Nora Gámez Torres, periodista cubana nacionalizada estadounidense, que cubre temas cubanos en los diarios el Nuevo Herald y el Miami Herald, en uno de sus recientes artículos sobre el “Síndrome de La Habana”, puso al descubierto que la Misión diplomática yanqui en La Habana es realmente un nido de espías, algo bien conocido por la contundente denuncia que hizo Cuba en 1987, al divulgar en la TV la confesión de 27 funcionarios cubanos colaboradores secretos de la Seguridad del Estado, que durante años engañaron a la CIA cuando los reclutó para obtener información económica, financiera, temas relacionados con la salud humana y animal, el transporte naval y aéreo, las comunicaciones y los del área  militar de la Isla.


Aquel escándalo fue totalmente silenciado por la prensa de Estados Unidos, para que sus ciudadanos no lo conocieran, donde Cuba puso al descubierto la presencia de 38 oficiales de la CIA, de un total de 79 cargos diplomáticos radicados como funcionarios permanentes de misión diplomática, más otros 113 oficiales que actuaban bajo la cobertura de funcionarios en tránsito, que permanecían menos de un año en el país, de un total de 418 cargos diplomáticos que lo hacían bajo esa categoría.

 

Aquellos oficiales CIA destacados como “diplomáticos”, ejecutaban operaciones ilegales de abastecimiento a sus supuestos agentes, en cuevas, carreteras, basureros, puentes y alcantarillas, con modernas plantas de trasmisión satelital y a corta distancia, dinero y paquetes para cifrar y descifrar los informes.

Años después, el oficial CIA Ronald Kessleren su libro “Incide The CIA”, escribió:

Uno de los problemas más graves que enfrenta la CIA es la posibilidad de que sus agentes sean dobles agentes, o sea que trabajen para el otro bando. Esto sucedió en Cuba donde la mayoría de los agentes reclutados por la CIA desde los primeros años de la década del 60, eran agentes plantados que recibían instrucciones del Jefe Superior cubano Fidel Castro.”

En las escuelas de preparación para los oficiales de la CIA, se utiliza la vergonzosa experiencia del engaño de Cuba con sus 27 agentes, como un ejemplo negativo para evitar la repetición de tales errores, considerado como el golpe más importante sufrido por la Agencia durante la Guerra Fría.

Sin embargo, dicho artículo no cuestiona la actividad ilegal de la CIA contra Cuba, situación violatoria de la Convención de Viena y se trata el asunto como si Estados Unidos tuviera el derecho de utilizar su misión diplomática para esas actividades ilegales.

Nora, graduada en la Universidad de La Habana, en su crónica: “Puñal en la espalda”, da detalles de la inconformidad de algunos de los supuestos afectados por “extraños ruidos” que nunca se comprobaron, disgusto fundamentalmente por no recibir la compensación monetaria ofrecida por la CIA, por participar en el show del inventado ataque sónico, poniendo al descubierto que los que dijeron sentir síntomas, imposibles de comprobar, eran realmente oficiales de la CIA y de los servicios de inteligencia de Canadá.

La verdad es que el propio jefe de Seguridad Interna de la embajada yanqui, le confesó en el 2017 al homólogo cubano encargado de la protección del cuerpo diplomático en La Habana, que él desconocía del suceso. Para mayor asombro, al día siguiente encabezaba la lista de los que eran regresados a Estados Unidos por estar “afectados”.

En la crónica se menciona la versión de un médico de la CIA, pero no se explica ¿qué hacía en La Habana un médico de la CIA, con fachada de diplomático alojado en el hotel Capri?, donde aseguró haberse enfermado por el inventado “ataque sónico”, siendo el único huésped de ese hotel que sintió los “síntomas extraños”.

 

Al no poder demostrar su supuesta enfermedad se quedó fuera del reparto de dinero y de ahí su disgusto.

La realidad es que, tanto estadounidenses como canadienses, disfrutaron de las playas, restaurantes y bares de Cuba hasta el día antes de marcharse y ninguno mostró el menor síntoma de enfermedad, situación que confirmaron todos los que tuvieron relaciones con ellos.

La verdad la expone la periodista cubana Nora Gámez en el mismo título de su extenso artículo: “Puñal en la espalda”: Víctimas del síndrome de La Habana rechazan reporte que desestima sus casos”, porque los inconformes, aceptaron ser parte del elenco que interpretó la obra de teatro, escrita solo para justificar la posible ruptura de relaciones diplomáticas y ahora se quedaron sin recibir un solo dólar como pago.

Se dejaron utilizar para hacerle el juego a la política de Donald Trump y la mafia terrorista anticubana, que desmontó rápidamente la directiva aprobada por Barack Obama y ahí tienen el premio que los ha hecho comprender, aunque tarde, que solo fueron peones en ese complicado tablero que es la política yanqui contra la Revolución cubana.

El muy bien calificado por la periodista como “Paciente Cero”, en realidad se quedó con Cero Dólares, por dejarse manipular por quienes abandonan a los que le sirven como siervos.

La CIA emitió esos resultados por considerarlo una cuestión de Seguridad Nacional, ante la imperiosa necesidad de reabrir su Estación en La Habana, para trabajar desde adentro sus planes subversivos, para intentar derrumbar a la Revolución con su destacamento de oficiales, pues en el mencionado artículo se afirma: “La Estación fue cerrada en septiembre de 2017, según una revisión interna desclasificada realizada por el Departamento de Estado en 2018, obtenida por el Archivo de Seguridad Nacional”.

Ese es el objetivo prioritario y para lograrlo la CIA le pasará por encima a todo lo que sea un obstáculo.

Triste lección para los que perdieron tiempo y valores éticos al aceptar las órdenes de la CIA, incluido el propio gobierno canadiense.

Exacto José Martí al afirmar:

“Las cosas hay que verlas en sus causas y objeto, no en la superficie”.

 

 

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