Una vez derrotada la brigada mercenaria que invadió Cuba, organizada, entrenada y financiada por la CIA, con total apoyo del gobierno de los Estados Unidos, el presidente John F. Kennedy recibió un informe con varios temas sobre la política a seguir contra la Revolución cubana, que sirvieron de base para el diseño de un nuevo plan denominado Proyecto Cuba, más conocido por su nombre código: “Mangosta”.


En el mencionado informe se afirma:

Nuestro objetivo final con respecto a Cuba permanece siendo el derrocamiento del régimen de Castro y su reemplazo por uno que comparta los objetivos del Mundo Libre. Nuestros objetivos inmediatos son los de debilitar al régimen, frustrar sus intenciones subversivas y reducir más su influencia en el hemisferio”.

“Una política de contención, de socavamiento, de descrédito y de aislamiento del régimen de Castro por medio del ejercicio de todas las presiones diplomáticas, económicas, psicológicas y otras que sean factibles, harán que se obtengan esos objetivos inmediatos y podrían crear condiciones propicias en Cuba para ulteriores avances hacia nuestros objetivos finales”.

Un punto al que el gobierno de Kennedy dedicó gran atención fue, que el Departamento de Estado presionará a la OEA para:

“Condenar al régimen de Castro por su duplicidad, extender el embargo comercial a todos los artículos, excepto comestibles, medicinas y suministros médicos, limitar más las comunicaciones aéreas y marítimas entre el hemisferio y Cuba, autorizar la vigilancia aérea y otras, y advertir a Cuba contra la continua promoción de actividades subversivas y de sabotaje”.

 

“Incluir a Cuba por la OTAN, en la lista de países para los cuales el inventario de los cargamentos de la COCOM (estratégicos) están prohibidos.  Discusión con las naciones industriales del mundo libre, para evitar el envío de piezas de repuesto esenciales y equipos a Cuba, que no estén en la lista del COCOM”.

En octubre de 1961, se inició una investigación ordenada por el director de la CIA, John A. McCone, para determinar el fracaso de la invasión a Cuba del 17 al 19 de abril de 1961, encomendada a su Inspector General, Lyman B. Kirkpatrick, con el fin de llegar a conclusiones. Dicha investigación debía explicar las causas y revisar desde el origen, la preparación y el fracaso, pues los objetivos de la invasión eran revertir los cambios políticos ocurridos en enero de 1959 y restablecer la democracia, los que no se pudieron alcanzar.

En noviembre de 2016, el informe elaborado fue desclasificado y reveló la guerra interna en la CIA tras el descalabro de la invasión y que, a la vez que entrenaban militarmente a la brigada mercenaria, estudiaban en Cuba a varios elementos contrarrevolucionarios para conformar un “frente político”, como pantalla a las operaciones clandestinas que tenían previstas, aspecto que reafirma la injerencia total de Estados Unidos y su responsabilidad en las acciones subversivas contra la Revolución desde 1959.

Después de un proceso de negociaciones entre ambos países, los mercenarios juzgados y sancionados en Cuba, fueron cambiados por alimentos y medicinas para niños, regresando a Miami en diciembre de 1962.

El presidente J. F. Kennedy reconoció su responsabilidad en el fracaso y al recibir a los mercenarios derrocados en el estadio Orange Bowl de Miami, le fue entregada una bandera cubana que supuestamente ellos habían llevado durante la invasión, bandera que fue confeccionada en Miami para ese acto.

Kennedy demagógicamente les prometió: “Esta bandera les será devuelta en una Cuba libre”, mientras la Primera Dama dijo: “El paradigma del ejemplo de ustedes es lo mejor que deseo para mis hijos”.

¿Qué sucedió realmente?

Quince años después aquella bandera les fue enviada por correo a la sede de la Brigada 2506, porque nunca han podido derrotar a la Revolución.

Antes de ser disuelta la Brigada de “valientes paradigmas”, Kennedy ordenó crear un programa de entrenamiento militar para ellos en Fort Knox, Kentucky, con la ilusión de preparar otra invasión, pero después de su magnicidio en noviembre del 1963, Lyndon B. Johnson disolvió el ejército de los exilados cubanos y cada cual para su casa. Nunca Estados Unidos los reconoció como veteranos de guerras extranjeras, por tanto, no recibieron atención médica y otros beneficios. 

 

Solo un grupo seleccionado por la CIA continuó sirviendo como mercenarios en otros países, idea expuesta por el Fiscal General Robert Kennedy, en la Reunión 38 del Comité Ejecutivo del Consejo Ejecutivo Nacional de Seguridad, celebrada el 25 de enero de 1963, donde señaló:

“Los cubanos pueden ser ejecutores en nuestros planes de contrainsurgencia en América Latina, al estar altamente motivados por servir a los Estados Unidos y haber recibido un intenso entrenamiento militar e ideológico. Podemos decirles que ahora no podemos invadir a Cuba, pero ellos pueden combatir al comunismo más efectivamente en otros países de América Latina. Otros pueden volver a la vida civil y buscar trabajo”.

En 1965 la Brigada fue licenciada como unidad militar y quienes aceptaron la propuesta de seguir el trabajo con la CIA, integraron la tropa de mercenarios en unidades aéreas, marítimas y terrestres, junto a otros soldados de fortuna de varias nacionalidades. Participaron en conflictos armados en África, entre ellos en el ex Congo Belga, y en la agresión yanqui a Vietnam, donde veinte mercenarios cubanos perdieron la vida.

También intervinieron como asesores para la represión en Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Brasil, Argentina, Surinam y en Venezuela, donde formaron parte de la policía y los servicios especializados de represión, entre ellos la Dirección General de la Policía, DIGEPOL y la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención, DISIP y en la Dirección de Inteligencia Militar, DIM, llegando a ocupar altos cargos de dirección.

Convertidos en mercenarios de Estados Unidos, siguieron sembrando el terror y la muerte, prueba innegable del empleo del mercenarismo yanqui como instrumento de agresión a quienes no aceptan subordinarse a sus órdenes, de ahí el repudio de los pueblos.

Por eso José Martí expresó:

“En vano es pedir que la memoria arranque de sí lo que la indigna”.

 

 

La Columna es un espacio libre de opinión personal de autoras y autores amigos de Cuba, que no representa necesariamente la línea editorial de Cubainformación.

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