta los medios que más agreden al sistema social cubanos.

La mentira tiene patas cortas, dirían nuestros abuelos, pero hay que estar alertas porque todas las mentiras no son tan torpes. Las hay mejor elaboradas y crean malestar en una población angustiada por las carencias materiales.

A lo anterior le podemos agregar que el ritmo de la vida moderna lleva a consumir información diversa de manera acrítica, no todos tienen tiempo para contrastar información ni para verificar la credibilidad o autenticidad de los autores. Esa es una oportunidad que conocen los odiadores y la aprovechan al máximo.

 

 

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